28 octubre, 2006

La respiración del film: cortos vs. largos (II)

PARTE II

En la primera parte de esta breve reflexión hablamos de cómo un buen cortometrajista podía fallar en su paso al largometraje debido a la gran diferencia, digamos métrico, rítmico, tonal o armónico según la teorización de Eisenstein, entre el cortometraje y el gran formato.



Pero también existe el otro extremo que es quizá aun más interesante. Lo ilustraremos con tres cineastas extraños, diametralmente opuestos en las formas pero con muchísimos puntos de tangencia temática y sobre todo: rítmica.

Comencemos:

David Lynch un día hizo un cuadro. Un cuadro que se movía. Un cuadro que era casi una película. Y así, este pintor que quería ser artista se interesó por la magia de repente y comenzó su función decadente. Ese cuadro, que después rehizo, se llamaba “Six men getting sick” (seis hombres poniéndose enfermos, 1966) y era un extraño producto “audiovisual” que se repetía durante algo mas de 5 minutos con extraños sonidos y formas.
Después de eso consiguió un pequeño presupuesto y rodó su primer cortometraje: “The alphabet” (el alfabeto, 1968).
Un corto oscuro, extraño, sin demasiado guión, que mezclaba técnicas de animación con canciones infantiles y una historia bastante tétrica de pesadillas infantiles.
Por último, hizo su cortometraje más elaborado (un mediometraje en realidad pues sobrepasa los 30 minutos de duración): “The grandmother” (la abuela, 1970).

Este corto comienza con una larga y maravillosa secuencia filmada en stop-motion y después continúa con una estética extrañamente teatral, situada sobre un fondo negro donde lo único imprescindible son los escasos muebles necesarios para interactuar y los actores que se nos presentan como figuras fantasmagóricas iluminadas con luz negra haciendo que brille su piel blanquecina.

Un ambiente familiar malsano impulsa a un pequeño niño a plantar unas semillas de las que crece una abuela en la que encontrará protección.

Este corto, excesivo en duración, partía de una premisa interesantemente surrealista que, en mi humilde opinión, fue ampliamente desaprovechada por Lynch que ya apuntaba maneras estéticas pero nada que se le acercara a una buena dirección o, como decíamos antes, una respiración correcta.
Aun así el corto mantenía por momentos la tensión y el suspense, elementos base que desarrollaría más tarde en su cine con la maestría del genio.



Entre medias de este último trabajo y el estreno de su opera prima medió otro pequeño cortometraje que realizó aprovechando unas pruebas de negativo que iba a hacer un amigo suyo que pretendía comparar dos marcas antes de decidirse por su compra. De esta forma Lynch aprovechó para realizar un cortometraje (por duplicado) con un guión escrito de un día para otro: The amputee (El/la amputado/a, 1974)
El nivel de este último es ampliamente superior al de los anteriores pero considero que no ilustra nuestro ejemplo pues lo realizó cuando ya llevaba tres años con su proyecto de “Eraserhead” (Cabeza Borradora) entre manos.

Así pues, una cortofilmografía extraña y paranoica, profundamente estética pero sin grandes alardes de nada, configuraba a este director como una figura más del panorama cinematográfico de los superabundantes años setenta. Década presidida por un lado por el gran cambio de Hollywood que forzaron los emergentes cineastas de las escuelas de cine cuando revolucionaron la industria y se hicieron con el control de sus películas (Coppola, Scorsesse, Lucas, De Niro, Beaty y una larga camarilla de amigos), y por el otro, por un entramado social subterráneo que se autodenominó “underground” y que aun en los setenta seguía elaborando obras artísticas controvertidas a un ritmo de producción casi industrial.

Pero Lynch, al margen de todo esto y una vez “aprendido el oficio”, demostró una vez más que el formato corto poco tiene que ver con el largo excepto en el concepto de imagen en movimiento.
Después de cinco años rodándola por la falta de presupuesto y diversos problemas, en 1977 David Lynch entregó (casi podríamos decir que vomitó) al mundo, la que es para muchos su mejor película y para algunos, entre los que me incluyo, uno de esos pocos films que han trascendido la cinematografía mundial y han llevado la imagen mucho más allá de la imagen.
El mundo contemplaba con las pupilas dilatas y la boca abierta la llegada del producto de una mente lucida y genial, enferma, extrema: “Eraserhead” (Cabeza Borradora, 1977).
Y aquí terminaremos el itinerario sobre este maravilloso autor pues es casi imposible hacer un comentario sobre “Cabeza Borradora” que pueda vivificar el espíritu de la película. Es pura poesía mesiánica de un pensamiento elevado. La Biblia de una estética y sobre todo: Prueba irrefutable que convertía a Lynch en maestro del cine aeróbico, un manifiesto rítmico sobre la respiración del film.

En la tercera entrega veremos el ejemplo de otro cineasta controvertido: Alejandro Amenábar.

PD: Se pueden encontrar todos los cortometrajes de David Lynch comentados por el propio director en la película “The short films of David Lynch” (2002) que se pueden adquirir en dvd en su página web oficial: www.davidlynch.com

by Nicolás Alcalá

PRÓXIMAMENTE: Zoom Radiático: En Clave de Rock también lucha por lo ineludible.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este post tenía mucho más juego. Si se analizan todos los cortos, debería hablarse de todos los largos, no del primero.

De todas formas, Lynch es un experimento cambiante sin importar el formato. De hecho, sus cortos no son nada comparables al resto de la época. Y marcaba un estilo y unas pautas. No estoy de acuerdo en que se le ponga como ejemplo de 'cortos malos, largos buenos'.

Y, adelantándome, Amenábar tampoco es un ejemplo de esto. Sus cortos están a la altura (en estilo narrativo) de lo que serían sus pelis.

Hay otros ejemplos que, aunque no tengan tanto renombre, son más evidentes para lo que usted quiere explicar.

Saludos desde La Bellota!

Anónimo dijo...

Como bien aviso, es una opinion subjetiva.

Escogí a los autores por dos motivos: uno, porque creo que son un buen ejemplo de lo que quiero exponer (si no, obviamente, no los habría escogido :) ) y segundo, por ser autores conocidos. Lo que me interesa es que se entienda el ejemplo.

Respecto a lo de los films, tiene toda la razón, y pensaba analizarlos en los siguientes autores: Cronenberg y Amenabar. En Lynch, precisamente por lo experimental y camaleónico de su filmografía me hubiera sido más difícil sacar una conclusión clara.

Y sobre Amenabar, evidentemente, diferimos. Tampoco quiero adelantar mucho pero aunque no me parezca un impresionante director si he de confesar que me parece que al menos cumple con creces. Como director de cortos sin embargo... (¿Se puede utilizar la palabra deplorable?) Bueno... Diremos vergonzoso.

Pero ya me extenderé sobre esto.

Un saludo :)