PARTE I
La respiración de una película (es decir, su ritmo, su cadencia, su movimiento, su montaje...) es, en esencia, el alma de la película. La historia debe existir, las imágenes fascinantes pueden realzar enteros un film, las actuaciones han de acompañar al tono... Pero la realidad es que lo que determina la calidad de una película es su ritmo, su cadencia, su movimiento... Su lenguaje.
Una poesía en un idioma desconocido puede resultar igual de hermosa que la de un García Montero o un Oliverio Girondo por el mero hecho de tener un movimiento sinuoso y perturbador, erótico, animal.
Con las películas pasa igual. Lo que aquí pretendemos es analizar un extraño fenómeno: Por qué hay cineastas que se desenvuelven tan bien en las distancias cortas y son capaces de tanto con tan poco dando resultados tan decepcionantes en su salto al abismo del largometraje. Y viceversa: Qué hay de aquellos cineastas que no fueron grandes artesanos de lo escaso y sin embargo enarbolaron su inmenso poder en el paso al gran formato.
Para aquellos que se dediquen al doloroso arte de la escritura esto les resultara más tangible. Un cortometraje puede ser un gag, un momento sorprendente, una escena común sin principio ni final, una imagen estática incluso. Y aunque sea posible, no es imprescindible definir nada. Ni aclarar nada. Ni tener ningún tipo de continuidad. Es como quien practica un ejercicio intenso y ejecuta la respiración anaeróbica, ininterrumpida, in crescendo hacia el punto álgido y con un fin abrupto.
Un largometraje, por el contrario, es aeróbico. Necesita respirar a diferentes alturas. Con diferentes tonos. Necesita amplitud.
Es, supongo, una cuestión interior, de cada uno. Supongo también que no se elige con cual comulgar y cualquiera de los dos extremos puede ser una cruz.
Vayamos a los dos ejemplos prácticos que he escogido (basando mi criterio en una opinión, como todas, absolutamente subjetiva).
La respiración de una película (es decir, su ritmo, su cadencia, su movimiento, su montaje...) es, en esencia, el alma de la película. La historia debe existir, las imágenes fascinantes pueden realzar enteros un film, las actuaciones han de acompañar al tono... Pero la realidad es que lo que determina la calidad de una película es su ritmo, su cadencia, su movimiento... Su lenguaje.
Una poesía en un idioma desconocido puede resultar igual de hermosa que la de un García Montero o un Oliverio Girondo por el mero hecho de tener un movimiento sinuoso y perturbador, erótico, animal.
Con las películas pasa igual. Lo que aquí pretendemos es analizar un extraño fenómeno: Por qué hay cineastas que se desenvuelven tan bien en las distancias cortas y son capaces de tanto con tan poco dando resultados tan decepcionantes en su salto al abismo del largometraje. Y viceversa: Qué hay de aquellos cineastas que no fueron grandes artesanos de lo escaso y sin embargo enarbolaron su inmenso poder en el paso al gran formato.
Para aquellos que se dediquen al doloroso arte de la escritura esto les resultara más tangible. Un cortometraje puede ser un gag, un momento sorprendente, una escena común sin principio ni final, una imagen estática incluso. Y aunque sea posible, no es imprescindible definir nada. Ni aclarar nada. Ni tener ningún tipo de continuidad. Es como quien practica un ejercicio intenso y ejecuta la respiración anaeróbica, ininterrumpida, in crescendo hacia el punto álgido y con un fin abrupto.
Un largometraje, por el contrario, es aeróbico. Necesita respirar a diferentes alturas. Con diferentes tonos. Necesita amplitud.
Es, supongo, una cuestión interior, de cada uno. Supongo también que no se elige con cual comulgar y cualquiera de los dos extremos puede ser una cruz.
Vayamos a los dos ejemplos prácticos que he escogido (basando mi criterio en una opinión, como todas, absolutamente subjetiva).
"Javier Fesser o como pasar de la genialidad a la destrucción de mitos”
"El secdleto de la tlompeta" era recargado, barroco, manierista… Pero había algo en él que lo hacia funcionar rematadamente bien (gustos aparte). Sus maneras de comic, sus colores… Todo encajaba en una historia poco convencional y rodada con buen pulso.
Después, llegó la genialidad en forma de suspiro: Una abuela patea un niño como si fuese una pelota. Y el artífice de tan espectacular narrativa no se conforma con romper las reglas básicas morales que impiden matar a un niño en pantalla (destrozadas previamente por un soberbio Haneke en “Funny Games”), sino que encima se atreve a repetirlo una y otra vez con diferentes formas y tamaños.
Y los cinéfilos de aquel entonces tan solo pudimos abrir mucho la boca y comenzar a intuir, primero, el gran cineasta en que podía convertirse este joven lleno de ideas diferentes, y segundo, un futuro que se percibía lejano y que hoy está más vivo que nunca: el cine a través de Internet del que Fesser ha sido portavoz en muchas ocasiones. El cine bueno, construido, fabricado, tejido sin un solo centavo.
"Javi y Lucy" (2001) más afortunada unas veces que otras, era la síntesis de todo eso aunque este original esteta nos daría más ejemplos con su limpio tiro en la frente al cine social de su primer trabajo para el notodofilmfest, “La sorpresita” (2001).
Fesser, un poco antes de estos micro-cortos, filmó su primer largometraje, que no nos sirve para el ejemplo pues no era un largometraje al uso. Extraño en su fondo y en su forma, desgajado y surrealista, “El milagro de P. Tinto” (1998) logró posicionar a esta joven promesa como un director de renombre (al menos en los círculos del cine) y, aunque su primera incursión en el formato largo no era clasificable totalmente como tal, si demostró un buen hacer patente y una estética visual personalísima heredera directa de “El secdleto de la tlompeta”.
Algunos en aquel entonces ya empezamos a cansarnos de tan “personal” manera de plantear la estética, pero era imposible negar lo evidente: Javier Fesser prometía, dirigía bien y para colmo hacía reír (reconozcámoslo: ¿Quién no ha esbozado una sonrisa por las mañanas al pensar en las “islas” de azucar en su café?).
El problema de saltar de riscos elevados… Es que hay que tener estilo para caer. Si uno acepta un encargo, corre el riesgo de hundirse en aguas demasiado profundas. Y ¡Eco! El gran cortometrajista que manejaba los tiempos a su antojo y que pudo incluso unir un montón de inconclusiones en su primer trabajo, caía ahora en picado hacia un pantano profundo del que le sería difícil salir. Y es que, una adaptación al comic no es fácil. Adaptar una historia surrealista que esta incrustada en la mente de varias generaciones tampoco. Y aunque Fesser era el autor estéticamente más arriesgado del panorama y su “comi(c)cidad” lo convertía en el director idoneo; lo único fácil que tenia en sus manos: la respiración del film; fue hecha pedazos (nuevamente, gustos aparte).
“La gran aventura de Mortadelo y Filemón” ( 2003) pasaba con más pena que gloria por el subconsciente colectivo.
Una vez más el cine se quedaba sin una buena adaptación al celuloide del formato impreso y la primera oportunidad de llevar un comic español a la gran pantalla era desperdiciada. (Esperamos ansiosos la adaptación de “El capitán Trueno” por parte del señor Ulloa o de algún que otro arriesgado director de cortos que sé de buena tinta que quiere hincarle el diente algún día).
Afortunadamente en el 2005 el señor Fesser volvía a las andadas brindándonos otra maravillosa lección de cine corto con un nuevo trabajo perfectamente medido y técnicamente impecable: La cabina (2005)
Sirva este primer ejemplo para demostrar que la narración es un arte con muchos caminos en el que el cortometraje y el largo toman direcciones diferentes. En la próxima entrega analizaremos dos o tres ejemplos de lo contrario, suceso más comun: mediocres trabajos breves frente a apabullantes operas primas.
by Nicolás Alcalá
PRÓXIMAMENTE: Zoom Radiático: En Clave de Rock también lucha por lo ineludible.
"El secdleto de la tlompeta" era recargado, barroco, manierista… Pero había algo en él que lo hacia funcionar rematadamente bien (gustos aparte). Sus maneras de comic, sus colores… Todo encajaba en una historia poco convencional y rodada con buen pulso.
Después, llegó la genialidad en forma de suspiro: Una abuela patea un niño como si fuese una pelota. Y el artífice de tan espectacular narrativa no se conforma con romper las reglas básicas morales que impiden matar a un niño en pantalla (destrozadas previamente por un soberbio Haneke en “Funny Games”), sino que encima se atreve a repetirlo una y otra vez con diferentes formas y tamaños.
Y los cinéfilos de aquel entonces tan solo pudimos abrir mucho la boca y comenzar a intuir, primero, el gran cineasta en que podía convertirse este joven lleno de ideas diferentes, y segundo, un futuro que se percibía lejano y que hoy está más vivo que nunca: el cine a través de Internet del que Fesser ha sido portavoz en muchas ocasiones. El cine bueno, construido, fabricado, tejido sin un solo centavo.
"Javi y Lucy" (2001) más afortunada unas veces que otras, era la síntesis de todo eso aunque este original esteta nos daría más ejemplos con su limpio tiro en la frente al cine social de su primer trabajo para el notodofilmfest, “La sorpresita” (2001).
Fesser, un poco antes de estos micro-cortos, filmó su primer largometraje, que no nos sirve para el ejemplo pues no era un largometraje al uso. Extraño en su fondo y en su forma, desgajado y surrealista, “El milagro de P. Tinto” (1998) logró posicionar a esta joven promesa como un director de renombre (al menos en los círculos del cine) y, aunque su primera incursión en el formato largo no era clasificable totalmente como tal, si demostró un buen hacer patente y una estética visual personalísima heredera directa de “El secdleto de la tlompeta”.
Algunos en aquel entonces ya empezamos a cansarnos de tan “personal” manera de plantear la estética, pero era imposible negar lo evidente: Javier Fesser prometía, dirigía bien y para colmo hacía reír (reconozcámoslo: ¿Quién no ha esbozado una sonrisa por las mañanas al pensar en las “islas” de azucar en su café?).
El problema de saltar de riscos elevados… Es que hay que tener estilo para caer. Si uno acepta un encargo, corre el riesgo de hundirse en aguas demasiado profundas. Y ¡Eco! El gran cortometrajista que manejaba los tiempos a su antojo y que pudo incluso unir un montón de inconclusiones en su primer trabajo, caía ahora en picado hacia un pantano profundo del que le sería difícil salir. Y es que, una adaptación al comic no es fácil. Adaptar una historia surrealista que esta incrustada en la mente de varias generaciones tampoco. Y aunque Fesser era el autor estéticamente más arriesgado del panorama y su “comi(c)cidad” lo convertía en el director idoneo; lo único fácil que tenia en sus manos: la respiración del film; fue hecha pedazos (nuevamente, gustos aparte).
“La gran aventura de Mortadelo y Filemón” ( 2003) pasaba con más pena que gloria por el subconsciente colectivo.
Una vez más el cine se quedaba sin una buena adaptación al celuloide del formato impreso y la primera oportunidad de llevar un comic español a la gran pantalla era desperdiciada. (Esperamos ansiosos la adaptación de “El capitán Trueno” por parte del señor Ulloa o de algún que otro arriesgado director de cortos que sé de buena tinta que quiere hincarle el diente algún día).
Afortunadamente en el 2005 el señor Fesser volvía a las andadas brindándonos otra maravillosa lección de cine corto con un nuevo trabajo perfectamente medido y técnicamente impecable: La cabina (2005)
by Nicolás Alcalá
PRÓXIMAMENTE: Zoom Radiático: En Clave de Rock también lucha por lo ineludible.
6 comentarios:
me encanta el articulo, espero el segundo con ganas. Pero os podiais haber cebado mas con la mierda de mortadelo y filemon no?no tengais miedo a fesser. un beso
muy buen articulo enhorabuena
"Milagro de P.Tinto" obra maestra [A ver si la pillo en dividí] y "Mortadelo y Filemón" decepción, sí, pero creo que lo que hizo que me gustara tan poco fue la asquerosa campaña publicitaria a todas horas, jodieron la mitad de los gags.
A ver dentro de un tiempo si la revisiono
P.D:Para mí lo más importante son los personajes, por encima de narración, ritmo, factor visual, etc
Sin una buena base...
Los personajes de mortadelo y filemon son fantasticos, y la pelicula es mala.
Superman es uno de los mejores personajes construidos nunca para el cine, y la pelicula...
Ethan es el mejor agente secreto desde bond y un personaje maravilloso, y Mision imposible 2...
No digo que con unos buenos personajes salga una buena película [Aunque si suele ser algo disfrutable], pero si que con unos personajes malos la pelicula ya puede brillar en todas las demás facetas que me parecera basura
Superman siempre me ha parecido uno de los peores personajes posibles: es invulnerable y eternamente bueno. No da cancha para contar nada minimamente interesante.
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