28 enero, 2010

Manual práctico sobre cómo NO hacer una entrevista


Para los amantes del buen Fran Estévez, aquí les dejamos una entrevista donde podrán ver a su ídolo en estado puro, tosiendo, balbuceando, rascándose y, todo ello, entremezclado con repetitivas respuestas que incitan al sueño. Con momentos que pasarán a los anales de la televisión, como la injustificable rabieta contra el cine español. No dejen de verla. Impagable la frase final, donde Fran Estévez (para ser importante hay que mencionar siempre el apellido) nos da una lección magistral sobre cómo culminar una entrevista con su demoledora respuesta a la pregunta "¿Qué crees que le gusta al público?". Interminable. La presente masterclass fue emitida en el canal local santiagués Correo TV el pasado 15 de diciembre. Mencionar también la oportuna publicidad de éste nuestro erótico Zoom introducida por el presentador, pero cruelmente rechazada por Fran Estévez con un derechazo que derrocha desgana hacia ese tema del cual, todo sea dicho, ahora de beneficia. Impeorable; y aleccionadora al mismo tiempo, por su carácter de tutorial. Con ustedes, el Manual práctico sobre cómo NO hacer una entrevista:


By ME-MANIA

22 enero, 2010

Epifanías de un profano (II)

Tercera epifanía: El cine no es arte

Perfecto, ahora sí que la estoy cagando, esta no es la conclusión a la que me guste llegar, pero ahí estaba yo, en el mismo momento en el que expreso mi amor por el cine, me encuentro leyendo al señor Foster Wallace y su artículo "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer", y resulta que en un momento del mismo se habla de un anuncio de una linea de cruceros que fué publicado bajo el envoltorio de ensayo periodístico (y esto es así porque al preguntar al autor sobre ese artículo la respuesta fué: "me prostituí"), cosa que al señor Wallace no le gustó. Citaré textualmente las partes que me han hecho reflexionar más:

"En otras palabras, Cruceros Celebrity presenta la crónica que hizo Conroy de su crucero como si fuera un ensayo en lugar de un anuncio. Eso está muy mal. Y voy a explicar porqué está tan mal. No importa que les haga honor o no, se supone que la obligación fundamental de un ensayo tiene que ser para con el lector. El lector, aunque sea en un plano inconsciente, así lo cree y por eso suele abordar un ensayo con un nivel relativamente alto de franqueza y credulidad. Pero un anuncio es algo muy distinto. Los anuncios tienen ciertas obligaciones legales y formales de verdad, pero estas obligaciones son lo bastante relajadas como para permitir un amplio margen de maniobras retóricas a fin de cumplir la obligación principal del anuncio, que es servir a los intereses financieros del patrocinador. Todos los intentos que hace un anuncio de atraer la atención y el interés de sus lectores finalmente no redundan en beneficio de los lectores."
...
"Por esta razón incluso un anuncio realmente bonito, ingenioso y convincente (y hay muchos) nunca puede ser arte: un anuncio no tiene status de regalo, es decir, nunca es para la persona a la que se dirige."
...
"Un anuncio que finge ser arte es -en el mejor de los casos- como alguien que te sonríe con calidez solamente porque quiere conseguir algo de ti. Eso es deshonesto, pero lo más siniestro es el efecto acumulativo que semejante falta de honestidad tiene sobre nosotros: dado que ofrece un perfecto facsímil o simulacro de buena voluntad sin el espíritu real de la buena voluntad, confunde nuestras mentes y al final hace que subamos nuestras defensas incluso en casos de sonrisas genuinas y arte verdadero y buena voluntad verdadera."


He de suponer que soy el único ha sustituido la palabra anuncio por cine? ¿Este bastardo hijodep... sigue rompiendo mis esquemas incluso después de muerto? Y ni siquiera estoy leyendo sus libros en orden cronológico...

Es ahora cuando debo preguntarme: ¿Existe el cine honesto?

Si me pongo a la defensiva como vaticina Wallace tengo que pensar que no, cualquier cineasta acaba teniendo unos motivos egoístas para hacer cine, sean fama, dinero o mujeres... Incluso el cine llamado reivindicativo tiene de fondo un objetivo personal para que el autor siga pudiendo hacer películas reivindicativas y un aumento de ego si el mensaje cala en la gente. Si radicalizo más este pensamiento (única forma que yo considero correcta de llegar a una epifanía), llego a una conclusión todavía más bizarra. El único cine honesto es el blockbuster, ya que es el único que no esconde mensaje, es el que reconoce abiertamente que no quiere influir en ti, es el que abre los brazos y dice "me da igual que no pienses, sólo quiero tu dinero". Incluso puedo llevarlo a terreno personal y decir que cualquier persona que no acepte la filosofía blockbuster de cine sincero, es a su vez una persona no sincera y que lo hace por mantener una pose por querer aceptar ese cine con mensaje basado en principios menos sinceros que el otro...

Pensamiento en voz alta: ¿He repetido la palabra sincero demasiadas veces? ¿Considerará alguien esta y mis anteriores epifanías como sinceras cuando en realidad sólo quiero un reconocimiento que refuerce mi ego? ¿Soy un mentiroso intentando ser sincero?

Sin embargo algo no me cuadra... ¿Es posible que esta defensa inconsciente sobre el arte sea la que traduce la carencia de intenciones como honestidad? ¿Es posible que la gente se cierre ante el cine "con mensaje" porque considera deshonesto ofrecer un mensaje en algo que quiere quedarse tu dinero? ¿Es el cine "con mensaje" el equivalente de la publicidad disfrazada de ensayo?

No sé cual es el motivo de que se piense así, bueno, la teoría de Wallace me parece acertada, creo que se ve inconscientemente el acercamiento personal como algo falso porque el cine se considera, principalmente, un negocio, pero he visto suficientes películas en mi vida que ofrecen algo sincero para saber que el cine sí que goza de algo de honestidad. Debajo de la hipocresía de la fama y el dinero, incuso admitiendo que sea de forma secundaria, los autores de verdad siempre intentan decir algo, y cualquier intento de ofrecer una experiencia personal en una película, en mi opinión, acaba transformando ese pretexto económico en algo positivo. El autor que se precia ofrece su conocimiento. Y dado que en general uno sí que puede pensar con poco riesgo a equivocarse que casi todas las películas parten de un objetivo deshonesto como el dinero sólo me queda una conclusión, y es que es el resultado de la película lo importante (ya que si existe un elemento altruista en ella acabará por salir a la luz por el esfuerzo del autor) y no las intenciones de la misma (que, simplificando, son una mentira). Un buen autor acabará convirtiendo el objetivo comercial principal impuesto por el ansia de recuperar el dinero invertido en un objetivo propio personal de ofrecer una visión altruista de sus experiencias. Un buen autor intentará imponerse sobre el dinero... aunque no lo consiga, entonces, independientemente de que el cine sea considerado arte o negocio, debe ser el resultado final el que tiene que ofrecer algo, no las supuestas pretensiones.

Y si no se pueden conocer las intenciones de una película (porque incluso bajo confesión pueden ser mentira) ni puede juzgarse el mensaje de una película (porque la interpretación acaba siendo personal, véase la Epifanía número 2), no existe otra conclusión lógica para mi, y es que la mejor forma que veo de medir la calidad es por el resultado formal...

Incluso puedo ir más allá y explorar otra idea que a algunos seguro gusta menos, y es que un buen autor en definitiva (aparte de su capacidad para ofrecer ese resultado formal) es aquel que escribe cuando tiene algo que decir (algo que inconscientemente yo ya sabía), y no puedo pensar en nada más deshonesto que escribir cuando no quieres decir nada, así que huid del cine que sólo quiere vuestro dinero, huid del cine que afirma abiertamente que "no tiene mensaje, es sólo para divertir", porque ante esta confesión tan sincera, se encuentra el mensaje más hipócrita de todos, el haceros creer que le importáis cuando no es así.

12 enero, 2010

¡Pasen y vean! ¡El mayor espectáculo del mundo!


Así se ha vendido el proyecto que James Cameron ha estado preparando durante 10 años, Avatar, la revolución del cine, el antes y el después que cambiará nuestra visión de este mundo y que hará que nunca más queramos ver cine en 2D... Sin embargo, cual espectáculo de feria, no hemos visto a una mujer barbuda, sino una mujer con barba postiza, no nos han enseñado al hombre gorila, sino a un hombre disfrazado de gorila, en definitiva, como vi en algún momento cinematográfico que no recuerdo donde ubicar, se nos ha vendido "a Man-eating chicken" (un pollo come-hombres) y es en realidad "a Man eating chicken" (un hombre comiendo pollo).

El 3D de Cameron nunca podrá revolucionar el mundo del cine por la sencillísima razón de que Avatar no tiene ningún pilar firme dentro del mundo del cine. Avatar como película es una falsificación de lujo, es pobre en intenciones narrativas, abusa de un guión visto mil veces y simplificado de forma excesivamente infantil, trata de crear carisma hacia los protagonistas por simple antagonía con un señor muy malo, que levanta la ceja y dice cosas odiosas. Cameron, en vez de dedicar 10 años a efectuar una realización sobria y pulir detalles como ya demostró ser capaz de hacer en otras cintas como Aliens, se empacha de megalomanía y crea un monstruo pirotécnico que, en última instancia, parece escaparse de sus manos y acaba quemando todo lo que pilla en su camino. El 3D de Cameron nunca está al servicio de la historia, más bien al contrario, nunca pasa de ser una anécdota (tiremos cosas al espectador para que salte de la silla). En definitiva el 3D de Avatar es la mano del prestidigitador que hace que mires hacia ella mientras se esconde la carta en la otra manga.

Este sistema narrativo que revolucionará el cine consiste, simplemente, en un envoltorio por encima de una película que no ofrece nada que no esté escrito ya en la historia del cine, y si a Avatar le quitamos ese envoltorio con lacito es un producto tópico como pueden existir miles, con un desarrollo visto mil veces en todas esas superproducciones veraniegas que se ahogan en sus propios FX, no queda nada más que una película cuyo mérito principal (al igual que unas más 200 antes que ella) es ser "la película más cara de la historia", algo que nunca entenderé bien porqué se convierte en un mérito cuando ninguna de las 200 películas más caras de la historia han significado prácticamente nada en la historia del cine... Y las que lo han significado, no ha sido precisamente por ser las más caras...

Sin embargo está funcionando, el boca a boca hace estragos y los cines se llenan día tras día... Todo el mundo parece ver maravillas en ese gran envoltorio, pero algunos nos sentimos como el niño del cuento "El traje nuevo del Emperador" al que hacen callar cuando dice que el Emperador está desnudo. Cameron, cual sastre del cuento, ha vendido un traje de mentira, y aún a riesgo de sentirme más solo y desplazado yo no tengo miedo de gritar:

¡Avatar está desnuda!

08 enero, 2010

Epifanías de un profano


Primera epifanía: Iluminación

El otro día vi una luz, vislumbré una salida del círculo en el que caminaba dando vueltas y que marcaba otro camino, destinado a buscar más en esto del cine. Es jodido llegar a esa conclusión a los tatitantos años cuando uno ya cree estar a la vuelta de todo, y es más jodido darse cuenta de ello leyendo un texto que ni siquiera tiene que ver con el cine de un autor de narrativa moderna americana como es David Foster Wallace, pero peor aún es acabar deduciendo toda una serie de cosas que han acabado derruyendo mis pilares en esto del cine.

Resulta que el cine, igual que la literatura es un medio artístico donde un "autor" decide expresar ideas usando ciertas herramientas. Aunque parece que la literatura tenga herramientas más limitadas (texto vs. texto e imagen), creo que ambas se basan en un mismo principio básico, el narrativo, donde tanto las palabras como las imágenes deben ejercer la función de transmitir las ideas que el autor tenía en mente. No parece que esté descubriendo nada nuevo a estas alturas, pero estamos hablando de mi epifanía, no de la vuestra.

Durante años he creído en la importancia de lo que una obra pueda querer decir, y sin embargo cuando uno se topa con cierta corriente de pensamiento literario como la deconstructivista (gracias, señor Wallace) se plantea realmente lo que es un autor y su relevancia en el contexto de una obra (bueno, de hecho lo plantean ellos y yo sólo lo he descubierto). Para los deconstructivistas el autor es un simple instrumento de escritura al que hay que "despojar" de toda responsabilidad de lo que su obra pueda significar, se niega la referencialidad absoluta del texto, el ejercicio de descifrar una obra queda a discreción del lector que es el que en última instancia da sentido a las palabras que lee (esta definición es la versión radical de este pensamiento). Es en este un primer punto epifánico, cuando uno descubre la importancia de "lo formal" como ente propio más allá de un especie de niebla abstracta que flota sobre nuestras cabezas, la visión de ver la forma por encima del fondo, porque, ¿Cómo es posible juzgar la calidad de la obra por lo que dice si soy yo y no el autor el responsable de ello? ¿Cómo puedo ensalzar algo en función de mis percepciones personales?

Foster Wallace inconscientemente lo sabe, como articulista no suele escribir sobre lo que le gusta (en general) sino sobre lo que le manda(ba) la revista Empire, y aún así es capaz de crear 120 páginas estimulantes hablando de algo que me importe tan poco como un diccionario y las guerras políticas entre los dos bandos de lingüistas americanos, es capaz de crear una visión absolutamente fabulosa de una feria de ganado de Illinois, porque es la elección que él hace de las palabras lo importante de sus textos, el contenido es secundario, y sin embargo todo parece indicar y así se reconoce que Foster Wallace fué un estupendo escritor...

Así pues, la importancia del autor queda más como elector de las palabras que por el significado extraído de las mismas, como artesano que teje mediante la elección de letras. Bueno, siendo un poco realista, es verdad que la elección no es arbitraria, que el autor siempre acaba marcando una dirección, pero es en parte la elección personal (consciente o inconsciente) de seguirla la que da sentido a lo que pasa. Así pues, no puedo concluir otra cosa que la calidad debe ser medible por la elección de las palabras y por encima del contenido de las mismas dado que diferentes escuelas de pensamiento literario no tienen muchas dudas de lo que es o no un buen libro. Y esto es extrapolable al cine, ya que al final no deja de una narrativa clásica aunque con otras herramientas.

Curiosamente este pensamiento me lleva a la siguiente reflexión:

Segunda epifanía: El juicio moral y la muerte de la crítica

Cada vez más, el sentimiento de que cualquier persona puede ser un crítico de cine se extiende por el universo, el cine como circo (en el concepto bienentendido de divertimento) de masas se expande y cualquiera puede exponer sus pensamientos. Dentro de esta tendencia parece que la calidad de la crítica se evalúa por el vocabulario usado sin entrar en nada más. Sin embargo, me he dado cuenta de que la crítica que leo (o leía) habitualmente se basa casi siempre en un alineamiento moral por encima de un análisis crítico. Las personas se decantan de una forma u otra en alguno de los bandos/personajes que aparecen en un film, esperan que el bueno gane y el malo pierda, esperan personajes que no sean moralmente ambiguos o les creen dilemas psicológicos y en última instancia evalúan en función de los principios personales. Aquellas obras que comulgan con las creencias, que, en su defecto, no provocan esos dilemas morales o necesitan un esfuerzo de comprensión, acaban siendo "buenas" y las que crean dudas o se interpretan como algo contrario acaban siendo "malas".

(Comentario necesario en este punto: Puede parecer que estoy llamando a la gente "borrega" por no querer pensar, pero en realidad esto va más allá. El cine (o la literatura o los cómics) tienen una función primaria que es la de "evasión", el método que busca la gente para evadirse puede ser tanto el evitar pensar como el que algo le provoque pensamientos, sin embargo inconscientemente se busca algo que provoque pensamientos pero en base a lo que ya pienso para olvidarme de los problemas en los que SI pienso. En general, sea como sea el método de "evasión", siempre consiste en intentar evitar rememorar los problemas que en primera instancia han hecho que quieras evadirte)

Es en este punto donde ya no sólo el espectador ha muerto, sino que la crítica muere con él, es el punto donde la exposición de las virtudes o defectos de una obra en función de unos criterios definidos pasan a convertirse en la exposición de las convicciones morales de cada uno, la crítica se convierte en una exposición de la capacidad personal para extraer interpretaciones que nadie ha extraído, para ejercer la desambiguación moral o para leer todo un subtexto aunque el autor no sea consciente del mismo. Un "autor" bueno es aquel que da significado a lo que el crítico cree, independientemente de lo que ese autor realmente haya querido decir. La crítica como descomposición de partes muere y nace la crítica como reafirmación de valores, el esfuerzo por descomponer pasa a ser el esfuerzo por la superación de lo que uno mismo puede llegar a extraer.

En conclusión, el centro de atención se desplaza de la obra para situarse sobre el crítico que analiza la obra.

Y es la visión deconstructivista la que da sentido a todo esto, ya que toda interpretación del mensaje acaba siendo "correcta" en el sentido de que el autor no es un dios que provee de un sentido único a lo que dice, y sin embargo esta exaltación de la subjetividad interpretativa se ha convertido en el referente de objetividad, la "calidad" de la crítica se evalúa en función de lo que el crítico es capaz de extraer en términos de mensaje y significado en vez de en función de la capacidad de enumeración de elementos técnicos o artísticos, y es en este punto cuando la crítica de cine ya no necesita saber de cine. La misma visión que debería dar importancia al máximo de elementos objetivos que se pueda es la que alimenta el que nadie haga caso a estos elementos.

Como ya he dicho, yo no creo exactamente que el mensaje este siempre de parte del que lee, creo que el autor marca una dirección y en última instancia es su capacidad de transmitir la que hace que esta dirección quede más o menos clara, sin embargo, el camino que se sigue es todo lo contrario pues es evidente que resulta mucho más complicado el describir sin juzgar que el propio juicio en sí (que además es más divertido), así que la crítica actual es ese circo romano con los pulgares arriba o abajo que lo único que miden son los gustos personales del crítico...

Es por esto por lo que he abrazado la religión de lo formal. Siempre había creído que lo que me importaba de una obra era lo que contaba y no como lo contaba y resulta que no era así pero simplemente no me había dado cuenta...

Dicen, además, que los neo-conversos suelen ser los peores, por suerte yo siempre he sido converso, lo que pasa es que no lo sabía...