14 enero, 2008

Cine y política: El mito del viaje temporal. TRANCO I




Los procesos de la mítica, consistentes en la construcción de historias explicativas a modo de metáfora ontológica, aislamiento o resumen de la condición humana, contienen en su misma naturaleza la opción de emplear la creación o manipulación de cadenas de acontecimientos desde una perspectiva utópica, con objeto de encauzar las actitudes de las masas en función de la información ofertada. Hasta la ulterior llegada de la cultura del audiovisual, religión y propaganda se convierten pues en las principales formas de materialización de esta posibilidad. Es con esta irrupción que el mito de la caverna platónica, como explicación diferenciadora de la verdad y la mentira, adquiere su sentido más literal, en tanto estrategia que emplea la proyección de sombras para alcanzar el objetivo de la hegemonía intelectual. Según George Steiner, la evolución humana está ligada eterna, indefectiblemente al lenguaje, y según Einsenstein, cada revolución del lenguaje cinematográfico está relacionada con el montaje, esencia misma del discurso fílmico. Como reformulación del lenguaje, el audiovisual supone a los mecanismos de comunicación una convulsión íntima, desde los depositarios de la información, hacia quienes la reciben y procesan hasta construir una red de nuevas significaciones, de ahí que en su afianzamiento establezca una nueva categoría de representación, y por tanto de proyección mítica/lógica, o logomítica en el sentido esgrimido por Lluis Duch.

Especificamos “hasta la llegada de la cultura del audiovisual” porque si bien la función de esta es similar a la sostenida por las estrategias de alienación desde otras artes o soportes de comunicación más o menos masiva, por primera vez, con el nacimiento del cinematógrafo, existe una percepción clara de los sucesos más allá de lo documental, una reproducción a voluntad del “gatekeeper” que desee influir en la audiencia, merced a la atracción que entraña la visión directa de acontecimientos y actitudes. Por primera vez los guardianes de la información son tan dueños del tiempo como del espacio, en la reproducción insólita de movimientos y actividades humanas. Así pues podríamos encadenar, en el orden mito-religión-propaganda, un cuarto factor, estrictamente asimilado a la naturaleza logomítica: el simulacro, nueva manifestación del orden mítico que actualiza el panfleto con cualidades netas en un viaje del logos al mythos cercano a la evolución publicitaria. A través de este, y en respuesta a los otros tres eslabones de la historia evolutiva de la persuasión, la ciencia del convencimiento se perfecciona, recuperando la imagen de ese pasado en la realidad presente, irrefutable, de la representación. El cine, expresión máxima de la teoría matemática de Shannon en su carácter de administración directa de la información sin (apenas) injerencias externas, supone por tanto la manifestación más extrema de ese cuarto paso de la cadena. Los arquetipos propuestos por sus fórmulas de representación son similares a los religiosos y los propagandísticos: iconos intocables, tan irrefutables e intangibles como la propia luz proyectada en la pantalla.

Por Juanjo Iglesias

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