08 enero, 2010

Epifanías de un profano


Primera epifanía: Iluminación

El otro día vi una luz, vislumbré una salida del círculo en el que caminaba dando vueltas y que marcaba otro camino, destinado a buscar más en esto del cine. Es jodido llegar a esa conclusión a los tatitantos años cuando uno ya cree estar a la vuelta de todo, y es más jodido darse cuenta de ello leyendo un texto que ni siquiera tiene que ver con el cine de un autor de narrativa moderna americana como es David Foster Wallace, pero peor aún es acabar deduciendo toda una serie de cosas que han acabado derruyendo mis pilares en esto del cine.

Resulta que el cine, igual que la literatura es un medio artístico donde un "autor" decide expresar ideas usando ciertas herramientas. Aunque parece que la literatura tenga herramientas más limitadas (texto vs. texto e imagen), creo que ambas se basan en un mismo principio básico, el narrativo, donde tanto las palabras como las imágenes deben ejercer la función de transmitir las ideas que el autor tenía en mente. No parece que esté descubriendo nada nuevo a estas alturas, pero estamos hablando de mi epifanía, no de la vuestra.

Durante años he creído en la importancia de lo que una obra pueda querer decir, y sin embargo cuando uno se topa con cierta corriente de pensamiento literario como la deconstructivista (gracias, señor Wallace) se plantea realmente lo que es un autor y su relevancia en el contexto de una obra (bueno, de hecho lo plantean ellos y yo sólo lo he descubierto). Para los deconstructivistas el autor es un simple instrumento de escritura al que hay que "despojar" de toda responsabilidad de lo que su obra pueda significar, se niega la referencialidad absoluta del texto, el ejercicio de descifrar una obra queda a discreción del lector que es el que en última instancia da sentido a las palabras que lee (esta definición es la versión radical de este pensamiento). Es en este un primer punto epifánico, cuando uno descubre la importancia de "lo formal" como ente propio más allá de un especie de niebla abstracta que flota sobre nuestras cabezas, la visión de ver la forma por encima del fondo, porque, ¿Cómo es posible juzgar la calidad de la obra por lo que dice si soy yo y no el autor el responsable de ello? ¿Cómo puedo ensalzar algo en función de mis percepciones personales?

Foster Wallace inconscientemente lo sabe, como articulista no suele escribir sobre lo que le gusta (en general) sino sobre lo que le manda(ba) la revista Empire, y aún así es capaz de crear 120 páginas estimulantes hablando de algo que me importe tan poco como un diccionario y las guerras políticas entre los dos bandos de lingüistas americanos, es capaz de crear una visión absolutamente fabulosa de una feria de ganado de Illinois, porque es la elección que él hace de las palabras lo importante de sus textos, el contenido es secundario, y sin embargo todo parece indicar y así se reconoce que Foster Wallace fué un estupendo escritor...

Así pues, la importancia del autor queda más como elector de las palabras que por el significado extraído de las mismas, como artesano que teje mediante la elección de letras. Bueno, siendo un poco realista, es verdad que la elección no es arbitraria, que el autor siempre acaba marcando una dirección, pero es en parte la elección personal (consciente o inconsciente) de seguirla la que da sentido a lo que pasa. Así pues, no puedo concluir otra cosa que la calidad debe ser medible por la elección de las palabras y por encima del contenido de las mismas dado que diferentes escuelas de pensamiento literario no tienen muchas dudas de lo que es o no un buen libro. Y esto es extrapolable al cine, ya que al final no deja de una narrativa clásica aunque con otras herramientas.

Curiosamente este pensamiento me lleva a la siguiente reflexión:

Segunda epifanía: El juicio moral y la muerte de la crítica

Cada vez más, el sentimiento de que cualquier persona puede ser un crítico de cine se extiende por el universo, el cine como circo (en el concepto bienentendido de divertimento) de masas se expande y cualquiera puede exponer sus pensamientos. Dentro de esta tendencia parece que la calidad de la crítica se evalúa por el vocabulario usado sin entrar en nada más. Sin embargo, me he dado cuenta de que la crítica que leo (o leía) habitualmente se basa casi siempre en un alineamiento moral por encima de un análisis crítico. Las personas se decantan de una forma u otra en alguno de los bandos/personajes que aparecen en un film, esperan que el bueno gane y el malo pierda, esperan personajes que no sean moralmente ambiguos o les creen dilemas psicológicos y en última instancia evalúan en función de los principios personales. Aquellas obras que comulgan con las creencias, que, en su defecto, no provocan esos dilemas morales o necesitan un esfuerzo de comprensión, acaban siendo "buenas" y las que crean dudas o se interpretan como algo contrario acaban siendo "malas".

(Comentario necesario en este punto: Puede parecer que estoy llamando a la gente "borrega" por no querer pensar, pero en realidad esto va más allá. El cine (o la literatura o los cómics) tienen una función primaria que es la de "evasión", el método que busca la gente para evadirse puede ser tanto el evitar pensar como el que algo le provoque pensamientos, sin embargo inconscientemente se busca algo que provoque pensamientos pero en base a lo que ya pienso para olvidarme de los problemas en los que SI pienso. En general, sea como sea el método de "evasión", siempre consiste en intentar evitar rememorar los problemas que en primera instancia han hecho que quieras evadirte)

Es en este punto donde ya no sólo el espectador ha muerto, sino que la crítica muere con él, es el punto donde la exposición de las virtudes o defectos de una obra en función de unos criterios definidos pasan a convertirse en la exposición de las convicciones morales de cada uno, la crítica se convierte en una exposición de la capacidad personal para extraer interpretaciones que nadie ha extraído, para ejercer la desambiguación moral o para leer todo un subtexto aunque el autor no sea consciente del mismo. Un "autor" bueno es aquel que da significado a lo que el crítico cree, independientemente de lo que ese autor realmente haya querido decir. La crítica como descomposición de partes muere y nace la crítica como reafirmación de valores, el esfuerzo por descomponer pasa a ser el esfuerzo por la superación de lo que uno mismo puede llegar a extraer.

En conclusión, el centro de atención se desplaza de la obra para situarse sobre el crítico que analiza la obra.

Y es la visión deconstructivista la que da sentido a todo esto, ya que toda interpretación del mensaje acaba siendo "correcta" en el sentido de que el autor no es un dios que provee de un sentido único a lo que dice, y sin embargo esta exaltación de la subjetividad interpretativa se ha convertido en el referente de objetividad, la "calidad" de la crítica se evalúa en función de lo que el crítico es capaz de extraer en términos de mensaje y significado en vez de en función de la capacidad de enumeración de elementos técnicos o artísticos, y es en este punto cuando la crítica de cine ya no necesita saber de cine. La misma visión que debería dar importancia al máximo de elementos objetivos que se pueda es la que alimenta el que nadie haga caso a estos elementos.

Como ya he dicho, yo no creo exactamente que el mensaje este siempre de parte del que lee, creo que el autor marca una dirección y en última instancia es su capacidad de transmitir la que hace que esta dirección quede más o menos clara, sin embargo, el camino que se sigue es todo lo contrario pues es evidente que resulta mucho más complicado el describir sin juzgar que el propio juicio en sí (que además es más divertido), así que la crítica actual es ese circo romano con los pulgares arriba o abajo que lo único que miden son los gustos personales del crítico...

Es por esto por lo que he abrazado la religión de lo formal. Siempre había creído que lo que me importaba de una obra era lo que contaba y no como lo contaba y resulta que no era así pero simplemente no me había dado cuenta...

Dicen, además, que los neo-conversos suelen ser los peores, por suerte yo siempre he sido converso, lo que pasa es que no lo sabía...

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