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El zoom erótico ha querido entrevistar a Tonio L. Alarcón a propósito de la publicación de su nuevo libro. Se trata posiblemente de un top 5 en la crítica española y de una persona a tener siempre en cuenta. Os adjuntamos aquí la información esquemática de su carrera y la primera de las tres entrevistas que le haremos.
Tonio L. Alarcón (Barcelona, 1976) es periodista y crítico de cine.
Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Escribió sus primeras críticas para la revista on-line Joined! y el programa radiofónico Fora d’Hores. Desde 2005 su trabajo aparece regularmente en las revistas cinematográficas Dirigido por e Imágenes de Actualidad, en la cual actualmente se encarga de coordinar la redacción.
Escribe críticas y reportajes cinematográficos en las revistas DeCine, Scifiworld Magazine, Miradas de Cine y Numerocero. Ha escrito también sobre cine en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, en la revista [Oxígeno] y en las páginas web Supernovapop y We Love Cinema. Participa de forma habitual en las publicaciones del Festival de Sitges y de Donostia Kultura (Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián y ciclos Nosferatu). Ejerce, además, como profesor de los Estudios de Crítica Cinematográfica de la escuela La Casa del Cine, realiza cursos monográficos para la tienda The Cine, ha intervenido como ponente en el Máster en Producción y Comunicación Cultural de la Facultat de Comunicació Blanquerna, ha colaborado en las ediciones en DVD de Avalon Productions y Versus Entertainment, y ha trabajado en diversos proyectos para Friki Films.
A partir de aquí, la primera entrevista que le haremos, realizada por Henrique Lage.
¿Está afectando la profusión de crítica amateur on-line al respeto y confianza en el crítico profesional y los medios escritos?
Afecta en la misma medida que la aparición de los medios on-line ha provocado un auténtico terremoto en el mercado de las publicaciones escritas que, además, se ha agravado con la crisis económica que estamos sufriendo. Me refiero que a la gente tiende cada vez más a “lo gratis”, sobre todo ahora que hay que apretarse el cinturón casi hasta el ahogo. Así que llevar revistas al kiosco cada vez es menos rentable: veremos si, en un margen de uno o dos años, no caen algunas cabeceras cinematográficas con cierto renombre.
Y en cuanto al surgimiento de nuevos críticos, lo cierto es que siempre he visto la multiplicación de las revistas de cine on-line como un fenómeno paralelo al de los viejos fanzines. Todos hemos de empezar por algún lugar, y es lógico y, de hecho, muy sano, que vayan surgiendo recambios para los críticos más veteranos.
¿Cómo puede adaptarse el crítico al nuevo superespectador, tan consciente e informado gracias a la red?
Estando a su misma altura. Creo que uno, como crítico, no puede dejar nunca de ser curioso, ni de renovarse continuamente, para no quedarse anclado en el pasado. Por desgracia, a mi alrededor veo muchos veteranos que se han acomodado en su poltrona y que se dedican a ver pasar el cine moderno con una ceja levantada... No se puede vivir siempre mirando hacia atrás con nostalgia, de la misma manera que tampoco se debe darle la espalda a toda la tradición cinematográfica, porque entonces tus reflexiones siempre van a ser mucho más pobres de lo que podrían llegar a ser. Cuando algunos lectores me han calificado de “moderno” por hablar de Judd Apatow o por defender a Zack Snyder, y me lo tomo como un piropo, la verdad.
A la vista de casos como la crítica de David Denby al Millenium de Fincher, ¿están resultando los embargos y exclusividades la única solución a la crítica cinematográfica, en una relación simbiótica que se traduce en ejercicio publicitario a los grandes estudios?
El (vergonzoso) caso de Denby es muy sintomático de la esquizofrenia que sienten, ahora mismo, tanto productoras como distribuidoras. El negocio del cine están en proceso de cambio, todavía no sabemos hacia qué, pero todo el mundo está acojonado y no sabe muy bien a qué atenerse. No hay más que ver los bailes de fechas de estreno que hay últimamente. Frente a todo ello, la verdad, los críticos somos como motitas de polvo dentro del engranaje industrial. No creo que tengamos poder real alguno, y tampoco creo que sea nuestra función: sé que a todo el mundo le gusta el tema de las estrellitas, porque es visual, y permite observar con un solo vistazo qué opinamos de una película, pero la crítica debería ser una fuente de reflexión a posteriori, una forma de enriquecer el visionado de la película. No una recomendación de amiguetes.
Ante la polémica de cómo han tratado los principales medios de este país el periodismo cultural. ¿Qué responsabilidades se les puede exigir a los críticos frente a sus lectores?
Hay que exigirles honestidad. A partir de ahí, creo que cada uno tiene que hacer su trabajo como quiere y puede: si no te gusta Boyero o te aburre Jordi Costa, es tan fácil como no leerlos. Por eso mismo, a quien también creo que habría que exigir honestidad es a los lectores, sobre todo cuando tienen cierto peso industrial. Usando un símil futbolístico, con la idea de simplificar un poco las cosas, si yo quiero leer artículos que hablen bien del Barça, no me voy a comprar el As o el Marca, y sobre todo no organizaré una carta colectiva quejándome de que estén siempre hablando del villarato o defendiendo a Mourinho. Ya sé que lo hacen, porque tienen un público que piden eso, así que ¿por qué cogerlos si no quiero cabrearme, si encima voy a estar dándoles más lectores? Creo que hay oferta suficiente en el mercado, tanto en papel como on-line, como para no tener que leerte las crónicas de Boyero. Yo, personalmente, no lo hago nunca.
¿Están ejerciendo algunos pensamientos críticos una presión que ya no consiste en dar a conocer a autores significativos, sino en “crearlos”?
Claramente. Determinadas tendencias críticas buscan, de forma un tanto obsesiva y, a veces, bastante artificial, crear corrientes de opinión, para poder liderarlas y extraer rendimiento intelectual de las mismas, ya no sólo dentro de las publicaciones que las albergan, sino también en ramificaciones diferentes. Es una forma, he de reconocerlo, muy inteligente de decir “Eh, aquí estamos”, y al mismo tiempo ganarte un cierto peso dentro de la industria cultural del país. Quizá es que yo soy muy naïf, pero a mí me parece mucho más honesto mirar a tu alrededor y destacar lo que te parece interesante (aunque te equivoques: yo he defendido a muerte a Alexandre Aja, y ahora me doy cuenta de que quizá no era para tanto), sin tener en cuenta si con eso vas a conseguir que te den palmaditas en la espalda o te inviten a dar conferencias en una universidad afín a tu forma de ver el cine.
¿Cómo surge la escritura de Superhéroes: Del cómic al cine y qué proceso seguiste para llevarla a cabo?
Surge del impulso de dar el paso a la escritura de mi primer libro de cine en solitario. Y de la necesidad de buscar un tema comercialmente atractivo, y con el que me sintiera cómodo... Hice un listado de los mismos y lo moví por varias editoriales, hasta que a Miguel San José Romano, de Calamar Ediciones, le llamó la atención el tema de los superhéroes y decidimos llevarlo adelante. A partir de ahí hice un esquema de trabajo, que se ha mantenido casi inamovible durante todo el proyecto, y lo que hice, básicamente, fue realizar toda una recogida de datos masiva, así como un repaso rápido de todas las películas y series de animación de las que tenía que hablar. En realidad, tenía muy claro todo lo que quería decir, y de qué manera, pero me vino bien refrescarlo todo. De hecho, el proceso de escritura fue bastante rápido.
¿Es posible un cine de superhéroes que no renuncie a la evolución del género dentro del cómic o que no recicle estrategias editoriales (reboots, crosoovers, etc)?
Es difícil por una cuestión: que las adaptaciones siempre tienen muy en cuenta, quizá demasiado, a los aficionados a determinados personajes o grupos, sobre todo desde que están consiguiendo unos éxitos de taquilla tan brutales. Así que, en general, están hechas con un punto de respeto excesivo que acartona las propuestas más de lo que debería. Quizá la solución sería, como hacía DC en su momento, diferenciar entre acercamientos mainstream a los superhéroes, y luego propuestas más personales e independientes, que se atrevieran a renovar un poco el panorama. Pero, viendo cómo funciona la industria del cine, y que la cosa no está para experimentos, veo difícil que la cosa evolucione, al menos a corto plazo.
¿De dónde crees que surge la ausencia de un cine de superhéroes español? ¿Es consecuencia del descreimiento, la falta de una base en el tebeo o la dejadez de la industria por cierto cine de género?
Surge de lo mismo que la ausencia casi absoluta de cine de ciencia-ficción: por un complejo de inferioridad extraño con respecto a industrias del cine más desarrolladas, sobre todo la americana. Hay que pensar que, hasta hace apenas un par de décadas, la industria española no se consideraba capaz de hacer ni escenas de acción decentes, ni efectos especiales con cara y ojos, y toda una nueva generación de directores ha demostrado que todo aquello no eran más que complejos, lo que precisamente ha derivado en un cierto boom del cine de terror. Así que imagino que es cuestión de tiempo, y que alguien se atreva, como Nacho Vigalondo con Los cronocrímenes y Extraterrestre, a quitarse las tonterías de encima y a acercarse, primero, a la ciencia-ficción, y luego, al cine de superhéroes, con honestidad y con un punto de vista personal y autóctono.
Escribe críticas y reportajes cinematográficos en las revistas DeCine, Scifiworld Magazine, Miradas de Cine y Numerocero. Ha escrito también sobre cine en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, en la revista [Oxígeno] y en las páginas web Supernovapop y We Love Cinema. Participa de forma habitual en las publicaciones del Festival de Sitges y de Donostia Kultura (Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián y ciclos Nosferatu). Ejerce, además, como profesor de los Estudios de Crítica Cinematográfica de la escuela La Casa del Cine, realiza cursos monográficos para la tienda The Cine, ha intervenido como ponente en el Máster en Producción y Comunicación Cultural de la Facultat de Comunicació Blanquerna, ha colaborado en las ediciones en DVD de Avalon Productions y Versus Entertainment, y ha trabajado en diversos proyectos para Friki Films.
A partir de aquí, la primera entrevista que le haremos, realizada por Henrique Lage.
¿Está afectando la profusión de crítica amateur on-line al respeto y confianza en el crítico profesional y los medios escritos?
Afecta en la misma medida que la aparición de los medios on-line ha provocado un auténtico terremoto en el mercado de las publicaciones escritas que, además, se ha agravado con la crisis económica que estamos sufriendo. Me refiero que a la gente tiende cada vez más a “lo gratis”, sobre todo ahora que hay que apretarse el cinturón casi hasta el ahogo. Así que llevar revistas al kiosco cada vez es menos rentable: veremos si, en un margen de uno o dos años, no caen algunas cabeceras cinematográficas con cierto renombre.
Y en cuanto al surgimiento de nuevos críticos, lo cierto es que siempre he visto la multiplicación de las revistas de cine on-line como un fenómeno paralelo al de los viejos fanzines. Todos hemos de empezar por algún lugar, y es lógico y, de hecho, muy sano, que vayan surgiendo recambios para los críticos más veteranos.
¿Cómo puede adaptarse el crítico al nuevo superespectador, tan consciente e informado gracias a la red?
Estando a su misma altura. Creo que uno, como crítico, no puede dejar nunca de ser curioso, ni de renovarse continuamente, para no quedarse anclado en el pasado. Por desgracia, a mi alrededor veo muchos veteranos que se han acomodado en su poltrona y que se dedican a ver pasar el cine moderno con una ceja levantada... No se puede vivir siempre mirando hacia atrás con nostalgia, de la misma manera que tampoco se debe darle la espalda a toda la tradición cinematográfica, porque entonces tus reflexiones siempre van a ser mucho más pobres de lo que podrían llegar a ser. Cuando algunos lectores me han calificado de “moderno” por hablar de Judd Apatow o por defender a Zack Snyder, y me lo tomo como un piropo, la verdad.
A la vista de casos como la crítica de David Denby al Millenium de Fincher, ¿están resultando los embargos y exclusividades la única solución a la crítica cinematográfica, en una relación simbiótica que se traduce en ejercicio publicitario a los grandes estudios?
El (vergonzoso) caso de Denby es muy sintomático de la esquizofrenia que sienten, ahora mismo, tanto productoras como distribuidoras. El negocio del cine están en proceso de cambio, todavía no sabemos hacia qué, pero todo el mundo está acojonado y no sabe muy bien a qué atenerse. No hay más que ver los bailes de fechas de estreno que hay últimamente. Frente a todo ello, la verdad, los críticos somos como motitas de polvo dentro del engranaje industrial. No creo que tengamos poder real alguno, y tampoco creo que sea nuestra función: sé que a todo el mundo le gusta el tema de las estrellitas, porque es visual, y permite observar con un solo vistazo qué opinamos de una película, pero la crítica debería ser una fuente de reflexión a posteriori, una forma de enriquecer el visionado de la película. No una recomendación de amiguetes.
Ante la polémica de cómo han tratado los principales medios de este país el periodismo cultural. ¿Qué responsabilidades se les puede exigir a los críticos frente a sus lectores?
Hay que exigirles honestidad. A partir de ahí, creo que cada uno tiene que hacer su trabajo como quiere y puede: si no te gusta Boyero o te aburre Jordi Costa, es tan fácil como no leerlos. Por eso mismo, a quien también creo que habría que exigir honestidad es a los lectores, sobre todo cuando tienen cierto peso industrial. Usando un símil futbolístico, con la idea de simplificar un poco las cosas, si yo quiero leer artículos que hablen bien del Barça, no me voy a comprar el As o el Marca, y sobre todo no organizaré una carta colectiva quejándome de que estén siempre hablando del villarato o defendiendo a Mourinho. Ya sé que lo hacen, porque tienen un público que piden eso, así que ¿por qué cogerlos si no quiero cabrearme, si encima voy a estar dándoles más lectores? Creo que hay oferta suficiente en el mercado, tanto en papel como on-line, como para no tener que leerte las crónicas de Boyero. Yo, personalmente, no lo hago nunca.
¿Están ejerciendo algunos pensamientos críticos una presión que ya no consiste en dar a conocer a autores significativos, sino en “crearlos”?
Claramente. Determinadas tendencias críticas buscan, de forma un tanto obsesiva y, a veces, bastante artificial, crear corrientes de opinión, para poder liderarlas y extraer rendimiento intelectual de las mismas, ya no sólo dentro de las publicaciones que las albergan, sino también en ramificaciones diferentes. Es una forma, he de reconocerlo, muy inteligente de decir “Eh, aquí estamos”, y al mismo tiempo ganarte un cierto peso dentro de la industria cultural del país. Quizá es que yo soy muy naïf, pero a mí me parece mucho más honesto mirar a tu alrededor y destacar lo que te parece interesante (aunque te equivoques: yo he defendido a muerte a Alexandre Aja, y ahora me doy cuenta de que quizá no era para tanto), sin tener en cuenta si con eso vas a conseguir que te den palmaditas en la espalda o te inviten a dar conferencias en una universidad afín a tu forma de ver el cine.
¿Cómo surge la escritura de Superhéroes: Del cómic al cine y qué proceso seguiste para llevarla a cabo?
Surge del impulso de dar el paso a la escritura de mi primer libro de cine en solitario. Y de la necesidad de buscar un tema comercialmente atractivo, y con el que me sintiera cómodo... Hice un listado de los mismos y lo moví por varias editoriales, hasta que a Miguel San José Romano, de Calamar Ediciones, le llamó la atención el tema de los superhéroes y decidimos llevarlo adelante. A partir de ahí hice un esquema de trabajo, que se ha mantenido casi inamovible durante todo el proyecto, y lo que hice, básicamente, fue realizar toda una recogida de datos masiva, así como un repaso rápido de todas las películas y series de animación de las que tenía que hablar. En realidad, tenía muy claro todo lo que quería decir, y de qué manera, pero me vino bien refrescarlo todo. De hecho, el proceso de escritura fue bastante rápido.
¿Es posible un cine de superhéroes que no renuncie a la evolución del género dentro del cómic o que no recicle estrategias editoriales (reboots, crosoovers, etc)?
Es difícil por una cuestión: que las adaptaciones siempre tienen muy en cuenta, quizá demasiado, a los aficionados a determinados personajes o grupos, sobre todo desde que están consiguiendo unos éxitos de taquilla tan brutales. Así que, en general, están hechas con un punto de respeto excesivo que acartona las propuestas más de lo que debería. Quizá la solución sería, como hacía DC en su momento, diferenciar entre acercamientos mainstream a los superhéroes, y luego propuestas más personales e independientes, que se atrevieran a renovar un poco el panorama. Pero, viendo cómo funciona la industria del cine, y que la cosa no está para experimentos, veo difícil que la cosa evolucione, al menos a corto plazo.
¿De dónde crees que surge la ausencia de un cine de superhéroes español? ¿Es consecuencia del descreimiento, la falta de una base en el tebeo o la dejadez de la industria por cierto cine de género?
Surge de lo mismo que la ausencia casi absoluta de cine de ciencia-ficción: por un complejo de inferioridad extraño con respecto a industrias del cine más desarrolladas, sobre todo la americana. Hay que pensar que, hasta hace apenas un par de décadas, la industria española no se consideraba capaz de hacer ni escenas de acción decentes, ni efectos especiales con cara y ojos, y toda una nueva generación de directores ha demostrado que todo aquello no eran más que complejos, lo que precisamente ha derivado en un cierto boom del cine de terror. Así que imagino que es cuestión de tiempo, y que alguien se atreva, como Nacho Vigalondo con Los cronocrímenes y Extraterrestre, a quitarse las tonterías de encima y a acercarse, primero, a la ciencia-ficción, y luego, al cine de superhéroes, con honestidad y con un punto de vista personal y autóctono.
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