Finalmente no pudo ser, y España no se trajo un Oscar de la Academia, ni de la mano de Fesser ni de la de Cobeaga; pero nosotros habíamos prometido un nuevo artículo completo sobre "Éramos pocos" y no faltamos a nuestra palabra. En primer lugar, nada menos que un análisis cinematográfico de Cora Requena Hidalgo, profesora universitaria perteneciente al departamento de filología III de la facultad de Ciencias de la Informacion, en la Universidad Complutense. Nos honra con este breve análisis fílmico de la conocida obra, exclusivo para El zoom erótico.
Éramos pocos
Director: Borja Cobeaga
País: España
Año: 2005
Duración: 16 minutos
La historia que nos plantea este corto de Cobeaga es la del abandono del hogar por parte de la madre (Julia). El padre (Joaquín) y el hijo (Fernando) deciden ir a buscar al asilo a la abuela (Lourdes) con el fin de solucionar los problemas caseros, cotidianos que, como vemos en el trascurso de la historia, son incapaces de resolver por sí mismos. A partir de esta primera historia, o línea argumental, se va desarrollando, sin embargo, una segunda historia, que será finalmente la más importante (a nivel temático) en la resolución del corto, y que corresponde al reconocimiento de los personajes.
Uno de los mayores atractivos del corto es, sin duda, la simplicidad y la naturalidad con que ambas historias se imbrican en el discurso, a partes iguales, aun cuando esto último no resulte demasiado evidente en un primer visionado: la primera línea argumental es mucho más denotativa en su planteamiento, el abandono pronto deviene en algo así como la inutilidad de estos dos hombres que no saben alimentarse y que tienen la casa hecha un desorden; la segunda línea, en cambio, se sostiene en alusiones, pistas o pequeños guiños que trasforman el reconocimiento (la clásica anagnórisis dramática) de Joaquín y Lourdes en un desconocimiento sólo momentos antes de la consecución del equilibrio final.
A nivel estructural la historia se desarrolla de manera lineal. Cuenta con un planteamiento rápido, breve y conciso: un plano bajo de una maleta, de las piernas de Julia, y del personaje saliendo de casa. El manejo de la luminosidad y de la música acompañan a Julia, de la misma manera que lo harán en las escenas posteriores, cuando Joaquín y Fernando despierten. La presencia de dos elementos ponen en situación al espectador y marcan la evolución posterior (no inmediata) de los acontecimientos: la cafetera está vacía, Joaquín no encuentra sus zapatillas. De paso, se nos ha explicado ya la razón de la partida de Julia.
El desarrollo de la historia soporta, como es lógico, la mayor cantidad de información narrativa. Comienza con una cámara fija que capta brevemente el viaje en automóvil de Joaquín y Fernando al asilo en el que se encuentra la abuela. La música, como ya ha ocurrido antes, ayuda a reforzar el contenido de la imagen, esta vez añadiendo cierto toque de humor o distensión que enlaza rápidamente con las situación posterior: ni Joaquín ni Fernando reconocen a Lourdes, es ella la que los “elige”; y también con la siguiente: la voz en off que oyen los ancianos del asilo y que les habla sobre la importancia de mantener la competitividad gracias al aspecto físico. Ya en este momento se presentan las primeras dudas de Joaquín acerca de la identidad de Lourdes, por lo que el hecho llevarla a casa resulta ser más bien una imposición, tanto de Fernando como de la misma Lourdes.
Aquí se soluciona, de momento, el problema trazado por la primera línea argumental, que, como es lógico, no detiene su desarrollo; en medio de la adaptación de la abuela a su nuevo hogar vemos un cuadro completo de los otros dos personajes a través de unas imágenes que podemos entender como iterativas: la oscuridad que oculta el desorden y la suciedad, el desconocimiento absoluto de su casa (ninguno sabe dónde están las sábanas limpias), el visionado de un programa típico de la televisión basura, la alimentación chatarra, etc.
A la vez, la segunda línea continúa su avance. La desconfianza inicial de Joaquín se mantiene pues Lourdes no actúa según los recuerdos que él tiene de ella (“conociéndola, me extraña que no se haya cagado en Dios todavía”), pero es aplacada, al menos en parte, por la supuesta locura senil que arguye Fernando. Resulta interesante ver en este momento cómo ambos personajes intentan reconstruir un pasado feliz junto a la abuela: Fernando recuerda lo buena cocinera que es, Joaquín lo bien que se han llevado siempre (a diferencia de lo que suele ser una relación entre suegra y yerno). Lourdes acepta bien ambas invenciones; no importa que sean verdaderas o falsas (ambas terminarán siendo verdaderas, pero no lo han sido en el pasado real) porque implican su permanencia en casa.
Un nuevo giro se produce en la historia cuando Lourdes regresa de la compra. La tortilla de patatas que ella prepara es el verdadero inicio del cambio de situación (que se hace evidente un poco más adelante en la transformación del espacio). El humor vuelve a estar presente, aunque, en realidad nunca ha dejado de estarlo (lo vimos también en la presentación de las costumbres de Joaquín y Fernando, lo vemos constantemente en la extraordinaria interpretación de los actores); y con él la música que funciona en esta parte del relato como hilo conductor de una sucesión de imágenes, tipo sumario, que marcan la evolución de la situación familiar: primero los platos y los comensales, luego la copa de Lourdes que es llenada una y otra vez por Fernando en la cena. El ritmo más pausado (tipo escena) se retoma en seguida, cuando Joaquín lleva a Lourdes a la cama, mientras nos enteramos, por medio del diálogo, de las más bien nulas ganas que tiene (o no tiene) Lourdes de que su hija Julia regrese a casa (recordemos que eso es lo que Joaquín y Fernando creen haberle hecho creer desde el principio).
Ya situados en el punto climático de la historia Joaquín nos entrega la información que nos hacía falta. Por medio de un diálogo por teléfono con Julia, en el que sólo lo oímos a él, sabemos lo que ya suponíamos (él ha sido el responsable de que Lourdes estuviese en el asilo), y también lo que no sabíamos y que ha estado presente en todo el discurso: la identidad de Lourdes o, más bien, su no-identidad, con lo cual se produce, en este momento, una especie de anagnórisis inversa (apoyada por la dramaticidad de los violines) que deriva en la búsqueda y el encuentro de la verdad (de Joaquín). Los escasos segundos que restan corresponden al restablecimiento del equilibrio original, o más bien, en esta historia, a su consecución puesto que lo hemos conocido sólo por referencias (en los diálogos), una vez que ésta ha comenzado, como algo que alguna vez existió. Se han resuelto, por tanto, ambas líneas argumentales, y el corto termina de manera festiva, con el reconocimiento entre Joaquín y Lourdes y el desconocimiento de Fernando. Joaquín es incapaz de contar la verdad a su hijo, acepta la nueva situación y la oculta cuando ya no vemos imágenes (pantalla a negro), sólo escuchamos las voces de los personajes.
Como ya se ha dicho antes, uno de los logros más interesantes del corto es la armonía alcanzada en la confluencia y el desarrollo de las dos líneas argumentales, que en principio parecen ser sólo una (y de ello depende gran parte de su encanto). No se trata de un recurso narrativo nuevo, ni es necesario que lo sea (teniendo en cuenta el planteamiento general y el tipo de historia contada); se trata de una historia tradicional bien contada.
Dos aspectos que se relacionan con lo anterior son la dosificación de la cantidad de información entregada, y el tiempo elegido para su relato. En lo que se refiere a la cantidad de información resulta notable que, estando tan próxima una línea argumental de la otra, se resuelva cada una de las escenas con tal economía de recursos, y sin caer en la temida duplicación, la redundancia o la repetición de información (ni de imágenes ni de banda sonora en general, diálogos y música). Más aún teniendo en cuenta que el desarrollo y el desenlace de una línea depende de la otra. La dosificación y, sobre todo, la aparición en el momento exacto de la información (cuánto y dónde) nos hablan de un buen material de partida: un buen guión. Y también nos habla de un coherente y armónico control de los momentos de tensión y distensión, lo que nos lleva directamente al segundo aspecto mencionado: el tiempo.
Un planteamiento breve, rápido, pero no acelerado (que corresponde, temporalmente hablando, a escenas breves) nos pone en situación. Los vacíos de información se irán cubriendo más adelante, en los momentos de distensión dramática. Un desarrollo más largo resuelve, por tanto, estos vacíos a la vez que permite evolucionar a las dos líneas argumentales. También tenemos aquí escenas temporales, conectadas con frecuencia por la música, y dos pequeños y bien situados sumarios que corresponden a dos momentos distintos de la historia (la sucesión de platos, la copa que se llena). Nuevamente la economía en el discurso. De la misma manera funciona el breve relato iterativo que describe a Joaquín y Fernando en su cotidianeidad. El desenlace, finalmente, es igualmente ágil, puesto que está al servicio de un clímax que busca la sorpresa del espectador.
Los chispazos de humor (por momentos negro), la presencia de la música, la interpretación de los actores, etc., son elementos que contribuyen a la agilidad de la historia; la sucesión de secuencias breves también lo logra. No porque la agilidad deba ser considerada un valor en sí misma, sino porque en este corto es coherente con los demás rasgos del discurso, con el desarrollo de los personajes, con la cantidad de elementos que van formando el entramado de la historia, etcétera.
“Éramos pocos y parió la abuela” reza el dicho popular. Sintomático título, aunque, en este caso, no se pueda hablar de complicaciones, ni en la historia ni en el discurso, sino todo lo contrario.
by Cora Requena
Si os interesa leer más sobre la autora, podeis ver complacidos vuestros deseos en los siguientes enlaces:
La mujer en los textos de Rosa Chacel (1898-1994)
El narrador en las novelas de Javier Marías
¿Cine sin narratividad?
Y, cómo no, los chicos de En Clave de Rock tampoco faltan a la fiesta del nominado. No deja de ser un logro y, para ello, el regalo es doble. A la lectura de nuestra crítica de hace unas semanas, se le añade ahora el nuevo punta de vista desde el Contrazoom. Que los disfrutéis.
Éramos pocos
Director: Borja Cobeaga
País: España
Año: 2005
Duración: 16 minutos
La historia que nos plantea este corto de Cobeaga es la del abandono del hogar por parte de la madre (Julia). El padre (Joaquín) y el hijo (Fernando) deciden ir a buscar al asilo a la abuela (Lourdes) con el fin de solucionar los problemas caseros, cotidianos que, como vemos en el trascurso de la historia, son incapaces de resolver por sí mismos. A partir de esta primera historia, o línea argumental, se va desarrollando, sin embargo, una segunda historia, que será finalmente la más importante (a nivel temático) en la resolución del corto, y que corresponde al reconocimiento de los personajes.
Uno de los mayores atractivos del corto es, sin duda, la simplicidad y la naturalidad con que ambas historias se imbrican en el discurso, a partes iguales, aun cuando esto último no resulte demasiado evidente en un primer visionado: la primera línea argumental es mucho más denotativa en su planteamiento, el abandono pronto deviene en algo así como la inutilidad de estos dos hombres que no saben alimentarse y que tienen la casa hecha un desorden; la segunda línea, en cambio, se sostiene en alusiones, pistas o pequeños guiños que trasforman el reconocimiento (la clásica anagnórisis dramática) de Joaquín y Lourdes en un desconocimiento sólo momentos antes de la consecución del equilibrio final.
A nivel estructural la historia se desarrolla de manera lineal. Cuenta con un planteamiento rápido, breve y conciso: un plano bajo de una maleta, de las piernas de Julia, y del personaje saliendo de casa. El manejo de la luminosidad y de la música acompañan a Julia, de la misma manera que lo harán en las escenas posteriores, cuando Joaquín y Fernando despierten. La presencia de dos elementos ponen en situación al espectador y marcan la evolución posterior (no inmediata) de los acontecimientos: la cafetera está vacía, Joaquín no encuentra sus zapatillas. De paso, se nos ha explicado ya la razón de la partida de Julia.
El desarrollo de la historia soporta, como es lógico, la mayor cantidad de información narrativa. Comienza con una cámara fija que capta brevemente el viaje en automóvil de Joaquín y Fernando al asilo en el que se encuentra la abuela. La música, como ya ha ocurrido antes, ayuda a reforzar el contenido de la imagen, esta vez añadiendo cierto toque de humor o distensión que enlaza rápidamente con las situación posterior: ni Joaquín ni Fernando reconocen a Lourdes, es ella la que los “elige”; y también con la siguiente: la voz en off que oyen los ancianos del asilo y que les habla sobre la importancia de mantener la competitividad gracias al aspecto físico. Ya en este momento se presentan las primeras dudas de Joaquín acerca de la identidad de Lourdes, por lo que el hecho llevarla a casa resulta ser más bien una imposición, tanto de Fernando como de la misma Lourdes.
Aquí se soluciona, de momento, el problema trazado por la primera línea argumental, que, como es lógico, no detiene su desarrollo; en medio de la adaptación de la abuela a su nuevo hogar vemos un cuadro completo de los otros dos personajes a través de unas imágenes que podemos entender como iterativas: la oscuridad que oculta el desorden y la suciedad, el desconocimiento absoluto de su casa (ninguno sabe dónde están las sábanas limpias), el visionado de un programa típico de la televisión basura, la alimentación chatarra, etc.
A la vez, la segunda línea continúa su avance. La desconfianza inicial de Joaquín se mantiene pues Lourdes no actúa según los recuerdos que él tiene de ella (“conociéndola, me extraña que no se haya cagado en Dios todavía”), pero es aplacada, al menos en parte, por la supuesta locura senil que arguye Fernando. Resulta interesante ver en este momento cómo ambos personajes intentan reconstruir un pasado feliz junto a la abuela: Fernando recuerda lo buena cocinera que es, Joaquín lo bien que se han llevado siempre (a diferencia de lo que suele ser una relación entre suegra y yerno). Lourdes acepta bien ambas invenciones; no importa que sean verdaderas o falsas (ambas terminarán siendo verdaderas, pero no lo han sido en el pasado real) porque implican su permanencia en casa.
Un nuevo giro se produce en la historia cuando Lourdes regresa de la compra. La tortilla de patatas que ella prepara es el verdadero inicio del cambio de situación (que se hace evidente un poco más adelante en la transformación del espacio). El humor vuelve a estar presente, aunque, en realidad nunca ha dejado de estarlo (lo vimos también en la presentación de las costumbres de Joaquín y Fernando, lo vemos constantemente en la extraordinaria interpretación de los actores); y con él la música que funciona en esta parte del relato como hilo conductor de una sucesión de imágenes, tipo sumario, que marcan la evolución de la situación familiar: primero los platos y los comensales, luego la copa de Lourdes que es llenada una y otra vez por Fernando en la cena. El ritmo más pausado (tipo escena) se retoma en seguida, cuando Joaquín lleva a Lourdes a la cama, mientras nos enteramos, por medio del diálogo, de las más bien nulas ganas que tiene (o no tiene) Lourdes de que su hija Julia regrese a casa (recordemos que eso es lo que Joaquín y Fernando creen haberle hecho creer desde el principio).
Ya situados en el punto climático de la historia Joaquín nos entrega la información que nos hacía falta. Por medio de un diálogo por teléfono con Julia, en el que sólo lo oímos a él, sabemos lo que ya suponíamos (él ha sido el responsable de que Lourdes estuviese en el asilo), y también lo que no sabíamos y que ha estado presente en todo el discurso: la identidad de Lourdes o, más bien, su no-identidad, con lo cual se produce, en este momento, una especie de anagnórisis inversa (apoyada por la dramaticidad de los violines) que deriva en la búsqueda y el encuentro de la verdad (de Joaquín). Los escasos segundos que restan corresponden al restablecimiento del equilibrio original, o más bien, en esta historia, a su consecución puesto que lo hemos conocido sólo por referencias (en los diálogos), una vez que ésta ha comenzado, como algo que alguna vez existió. Se han resuelto, por tanto, ambas líneas argumentales, y el corto termina de manera festiva, con el reconocimiento entre Joaquín y Lourdes y el desconocimiento de Fernando. Joaquín es incapaz de contar la verdad a su hijo, acepta la nueva situación y la oculta cuando ya no vemos imágenes (pantalla a negro), sólo escuchamos las voces de los personajes.
Como ya se ha dicho antes, uno de los logros más interesantes del corto es la armonía alcanzada en la confluencia y el desarrollo de las dos líneas argumentales, que en principio parecen ser sólo una (y de ello depende gran parte de su encanto). No se trata de un recurso narrativo nuevo, ni es necesario que lo sea (teniendo en cuenta el planteamiento general y el tipo de historia contada); se trata de una historia tradicional bien contada.
Dos aspectos que se relacionan con lo anterior son la dosificación de la cantidad de información entregada, y el tiempo elegido para su relato. En lo que se refiere a la cantidad de información resulta notable que, estando tan próxima una línea argumental de la otra, se resuelva cada una de las escenas con tal economía de recursos, y sin caer en la temida duplicación, la redundancia o la repetición de información (ni de imágenes ni de banda sonora en general, diálogos y música). Más aún teniendo en cuenta que el desarrollo y el desenlace de una línea depende de la otra. La dosificación y, sobre todo, la aparición en el momento exacto de la información (cuánto y dónde) nos hablan de un buen material de partida: un buen guión. Y también nos habla de un coherente y armónico control de los momentos de tensión y distensión, lo que nos lleva directamente al segundo aspecto mencionado: el tiempo.
Un planteamiento breve, rápido, pero no acelerado (que corresponde, temporalmente hablando, a escenas breves) nos pone en situación. Los vacíos de información se irán cubriendo más adelante, en los momentos de distensión dramática. Un desarrollo más largo resuelve, por tanto, estos vacíos a la vez que permite evolucionar a las dos líneas argumentales. También tenemos aquí escenas temporales, conectadas con frecuencia por la música, y dos pequeños y bien situados sumarios que corresponden a dos momentos distintos de la historia (la sucesión de platos, la copa que se llena). Nuevamente la economía en el discurso. De la misma manera funciona el breve relato iterativo que describe a Joaquín y Fernando en su cotidianeidad. El desenlace, finalmente, es igualmente ágil, puesto que está al servicio de un clímax que busca la sorpresa del espectador.
Los chispazos de humor (por momentos negro), la presencia de la música, la interpretación de los actores, etc., son elementos que contribuyen a la agilidad de la historia; la sucesión de secuencias breves también lo logra. No porque la agilidad deba ser considerada un valor en sí misma, sino porque en este corto es coherente con los demás rasgos del discurso, con el desarrollo de los personajes, con la cantidad de elementos que van formando el entramado de la historia, etcétera.
“Éramos pocos y parió la abuela” reza el dicho popular. Sintomático título, aunque, en este caso, no se pueda hablar de complicaciones, ni en la historia ni en el discurso, sino todo lo contrario.
by Cora Requena
Si os interesa leer más sobre la autora, podeis ver complacidos vuestros deseos en los siguientes enlaces:
La mujer en los textos de Rosa Chacel (1898-1994)
El narrador en las novelas de Javier Marías
¿Cine sin narratividad?
Y, cómo no, los chicos de En Clave de Rock tampoco faltan a la fiesta del nominado. No deja de ser un logro y, para ello, el regalo es doble. A la lectura de nuestra crítica de hace unas semanas, se le añade ahora el nuevo punta de vista desde el Contrazoom. Que los disfrutéis.
PRÓXIMAMENTE: ENTREVISTA A ORIOL PUIG, POR "ESTE, QUE LO ES"
1 comentario:
mmmm...
Publicar un comentario