Raúl Cerezo y J.M. Asensio se desALMAN. Sin otro particular...
Raúl, cuéntanos cuáles fueron tus comienzos en el medio audiovisual.
Todo empezó en las sesiones dobles y continuas con el abuelo. Una imagen icónica que tiene más verdad que 27 libros de universidades. Luego hice diplomaturas y curré mucho en la tele. Pero nada tenía valor porque todo está en ver mucho cine, mucho, y saber los pasos básicos de la teoría. Esto desde un punto de vista creativo, claro, pero para la técnica sí que veo la necesidad del rol “machaca”, aunque más práctico que teórico. Pasé por muchos programas televisivos (incluso Gran Hermano y Esta noche cruzamos el Mississippi) hasta que acabé donde estoy, en Telson Calle 13/Sci Fi. Pero esto es desde el prisma laboral. Desde una mirada artística fue todo paralelo y sin ánimo de lucro: cortometrajes con Paranoia Producciones zafio-domésticos y cachonduelos que acabaron en el único de ellos profesional: “Lenguas“. También hice un trabajo fin de diplomatura temible, co-dirigido con un pirado de tomo y lomo la mar de divertido: “La Redención“, también en formato profesional. Todos ganaron los suficientes premios como para no tirar la toalla. Luego llegó “Escarnio“, un trabajo tan mimado que me vuelvo loco de pensarlo. Eso me introdujo en eso que llaman mundillo y luego llegaron Escorto y los trabajos que hice para él. Le acompañaron El zoom erótico (el blog), La Tierra prometida (el foro) y el cómo convertirse en alguien dedicado de lleno al asunto, para bien y para mal. Pero estoy hasta los cojones, sin duda, aunque no soy capaz de dejarlo. Como el tabaco y esas gandalladas.
¿Hasta cuándo hacer cortometrajes es por amor al arte?
Para mí los cortometrajes son un camino hacia el largo, sólo y exclusivamente. Quien diga lo contrario, miente. Hacemos cortos por amor al largo, nos introducimos en los cortometrajes porque nos gustan las películas. Uno más uno no son 2.158, por mucho que se vocee.
Tu primer trabajo oficial es “Lenguas”. ¿De dónde sacas una idea tan descabellada y tan sangrienta? ¿Fue algún película la que te inspiró?
Estaba enamorado del cine de Scorsese, el cine adolescente de los 80, mi vida personal (egocentrismo puro), odiaba “Al salir de clase” (la serie) y quería parodiarla. Quería poner un poco también de mí mismo y tenía una idea que me obsesionaba: el cómo un chisme chorra puede terminar con vidas. En cualquier caso, la ficción no es real, qué duda cabe, pero todos los personajes que salen existían con frases clavadas. Fue tan autobiográfico que asusta, ya que todo lo que dice el corto pasaba tal cual, hasta el punto de juntárseme ficción con realidad tal y como se relata. Era un enfermo. Sigo enfermo. Me duele ahora mismo la cabeza.
Tras “Lenguas” llegaría años más tarde “Escarnio”. ¿Por qué tanto tiempo entre uno y otro? ¿Se necesitan tantos años para elaborar un proyecto de cortometraje?
Se necesitan siglos, a veces. Y otras, no hay manera de sacarlo. De hecho, conozco muy pocos casos de cortos, como “Escarnio”, estrenados en este país. Era un corto complejo, ambicioso, caro y que requería mimo y 100 profesionales trabajando por la cara. En cualquier caso, tardo mucho entre proyecto y proyecto porque no tengo enchufe y me gusta hacer cortos profesionales y trabajados. Soy más de uno bien que de cuatro regular.
¿Qué significan los festivales para el cortometraje y el cortometrajista?
Todo, todito. Los festivales al cortometraje son como los platos para la comida de cada día. Todo, todito. Todito, todo.
¿Es un error hacer un cortometraje pensando en festivales?
¿Es un error hacer una película pensando en la taquilla? En la respuesta de cada uno estará la definición de cada autor.
¿Cómo ves el panorama del cortometraje en España en cuanto a las secciones oficiales de los festivales? ¿No crees que domina la temática social y los trabajos que muestran una visión en cierta manera de reality (padres alcohólicos, infidelidades, problemas de salud, etc)?
Creo que el problema de los jurados de España es que generalmente son malos, no tienen maldita la idea, así de claro. Eso hace que premien los cortos ya premiados en otros festivales o los que les tocan la vena fácil, que suelen ser ésos que citas. Es falta de criterio, simplemente. Pero también hay festivales estupendos, y creo firmemente, como director de un festival, que la gente buena acaba saliendo a la luz. SIEMPRE. No hay talentos escondidos. Lo que sí hay es mucho conocido que no se lo merece por la falta de criterio de los jurados y el efecto bola de nieve de los premios, eso sí. Pero bueno, es tan necesario como el esperar hoy en día un poquito para ver una página web, al menos de momento.
El consumo del cortometraje se restringe a realizadores de los mismos. Esto forma un “sub-mundo” donde terminan siendo cuatro los cortometrajistas conocidos y premiados. El cortometraje para que llegue a ser consumido por espectadores y se convierta en algo habitual, ¿cómo debe tratarse, como debe difundirse? ¿Tal vez los videoclubes deberían acogerlos?
Pues pienso que NO NOS QUIEREN. Así de sencillo. Y el motivo es por todo el ganado que hay metido dentro. Me explico. Hay mucha gente que en el mundo del corto está empezando y, encima, quizá no merezca acabar. O sea, cortos basurescos. Y un buen número hay, ponle que el ochenta por ciento. Claro, eso un cortometrajista lo aguanta, un espectador medio no. Ante tan baja calidad en el asunto y tan alarmante amateurismo destilado, es imposible hacer nada. Y sí, hay muchos que merecerían publicitarse, pero nadie está dispuesto a tragarse todos para llegar a ver esos pocos que sí merecen la pena, porque saben que las convocatorias de cortos hacen llegar TONELADAS de mierda. ¿Qué pasa? Que los pocos que sí aguantan son los pocos que tienen acceso a hacer, como mucho, un festival. El resto están demasiado ocupados, se supone. Sin interés ninguno por el asunto, vaya. ¿Lo mejor? Disfrutar de la freakada que es hacer cortometrajes, del poco sentido, fuera de llegar al largo, que tiene.
Hablando con gente en eventos relacionados con el cine hemos dado con mucha gente que conoce el blog “El Zoom Erótico”. Esto es bueno, pero muchos coinciden en que no pueden terminar de leer las críticas porque son excesivamente largas. ¿Esto es debido a que el blog está vinculado a un publico más cinéfilo, o que el equipo de “El zoom” es demasiado cinéfilo y se niega a acortar sus críticas?
Se debe a que es un blog destinado a un espectador/lector exigente. Sí, pedimos espectadores exigentes en el mundo del corto. ¿Surrealista, bobo? Sí, pero quizá por eso seamos los líderes y no paren de intentar imitarnos sin éxito.
El Festival de Cortometrajes de El Escorial (ESCORTO) llega a su segunda edición con más peso y calidad. ¿Cuál es el secreto de que un festival tenga tanto éxito en su primer año?
Trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, trabajo y componentes. Y sobre todo personas que saben más que nadie del mundo del cortometraje en este país, así te lo espeto.
¿La selección de cortometrajes de Escorto se basa en algún criterio? ¿Hay algún requisito que los cortometrajistas deberían tener en cuanta a la hora de mandar su cortometraje?
Ninguno, absolutamente ninguno. Sólo intentar hacer las cosas bien, sin importar los medios que se dispongan. De hecho, el año pasado teníamos una selección que fue fiel espejo del año. Éste vamos un poco más allá, ya que no queremos ser reflejos de nada, sólo queremos meter lo mejor de esta promoción, desde nuestro punto de vista. Nada de meter morralla, este año el filtro será un absoluto escarnio.
Para terminar. ¿Cuál es tu próximo proyecto cinematográfico?
Fundé la semana pasada mi primera productora audiovisual: Tarántula Producciones. Mis socios son Diego López Cotillo y Raúl Méndez, personas prístinas, sin importar lo impresionantes profesionales que son. Créeme, tendrás noticias.
Muchas gracias por concedernos tu tiempo.
Gracias a vosotros, que sois otros pirados más entre los que me incluyo. Gracias por vuestro desquicie, en nombre de toda la enana comunidad cortometrajística.
by Isaac Berrokal
Bueno J.M., ambos vivimos de una u otra manera una década que tú mismo has calificado de “irrepetible”. Como no podía ser de otra forma, nos referimos a los 80, una época tan denostada como añorada con nostalgia. ¿Qué recuerdas de tu niñez en aquellos maravillosos años?
Buf, demasiado para condensarlo en unas pocas líneas. Mis recuerdos son los de toda una generación: una televisión más inofensiva, multitud de juegos de mesa, legiones de muñecos con sus respectivos vehículos, la paga semanal fundida en las máquinas recreativas, el sonido del MSX cargando aquellos videojuegos de cassette, simples pero tremendamente adictivos y complicados de terminar, toneladas de cómics, películas que nos hacían creer en la magia del cine…
Y luego están mis recuerdos particulares: los veranos en la casa de la sierra haciendo excursiones con la bici Motoretta o en plan commando con mi primo, los dos vestidos de camuflaje y con la mochila llena de armas para eliminar objetivos imaginarios; los revolcones que me pegaban las olas en la colchoneta cuando bajábamos a Torrox, las conversaciones con mi abuelo sobre la naturaleza y el arte, las clases de Pretecnología de EGB en las que fabricábamos todo tipo de cosas, los primeros tonteos con… los juegos de rol… ¿Creías que iba a decir con las niñas? Quita, quita, las niñas eran aquellas odiosas criaturas que te hacían rabiar y a las que no podías pegar como a tus amigos porque te caía una buena. Las niñas eran el enemigo… hasta que empezamos a mirarlas con otros ojos, claro.
Desde luego fuiste precoz, porque con tan sólo catorce años ya estabas involucrado en el rodaje de un cortometraje, “La Tenia”. Yo, que he tenido la oportunidad de ver el divertido montaje que realizaste conmemorando su décimo aniversario en 2004, destacaría el encanto y la pasión con la que está realizado. ¿Qué recuerdas de tu primer acercamiento al cine y a su proceso creativo?
Mi primera escuela de cine fue el propio cine. Como espectador tenía ciertas nociones de lenguaje audiovisual, pero en 1994 no sabía que existían los cortometrajes como un formato en sí mismo. Yo era uno más de los que cogían la cámara de sus padres y se ponía a grabar sin guión y sin tener en cuenta la duración, así que aquello fue más un experimento que un corto propiamente dicho.
Todo surgió a raiz de un ejercicio de inglés en 2º de BUP. Había que continuar un relato de Roald Dahl titulado “Poison”, y lo que se le ocurrió a uno de mis amigos fue tan surrealista que cuando lo leyó en clase todos nos moríamos de la risa, incluido el profesor. Su historia sobre la Tenia asesina tuvo tanto éxito que decidimos grabarla en vídeo, añadiéndole gags absurdos y parodias a películas y anuncios de la época, que íbamos improvisando sobre la marcha.
Yo me encargué de fabricar la Tenia como una marioneta de tubos recubiertos de plastilina que se movía con hilos de nylon, y además “interpreté” al doctor que venía en auxilio del protagonista y le ayudaba a matar al bicho elaborando un compuesto casero en un sifón de gaseosa. El “rodaje” duró meses porque nos juntábamos cuando podíamos, y eso se nota en cantidad de fallos de raccord. Salimos con el pelo largo, luego corto, con gafas, sin gafas… Como pretendíamos doblarlo, casi siempre había gente hablando fuera de campo, dando instrucciones al que grababa o simplemente riéndose. Lo hicimos todo en la casa de mis abuelos, que fueron testigos de nuestros primeros pinitos con el cine, y al final lo monté como se hacían las cosas antes, grabando de vídeo a vídeo. Por supuesto la sincronización brillaba por su ausencia y lo de doblarlo era una utopía.
El resultado a nivel técnico fue tan lamentable que no sé cómo tuvimos el valor de presentarlo a un concurso de vídeos de otro instituto. Éramos los únicos que estábamos en la categoría de ficción y el premio quedó desierto. Por si fuera poco, el que organizaba aquello nos restregó la pésima calidad de imagen y sonido diciendo: “hombre, podíais haber usado una mesa de mezclas”, que era lo que pensábamos comprar con el dinero del premio... Pero nos lo pasamos genial haciéndolo, en el colegio nos reconocían por ser “los de La Tenia” aunque algunos renegaban de ese honor en vista de cómo quedó, y cuando se cumplieron diez años decidí rescatar las cintas originales y montarlo en condiciones añadiéndole efectos y cosas que en su momento eran imposibles. Como George Lucas, jajaja.
¿Supiste entonces que lo tuyo sería el séptimo arte?
En términos de guión, “La Tenia” fue el detonante que me impulsó hacia delante, hacia un mundo apasionante que sólo conocía como espectador. Pero llevo maquinando historias y dibujándolas desde que tengo uso de razón. Todavía guardo mis primeros cómics caseros y las libretas en las que escribía novelas ilustradas tipo “Elige tu Propia Aventura”, con sus saltos de página. “La Tenia” me demostró que las ideas no tenían por qué limitarse al papel. Podía compartirlas con los demás a través de una cámara de vídeo. Y a partir de ese momento empecé a ver el cine de otra manera. Seguía disfrutándolo pero ya me fijaba en cómo estaba hecho. Hacía lo posible por ver making of de películas, leer revistas que te contaban el proceso de un rodaje, la fotografía, etc. Y sobre todo seguí practicando, porque después de “La Tenia” hubo más experimentos con la pandilla.
Lo que pasa es que todos eran del tipo “tráete las pistolas, que vamos a quedar esta tarde para grabar un corto”. Y en ese plan hicimos unos cuantos. Era un pasatiempo entretenido, pero llegó un momento en el que empezó a aburrirme. Me daba la impresión de que en vez de ir para delante, íbamos para atrás. Porque la realidad era que desde “La Tenia” no habíamos vuelto a hacer nada con el encanto y la pasión que has mencionado, y yo quería demostrar que podíamos aplicar nuestros conocimientos a un corto de verdad, uno que mereciera la pena y que pudiéramos enseñar por ahí sin que a ninguno le diera vergüenza.
Los demás dijeron que sí y volvimos a nuestros orígenes para planificar lo que iba a ser un remake de “La Tenia”. La misma historia pero despojada de elementos cómicos y llevada al género del terror y el suspense, al estilo de “Alien”. Me compré el libro de Linda Seger “Cómo convertir un buen guión en un guión excelente” y empecé a estudiar la historia desde sus cimientos para crearle una base sólida. Los personajes, planos y caricaturescos, adquirieron dimensión. La trama, sencilla como el mecanismo de un chupete, ganó en complejidad. Incluso establecí posibles finales para una continuación. Todos esos apuntes, esquemas, storyboards preliminares… quedaron recogidos en otra libreta que llamé “El Diario de La Tenia” en homenaje al “Diario del Grial” de Henry Jones.
Pero a la hora de la verdad, en pleno rodaje, descubrí que los demás seguían con la mentalidad de “vamos a quedar esta tarde para grabar un corto”, y en esas condiciones no se podía afrontar un proyecto así. No se lo tomaban en serio y fue decepcionante sentir que yo era el único que estaba tirando del carro para lograr algo con un mínimo de calidad. Así que corté por lo sano y decidí hacer borrón y cuenta nueva. Me fui a Sevilla con el proyecto, lo reescribí mil veces, y dos años después se convirtió en mi primer corto, “El Legado de Atecna”.
Te fuiste a Sevilla para estudiar Comunicación Audiovisual. Muchas veces hemos comentado cómo estos programas académicos terminan por olvidar algo muy importante: la práctica más allá de la mera teoría. ¿Qué echaste en falta durante tu periplo universitario?
Para empezar, una Facultad en condiciones. Cuando llegué y vi lo que era Ciencias de la Información, se me cayeron los palos del sombrajo. Yo iba con la idea del campus universitario, con sus instalaciones modernas y equipadas, sus zonas verdes para retozar con las chavalillas… y me encontré con “13 Rue del Percebe”, o lo que es lo mismo, el edificio de Gonzalo de Bilbao, una cáscara vieja donde habían metido a presión cuatro cursos de Comunicación Audiovisual, cuatro de Periodismo y cuatro de Publicidad.
Aquello no era nada atractivo. Ni visual ni funcionalmente. Yo no tenía la sensación de estar en la Universidad, sino en un instituto superpoblado y decadente. Y a eso contribuyó el propio plan de estudios. Mi primer año fue “COU: EL REGRESO” porque teníamos Lengua, Literatura, Historia… ¿No hay Matemáticas? No importa, toma un poco de Semiótica, que te va a gustar... Sí, Hjemslev y Saussure te descubrirán una nueva dimensión del dolor. Aprendimos a odiar aquel programa de créditos obligatorios, optativos y de libre configuración, porque como no hicieras bien tus cuentas, no te licenciabas. A mí me importaba un rábano la Teoría de la Gestalt, yo había ido allí para que me enseñaran a “comunicar audiovisualmente”, pero lo que recibía era un 90% de morralla y un 10% de información interesante. No me extraña que muchos de mis compañeros dejaran la carrera o al terminar se pusieran a trabajar en cosas que no tenían nada que ver con el audiovisual.
Ni siquiera nos enseñaban a utilizar los medios con los que contaba la Facultad. Íbamos a editar en los magnetoscopios de Hi-8 y teníamos que preguntar a los alumnos de cursos superiores cómo funcionaban porque los técnicos que te daban los mandos de control tampoco te lo decían. “Es que yo no tengo por qué explicártelo, se supone que de eso se encarga el profesor.” Tenían razón, pero cuando le pedías ayuda al profesor, éste venía, le daba a un botón y el vídeo se comía la cinta con tu trabajo porque era un equipo del año de la polca, excedente de Canal Sur o a saber de qué televisión local. Otras veces intentabas hacer un fundido encadenado y no podías porque los magnetos no se sincronizaban… Todo esto era antes de la revolución digital que tanto nos ha facilitado las cosas, así que imagínate el tiempo que se nos iba para algo tan sencillo como una transición, o las generaciones de calidad que perdíamos inevitablemente al pasar las imágenes de una cinta a otra. Podría contarte cien mil anécdotas de cómo nos veíamos obligados a usar la picaresca en época de exámenes para disponer de todos los medios a la vez, o de cómo rozábamos la ilegalidad con tal de poder terminar nuestros trabajos. Aquello era la guerra, pero sobreviví a ella y finalmente me licencié.
En aquellos años dirigiste dos cortometrajes bien distintos y participaste en otros de tus compañeros de clase. Háblame un poco de aquellos primeros pasos.
Bueno, del primer corto ya te he adelantado algo. Fue aquel proyecto de remake que no cuajó en su momento y que seguí trabajando por mi cuenta hasta que surgió la oportunidad de hacerlo como trabajo de clase para dos asignaturas de tercer año: Producción y Realización. Se lo propuse al grupo con el que estaba desde el primer curso y no les convenció mucho porque se trataba de un remake de “La Tenia”. Claro, habían visto el original de 1994 y pensaban que iba a ser una cosa igual de absurda, así que lo rechazaron sin leerse el guión. Como hacen muchos productores…
Por suerte, en mi clase había un grupo de outsiders que sí apostaba por algo más que los típicos “cortos de piso de estudiantes” a los que estábamos acostumbrados. Era gente que arriesgaba y que tenía proyectos muy interesantes, así que abandoné mi grupo de conformistas y me uní a ellos para hacer “El Legado de Atecna”, una historia de arqueólogos envueltos en la conspiración de la propia empresa que les había contratado, al estilo de las novelas de Michael Crichton y con influencias de “Expediente X”. El guión había cambiado tanto que apenas había rastro de “La Tenia”, salvo el propio bicho y los nombres de los personajes.
Este corto fue el primero de una larga lista de producciones que romperían con la tradición que reinaba allí. Cuando nos convertimos en “los mayores de tercero y cuarto”, empezamos a ofrecer cortos como nunca se habían visto: historias de acción, aventura, ciencia-ficción, terror… Los alumnos de primero y segundo iban a las proyecciones emocionados, esperando ver la nueva producción de los veteranos, y cuando salía nuestro logo ya sabían que iba a ser algo grande.
Todos escribíamos y dirigíamos, así que primero hacíamos el corto de Fulanito, luego hacíamos el de Menganito… pero el equipo era siempre el mismo, con fichajes adicionales según los requisitos de cada proyecto. De esta forma acabamos formando un grupo de trabajo que funcionaba muy bien y que continuó después de la Facultad.
Con mi segundo corto, “Veritas”, no fue así porque sus circunstancias eran especiales. Al ser una historia de terror ambientada en el Colegio Mayor donde pasé mis cuatro años de carrera, nadie de fuera podía estar allí por la noche, que era cuando grabábamos, así que el equipo técnico y artístico tuve que buscarlo entre los colegiales. Éramos 135 y sólo había dos estudiantes de Comunicación Audiovisual. Uno era yo, así que lógicamente tardé poco en conocer al otro y en descubrir que tenía unos gustos cinematográficos muy similares a los míos. Al poco tiempo ya estábamos escribiendo guiones conjuntamente, uno de las cuales fue “Veritas”. Y como era habitual en este tipo de proyectos, todos desempeñábamos más de una función. Tanto en mis propios cortos como en los de mis compañeros, yo hice de todo: guión, dirección, producción, cámara, edición… incluso fui actor.
Pero poco a poco fuiste enfocando tu trabajo hacia la edición y la postproducción…
Porque esa fue la época en la que empezaron a aparecer las primeras tarjetas de edición para ordenador, que capturaban en analógico. Yo me compré una y claro, en cuanto mis compañeros vieron las virguerías que se podían hacer, pasaron de los cutremedios de la Facultad. Ya no había que pelearse por reservar la sala Betacam para montar los trabajos de clase. Era más fácil ir al ordenador de J. M. y hacerlo allí tranquilamente, con más efectos de imagen y letras chulas. Así fue como me convertí en el editor oficial. Terminaba el corto de un compañero y venía el siguiente con sus cintas para capturarlas. No paraba, lo cual era bueno y malo a la vez. Bueno porque iba adquiriendo soltura con el programa y cada vez hacía algo nuevo. Malo porque estaba tan ocupado con los proyectos de los demás que no tenía tiempo para los míos. Y la cosa no se quedaba sólo en los cortos. A partir de ese momento empezaron a lloverme encargos de todo tipo: desde videoclips hasta los propios vídeos de las fiestas de mi Colegio Mayor, y alguna que otra boda en la que me costaba mucho contenerme para no meter alguna tontería visual de las que me gustan. Había que respetar el estilo hortera del cliente…
Hasta que finalmente llegó “Rata de Túnel”, el cortometraje que te dio a conocer. ¿Cómo surgió la idea?
Desde que terminé “Veritas” en el 2000, no había vuelto a hacer nada como director. Llevaba 3 años montando cosas de otros, y el creador que llevo dentro se rebeló. “Ya está bien” –dijo–. “Ahora te toca a ti.” Además coincidía que mi etapa en Sevilla tocaba a su fin, con lo cual tenía un año para pensar en algo que pudiera hacer con esta gente y que me pudiera llevar a casa para sacarle partido, porque mis dos cortos anteriores no me servían de mucho.
Me explico: en aquella época ya sabíamos lo que eran los festivales de cortos, y sabíamos que tenían unos requisitos. Nuestras primeras producciones las hacíamos sin tener en cuenta la duración, simplemente escribíamos el guión y lo grabábamos, por lo que nos vimos obligados a recortar el montaje de un corto a 20 minutos para poder mandarlo a Sitges, donde por cierto lo seleccionaron y allá que fuimos todos en tropel. A “Veritas” le pasaba igual: duraba 35 minutos pero no podía quitarle nada, así que estaba automáticamente eliminado de cualquier competición. Y “El Legado de Atecna” era más complicado, porque duraba 14 minutos pero eran sólo las cuatro primeras secuencias del guión, el prólogo. Con lo cual la historia quedaba inconclusa. Obviamente habia escrito un corto demasiado largo…
Revisando mis guiones vi que todos tenían el mismo problema. Si se grababan iban a exceder el límite permitido por los festivales, así que la única opción era pensar algo nuevo. Y haciendo memoria recordé una idea que Gonzalo Bendala tenía sobre un ladrón del futuro que era perseguido por la policía en una red de túneles subterráneos. La persecución le llevaba a encontrarse hasta con un bicho mutante que vivía allí… Siempre me gustó esa idea pero iba a ser muy complicada de realizar, así que la reduje a un solo personaje y una sola localización para que pudiéramos hacerla en poco tiempo y con los medios justos y necesarios.
Tengo curiosidad por su realización y posterior postproducción, en la que conseguiste plasmar esa atmósfera claustrofóbica y agobiante.
No quiero romper el encanto porque habrá lectores que no lo hayan visto. Si entran en http://www.ratadetunel.com/ hay un enlace a una web donde está alojado y mucha información sobre el corto. Aquí sólo diré que no hay persona que vea el making of del DVD y no ponga cara de “me han tomado el pelo”. Nadie puede sospechar la sencillez y la artesanía con la que está hecho, y mucho menos que lo lleváramos a cabo tres personas: Gonzalo, su novia Marta y yo. Al principio había más gente involucrada en el proyecto, pero se fueron desentendiendo poco a poco. El motivo fue que ya estaban acostumbrados a producciones complejas y querían hacer “Rata de Túnel” igual, en un plató con muchos focos y mucha parafernalia. Cuando les dije que no era necesario porque todo era más simple de lo que ellos pensaban, no lo supieron ver y se echaron atrás. Y cuando añadí que el actor iba a ser yo… digamos que me dieron una palmadita en el hombro y me dijeron “suerte”.
Pero no era la primera vez que te ponías delante de la cámara. ¿Cómo se compaginan tantas funciones en un rodaje?
En efecto. Fui aquel Indiana Jones de Todo a Cien en “El Legado de Atecna”, y uno de los protagonistas de “El Orgullo”, un corto de Gonzalo que también edité. Ya entonces me habían dicho que no se me daba mal lo de actuar, y supongo que es algo que me viene de pequeño, porque me disfrazaba y hacía muchos teatrillos en el colegio. Eso, unido a que el guión de “Rata de Túnel” lo había escrito yo, y por tanto sabía lo que el personaje iba a requerir a nivel interpretativo, fue suficiente aval para que Gonzalo y Marta confiaran en mis posibilidades como actor. Fueron los únicos que apostaron por mí. Me dejé el pelo largo para contribuir a la transformación, y en el rodaje lo pasé mal de verdad porque hacía mucho calor en Sevilla y más aún dentro de aquella sauna que era el conducto, con una linterna dándome en la cara y vestido con ropa de abrigo. De hecho adelgacé unos kilos.
Compaginar funciones fue muy sencillo: dibujé un storyboard de 163 planos, pegamos los folios en la pared para tener una visual de todo el corto, decidíamos lo que íbamos a grabar y en qué orden, Gonzalo controlaba la cámara y me indicaba cómo tenía que orientar la luz para que se me viera, yo salía del conducto, veía la toma, la daba por buena o no, y seguíamos. Así durante una semana. Luego volví a casa con las cintas y lo edité tranquilamente en mi ordenador.
Su trayectoria por los festivales fue mejor de lo que habías imaginado…
Ya te digo. Es mi tercer corto, pero “de cara a la galería” fue el primero, porque con él me di a conocer en este mundo de los festivales, y no le fue nada mal. Después de dos años haciendo kilómetros por toda la geografía española y parte de la extranjera, se retiró con 51 selecciones y 11 premios, el último de los cuales me lo dieron en el Teatro Cervantes de mi ciudad. Precisamente el mismo sitio donde lo presenté nada más sacarlo del horno, allá por 2004. Así se cerró el círculo.
¿Qué me ha reportado? Como productor me salió barato y lo rentabilicé con creces. Como guionista me di cuenta de que una idea sencilla consiguió más que todo lo que tenía escrito hasta la fecha. Como actor mucha gente alabó mi interpretación y aún hoy me siguen preguntando si he estudiado Arte Dramático. De hecho uno de los premios fue a Mejor Actor, pero ya veremos si repito delante de la cámara. Como editor también han valorado mucho el montaje, la iluminación… Y finalmente como director, la satisfacción del deber cumplido. Saber que has logrado el propósito que te planteaste al principio. Quería crear angustia, tensión… y lo conseguí porque el público lo pasa mal en las proyecciones. Luego cuando se encienden las luces te reconocen y vienen a felicitarte. Eso es lo más importante, y eso es con lo que me quedo. Porque no hay que olvidar que las historias, sean cortas o largas, se hacen para un público.
Y desde entonces has desempeñado todo tipo de trabajos: profesor de informática, técnico en torneos de ajedrez, cámara para los informativos de Canal Sur… ¿entrenador de voleyplaya femenino?
Jajaja, ¿no te lo crees? Luego te cuento eso. Verás, después del “primer punto de giro” que fue la decepción de mi carrera universitaria, descubrí que tenía que luchar por mi sueño para darle a este guión un final feliz. Podría haberme limitado a seguir echando currículums hasta que me cogieran en una tele local, o en un periódico. Eso es lo que habría conseguido con mi titulación, que por desgracia vale menos que un módulo de FP. Las propias empresas saben que no salimos preparados de la Facultad, y otras no contratan licenciados para no tener que pagarles tanto. Es tristísimo.
Por lo tanto, me convertí en un nómada laboral, y así fui pasando por trabajos que duraban lo que tenían que durar. Unas veces terminaba el contrato, y otras veces era yo el que decía: “mira, que me voy”. Porque no hay nada peor que trabajar en algo que no te gusta, y que encima te impide desarrollar tu verdadera vocación. Yo he nacido para contar historias, y no voy a ser un frustrado más de los muchos que hay, aguantando mecha con tal de llevar el pan a casa. Por eso me lo monté por mi cuenta. Ahora soy mi propio jefe, y trabajo las horas que haga falta con tal de conseguir aquello que llevo buscando desde “La Tenia”.
Lo del voleyplaya… Al principio he mencionado Torrox, ¿no? Bueno, pues eso fue un curro de verano que me surgió estando allí. Yo no tenía ni pajolera idea de las reglas, pero el que me lo ofreció, un tipo que tenía más cara que yo, me dijo: “básicamente te van a pagar para que te sientes una hora a ver tías jugando en bikini”. Y ante semejante argumento me vi obligado a aceptar. Así que llegué allí con mis gafas de sol, me presenté a todas como el nuevo entrenador, y empecé a soltar frases tipo “vigila tu área”, “no le des con efecto que es peor”, o “nenas, esto es un trabajo de equipo”. Pero basicamente sí, estaba una hora sentado alegrándome la vista con aquellas veinteañeras que me ponían malísimo. Espero volver y repetir porque me lo pasé bomba.
Qué cabrón… Bueno, ¿y cómo llevas lo de ser tu propio jefe? ¿Es fácil gobernar el timón de Arka Studio? ¿De donde nació la necesidad de iniciar esta aventura?
Fue la misma necesidad vital que me llevó a hacer “Rata de Túnel”. Por un lado hacía tiempo que acariciaba la idea de crear mi propio sello, una productora para firmar mis trabajos. Por otro, me cansé de ser simplemente “J. M. Asensio, editor freelance”. Yo sé hacer más cosas aparte de montar en el ordenador. También monto en bici, jajaja. No, en serio... Arka Studio ofrece toda la experiencia que he ido acumulando en diseño, producción y distribución desde que empecé en este negocio, pero no estoy solo. Me acompaña una tripulación de jóvenes talentos que he ido reclutando y que son muy buenos en sus respectivas disciplinas. Además, Arka es un proyecto abierto a nuevas incorporaciones. De ahí su nombre. Todo el que quiera formar parte de él no tiene más que ponerse en contacto con nosotros y demostrarnos lo que sabe hacer. En cuanto surja un trabajo que requiera de sus habilidades, contactaremos con él.
Respecto a lo de ser mi propio jefe, es una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que tengo el horario de trabajo que yo mismo me impongo, y el inconveniente es que como trabajo en lo que me gusta, nunca encuentro el momento de decir “basta”. Hace tiempo que no distingo entre días laborables, festivos o vacacionales. Para mí todos son iguales. Y me voy a buscar un problema en la vista como siga así…
Pues con el proyecto que tienes entre manos no vas a descansar mucho los ojos…
¿El proyecto? ¡LOS proyectos! Estoy metido en cien mil historias, y algunas surgen de un día para otro. Mira, estoy en Escorto, estoy en el Congreso Internacional de Música de Cine de Úbeda, estoy montando vídeos cada dos por tres, y encima estoy con un nuevo corto… no, espera, estoy con TRES nuevos cortos, cada uno en una fase. ¿Qué hago? ¿Desaparezco sin más? ¿Apago el móvil y me voy a una isla desierta? Me gustaría, pero ahora mismo no puedo. Creo que me he convertido en un adicto al trabajo…
Hablando de cortos, ¿cómo valoras el actual panorama del cortometraje español? ¿Tiene salidas más allá de festivales especializados?
Esto ha llegado a un punto en el que, o revienta, o no sé lo que va a pasar. Antes el cine era cosa de unos pocos, pero la tecnología digital lo ha democratizado tanto que ya no hay límites. Hoy parece que todo vale, y a cualquier pamplina la llaman corto. No me parece justo meter todo en el mismo saco. Hay gente hipotecando sus casas, sus coches, su vida, con tal de sacar adelante un proyecto en el que nadie cree, sólo ellos, y luego está el típico payaso que graba un chiste de Los Morancos, lo cuelga en Internet y le dan un premio.
¿La culpa es del público? Si es un premio del público y llevas a tus amigotes para que te voten, pues sí. Pero seguramente habrá otro sector de ese mismo público al que no le haga mucha gracia. El público es sabio, y sabe distinguir una buena obra de una mala, y sabe lo que es un corto y lo que es una mierda pinchá en un palo. Por otro lado, el público también es muy comodón, y muchos sólo ven lo que les ponen delante. Por eso los festivales tienen una inmensa responsabilidad, porque son los escaparates en los que se exhiben nuestras obras, y en función de lo que proyecten, favorecen o perjudican la opinión que la gente tiene sobre el cortometraje, y por extensión del cine español.
¿Qué salida tiene un corto más allá de un festival? Por mi experiencia, te lo puede comprar una televisión para emitirlo, o lo puede hacer sin que te enteres porque está compinchada con algún festival que le proporciona DVD’s de cortos en plan pirata, lo pueden incluir en un recopilatorio para venderlo o en un catálogo promocional para difundir el cine que se hace en tu comunidad autónoma, lo pueden regalar con una revista, lo pueden proyectar formando parte de algún ciclo, lo pueden utilizar como ejemplo para los alumnos en una escuela de cine, se lo puedes regalar a gente del sector audiovisual para que te conozcan y sepan lo que haces, y finalmente lo puedes ceder a Internet para que perdure por los siglos de los siglos, amén.
Pasemos a Escorto. El pasado año, además de tu función en el equipo técnico, presentaste un spot que recibió bastantes felicitaciones y que encima rematarías con un making of de lo más simpático. ¿Cómo explicarías lo que podemos encontrar en una breve pieza como “Travelling”?
Es un anuncio que rinde homenaje al cine a través de varios de sus iconos. Tenemos una Gilda, un Bogart, un Tony Manero, un Clint Eastwood, un James Bond y un “Estiben Sigal”. Quería hacer un repaso, un “travelling”, por personajes famosos de algunos géneros en torno a una partida de cartas, y mantener la intriga de a qué están jugando hasta el final. No sé por qué lo presentaron en la gala como “partida de póker” porque claramente no están jugando a póker. Están jugando “a las películas” con los elementos que intervienen en la realización de una película: guión, producción, vestuario, maquillaje, música, etc. El making of lo hice para gamberrear un poco con el montaje, cosa que me encanta, y acabó gustando más que el propio anuncio. Este año, si me da tiempo, presentaré otro aunque no competirá porque soy del “staff”.
Exacto. Este año repites como colaborador.
Y con más responsabilidades, de lo cual se deduce que quedaron satisfechos con mi participación el año pasado. Por el momento ya he hecho las cortinillas de los ESpots y en cuanto empiecen a mandarme los cortos seleccionados iré preparando los vídeos que se proyectarán durante el Festival, que volverá a tener su making of. Intentaré que no se me escape nada cuando esté allí.
Como ya he preguntado a otros miembros del staff, a nivel profesional, creativo y personal, ¿qué te aporta este trabajo?
Profesionalmente estamos demostrando que el teletrabajo funciona y puede levantar un festival de cortos desde distintas partes de la geografía: Galicia, Madrid, Valencia, Andalucía… Nos reunimos en nuestra oficina virtual, tratamos lo que haya que tratar, nos ponemos deberes, y hasta el siguiente contacto. Trabajar así es muy cómodo. Creativamente, Escorto no es un festival cerrado en el que “tú te encargas de esto y no te metas en lo que hace el otro”. Hombre, hay que acotar responsabilidades y al final alguien toma las decisiones, pero siempre se tiene en cuenta la opinión de los demás por el bien común del festival. Personalmente, es un gustazo ser parte de la familia de este bebé y verlo crecer. Cada vez que me entero de un nuevo logro que el equipo de dirección y producción ha conseguido, lo celebro porque sé que están luchando por convertir Escorto en un referente nacional, y esperemos que internacional. Hay muchos desafíos sobre la mesa y ojalá todos se cumplan, incluido éste.
¿Cómo recuerdas la experiencia de Escorto 2006?
He estado en muchos festivales de cortos y he visto de todo: desde superlujo al cutrerío máximo. Escorto no es ni una cosa ni otra. ¿Sabes a lo que me recordó? A una quedada de Internet que se había estado preparando durante meses, porque a medida que íbamos llegando nos reconocíamos y, como diría Raúl, “nos poníamos cara”: “¡ah, tú eres nosequién, el del foro tal, o el del blog cual, qué tal tío!”. Fue como ir a pasar un fin de semana con los amigos, sólo que nos juntábamos para ver cortos, hablar de cine, de proyectos, y por último dar unos premios. Íbamos a comer, a cenar, de copas, todos juntos: organización jurado, invitados… formando un grupo muy simpático que caminaba por las calles de El Escorial como el Rat Pack o el Frat Pack, aquí el Escorto Pack, en un plan distendido, cercano y familiar, acorde con el lugar. Los tres días que duró estuve muy a gusto, y espero que este año el ambiente sea el mismo. Eso sí, tú y yo no volvemos a perdemos los canapés por estar haciendo entrevistas…
¿Cómo recomendarías a los lectores la asistencia obligada al festival?
No sabéis lo que os perdéis. Así de claro.
Muchísimas gracias por esta divertida entrevista. Nos vemos, faltaría más, en Escorto 2007.
Gracias a ti. Ah, ¿estoy a tiempo de sugerir jurados? Es que tengo un par de ideas muy buenas…
by David López
Raúl, cuéntanos cuáles fueron tus comienzos en el medio audiovisual.
Todo empezó en las sesiones dobles y continuas con el abuelo. Una imagen icónica que tiene más verdad que 27 libros de universidades. Luego hice diplomaturas y curré mucho en la tele. Pero nada tenía valor porque todo está en ver mucho cine, mucho, y saber los pasos básicos de la teoría. Esto desde un punto de vista creativo, claro, pero para la técnica sí que veo la necesidad del rol “machaca”, aunque más práctico que teórico. Pasé por muchos programas televisivos (incluso Gran Hermano y Esta noche cruzamos el Mississippi) hasta que acabé donde estoy, en Telson Calle 13/Sci Fi. Pero esto es desde el prisma laboral. Desde una mirada artística fue todo paralelo y sin ánimo de lucro: cortometrajes con Paranoia Producciones zafio-domésticos y cachonduelos que acabaron en el único de ellos profesional: “Lenguas“. También hice un trabajo fin de diplomatura temible, co-dirigido con un pirado de tomo y lomo la mar de divertido: “La Redención“, también en formato profesional. Todos ganaron los suficientes premios como para no tirar la toalla. Luego llegó “Escarnio“, un trabajo tan mimado que me vuelvo loco de pensarlo. Eso me introdujo en eso que llaman mundillo y luego llegaron Escorto y los trabajos que hice para él. Le acompañaron El zoom erótico (el blog), La Tierra prometida (el foro) y el cómo convertirse en alguien dedicado de lleno al asunto, para bien y para mal. Pero estoy hasta los cojones, sin duda, aunque no soy capaz de dejarlo. Como el tabaco y esas gandalladas.
¿Hasta cuándo hacer cortometrajes es por amor al arte?
Para mí los cortometrajes son un camino hacia el largo, sólo y exclusivamente. Quien diga lo contrario, miente. Hacemos cortos por amor al largo, nos introducimos en los cortometrajes porque nos gustan las películas. Uno más uno no son 2.158, por mucho que se vocee.
Tu primer trabajo oficial es “Lenguas”. ¿De dónde sacas una idea tan descabellada y tan sangrienta? ¿Fue algún película la que te inspiró?
Estaba enamorado del cine de Scorsese, el cine adolescente de los 80, mi vida personal (egocentrismo puro), odiaba “Al salir de clase” (la serie) y quería parodiarla. Quería poner un poco también de mí mismo y tenía una idea que me obsesionaba: el cómo un chisme chorra puede terminar con vidas. En cualquier caso, la ficción no es real, qué duda cabe, pero todos los personajes que salen existían con frases clavadas. Fue tan autobiográfico que asusta, ya que todo lo que dice el corto pasaba tal cual, hasta el punto de juntárseme ficción con realidad tal y como se relata. Era un enfermo. Sigo enfermo. Me duele ahora mismo la cabeza.
Tras “Lenguas” llegaría años más tarde “Escarnio”. ¿Por qué tanto tiempo entre uno y otro? ¿Se necesitan tantos años para elaborar un proyecto de cortometraje?
Se necesitan siglos, a veces. Y otras, no hay manera de sacarlo. De hecho, conozco muy pocos casos de cortos, como “Escarnio”, estrenados en este país. Era un corto complejo, ambicioso, caro y que requería mimo y 100 profesionales trabajando por la cara. En cualquier caso, tardo mucho entre proyecto y proyecto porque no tengo enchufe y me gusta hacer cortos profesionales y trabajados. Soy más de uno bien que de cuatro regular.
¿Qué significan los festivales para el cortometraje y el cortometrajista?
Todo, todito. Los festivales al cortometraje son como los platos para la comida de cada día. Todo, todito. Todito, todo.
¿Es un error hacer un cortometraje pensando en festivales?
¿Es un error hacer una película pensando en la taquilla? En la respuesta de cada uno estará la definición de cada autor.
¿Cómo ves el panorama del cortometraje en España en cuanto a las secciones oficiales de los festivales? ¿No crees que domina la temática social y los trabajos que muestran una visión en cierta manera de reality (padres alcohólicos, infidelidades, problemas de salud, etc)?
Creo que el problema de los jurados de España es que generalmente son malos, no tienen maldita la idea, así de claro. Eso hace que premien los cortos ya premiados en otros festivales o los que les tocan la vena fácil, que suelen ser ésos que citas. Es falta de criterio, simplemente. Pero también hay festivales estupendos, y creo firmemente, como director de un festival, que la gente buena acaba saliendo a la luz. SIEMPRE. No hay talentos escondidos. Lo que sí hay es mucho conocido que no se lo merece por la falta de criterio de los jurados y el efecto bola de nieve de los premios, eso sí. Pero bueno, es tan necesario como el esperar hoy en día un poquito para ver una página web, al menos de momento.
El consumo del cortometraje se restringe a realizadores de los mismos. Esto forma un “sub-mundo” donde terminan siendo cuatro los cortometrajistas conocidos y premiados. El cortometraje para que llegue a ser consumido por espectadores y se convierta en algo habitual, ¿cómo debe tratarse, como debe difundirse? ¿Tal vez los videoclubes deberían acogerlos?
Pues pienso que NO NOS QUIEREN. Así de sencillo. Y el motivo es por todo el ganado que hay metido dentro. Me explico. Hay mucha gente que en el mundo del corto está empezando y, encima, quizá no merezca acabar. O sea, cortos basurescos. Y un buen número hay, ponle que el ochenta por ciento. Claro, eso un cortometrajista lo aguanta, un espectador medio no. Ante tan baja calidad en el asunto y tan alarmante amateurismo destilado, es imposible hacer nada. Y sí, hay muchos que merecerían publicitarse, pero nadie está dispuesto a tragarse todos para llegar a ver esos pocos que sí merecen la pena, porque saben que las convocatorias de cortos hacen llegar TONELADAS de mierda. ¿Qué pasa? Que los pocos que sí aguantan son los pocos que tienen acceso a hacer, como mucho, un festival. El resto están demasiado ocupados, se supone. Sin interés ninguno por el asunto, vaya. ¿Lo mejor? Disfrutar de la freakada que es hacer cortometrajes, del poco sentido, fuera de llegar al largo, que tiene.
Hablando con gente en eventos relacionados con el cine hemos dado con mucha gente que conoce el blog “El Zoom Erótico”. Esto es bueno, pero muchos coinciden en que no pueden terminar de leer las críticas porque son excesivamente largas. ¿Esto es debido a que el blog está vinculado a un publico más cinéfilo, o que el equipo de “El zoom” es demasiado cinéfilo y se niega a acortar sus críticas?
Se debe a que es un blog destinado a un espectador/lector exigente. Sí, pedimos espectadores exigentes en el mundo del corto. ¿Surrealista, bobo? Sí, pero quizá por eso seamos los líderes y no paren de intentar imitarnos sin éxito.
El Festival de Cortometrajes de El Escorial (ESCORTO) llega a su segunda edición con más peso y calidad. ¿Cuál es el secreto de que un festival tenga tanto éxito en su primer año?
Trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, trabajo y componentes. Y sobre todo personas que saben más que nadie del mundo del cortometraje en este país, así te lo espeto.
¿La selección de cortometrajes de Escorto se basa en algún criterio? ¿Hay algún requisito que los cortometrajistas deberían tener en cuanta a la hora de mandar su cortometraje?
Ninguno, absolutamente ninguno. Sólo intentar hacer las cosas bien, sin importar los medios que se dispongan. De hecho, el año pasado teníamos una selección que fue fiel espejo del año. Éste vamos un poco más allá, ya que no queremos ser reflejos de nada, sólo queremos meter lo mejor de esta promoción, desde nuestro punto de vista. Nada de meter morralla, este año el filtro será un absoluto escarnio.
Para terminar. ¿Cuál es tu próximo proyecto cinematográfico?
Fundé la semana pasada mi primera productora audiovisual: Tarántula Producciones. Mis socios son Diego López Cotillo y Raúl Méndez, personas prístinas, sin importar lo impresionantes profesionales que son. Créeme, tendrás noticias.
Muchas gracias por concedernos tu tiempo.
Gracias a vosotros, que sois otros pirados más entre los que me incluyo. Gracias por vuestro desquicie, en nombre de toda la enana comunidad cortometrajística.
by Isaac Berrokal
Bueno J.M., ambos vivimos de una u otra manera una década que tú mismo has calificado de “irrepetible”. Como no podía ser de otra forma, nos referimos a los 80, una época tan denostada como añorada con nostalgia. ¿Qué recuerdas de tu niñez en aquellos maravillosos años?
Buf, demasiado para condensarlo en unas pocas líneas. Mis recuerdos son los de toda una generación: una televisión más inofensiva, multitud de juegos de mesa, legiones de muñecos con sus respectivos vehículos, la paga semanal fundida en las máquinas recreativas, el sonido del MSX cargando aquellos videojuegos de cassette, simples pero tremendamente adictivos y complicados de terminar, toneladas de cómics, películas que nos hacían creer en la magia del cine…
Y luego están mis recuerdos particulares: los veranos en la casa de la sierra haciendo excursiones con la bici Motoretta o en plan commando con mi primo, los dos vestidos de camuflaje y con la mochila llena de armas para eliminar objetivos imaginarios; los revolcones que me pegaban las olas en la colchoneta cuando bajábamos a Torrox, las conversaciones con mi abuelo sobre la naturaleza y el arte, las clases de Pretecnología de EGB en las que fabricábamos todo tipo de cosas, los primeros tonteos con… los juegos de rol… ¿Creías que iba a decir con las niñas? Quita, quita, las niñas eran aquellas odiosas criaturas que te hacían rabiar y a las que no podías pegar como a tus amigos porque te caía una buena. Las niñas eran el enemigo… hasta que empezamos a mirarlas con otros ojos, claro.
Desde luego fuiste precoz, porque con tan sólo catorce años ya estabas involucrado en el rodaje de un cortometraje, “La Tenia”. Yo, que he tenido la oportunidad de ver el divertido montaje que realizaste conmemorando su décimo aniversario en 2004, destacaría el encanto y la pasión con la que está realizado. ¿Qué recuerdas de tu primer acercamiento al cine y a su proceso creativo?
Mi primera escuela de cine fue el propio cine. Como espectador tenía ciertas nociones de lenguaje audiovisual, pero en 1994 no sabía que existían los cortometrajes como un formato en sí mismo. Yo era uno más de los que cogían la cámara de sus padres y se ponía a grabar sin guión y sin tener en cuenta la duración, así que aquello fue más un experimento que un corto propiamente dicho.
Todo surgió a raiz de un ejercicio de inglés en 2º de BUP. Había que continuar un relato de Roald Dahl titulado “Poison”, y lo que se le ocurrió a uno de mis amigos fue tan surrealista que cuando lo leyó en clase todos nos moríamos de la risa, incluido el profesor. Su historia sobre la Tenia asesina tuvo tanto éxito que decidimos grabarla en vídeo, añadiéndole gags absurdos y parodias a películas y anuncios de la época, que íbamos improvisando sobre la marcha.
Yo me encargué de fabricar la Tenia como una marioneta de tubos recubiertos de plastilina que se movía con hilos de nylon, y además “interpreté” al doctor que venía en auxilio del protagonista y le ayudaba a matar al bicho elaborando un compuesto casero en un sifón de gaseosa. El “rodaje” duró meses porque nos juntábamos cuando podíamos, y eso se nota en cantidad de fallos de raccord. Salimos con el pelo largo, luego corto, con gafas, sin gafas… Como pretendíamos doblarlo, casi siempre había gente hablando fuera de campo, dando instrucciones al que grababa o simplemente riéndose. Lo hicimos todo en la casa de mis abuelos, que fueron testigos de nuestros primeros pinitos con el cine, y al final lo monté como se hacían las cosas antes, grabando de vídeo a vídeo. Por supuesto la sincronización brillaba por su ausencia y lo de doblarlo era una utopía.
El resultado a nivel técnico fue tan lamentable que no sé cómo tuvimos el valor de presentarlo a un concurso de vídeos de otro instituto. Éramos los únicos que estábamos en la categoría de ficción y el premio quedó desierto. Por si fuera poco, el que organizaba aquello nos restregó la pésima calidad de imagen y sonido diciendo: “hombre, podíais haber usado una mesa de mezclas”, que era lo que pensábamos comprar con el dinero del premio... Pero nos lo pasamos genial haciéndolo, en el colegio nos reconocían por ser “los de La Tenia” aunque algunos renegaban de ese honor en vista de cómo quedó, y cuando se cumplieron diez años decidí rescatar las cintas originales y montarlo en condiciones añadiéndole efectos y cosas que en su momento eran imposibles. Como George Lucas, jajaja.
¿Supiste entonces que lo tuyo sería el séptimo arte?
En términos de guión, “La Tenia” fue el detonante que me impulsó hacia delante, hacia un mundo apasionante que sólo conocía como espectador. Pero llevo maquinando historias y dibujándolas desde que tengo uso de razón. Todavía guardo mis primeros cómics caseros y las libretas en las que escribía novelas ilustradas tipo “Elige tu Propia Aventura”, con sus saltos de página. “La Tenia” me demostró que las ideas no tenían por qué limitarse al papel. Podía compartirlas con los demás a través de una cámara de vídeo. Y a partir de ese momento empecé a ver el cine de otra manera. Seguía disfrutándolo pero ya me fijaba en cómo estaba hecho. Hacía lo posible por ver making of de películas, leer revistas que te contaban el proceso de un rodaje, la fotografía, etc. Y sobre todo seguí practicando, porque después de “La Tenia” hubo más experimentos con la pandilla.
Lo que pasa es que todos eran del tipo “tráete las pistolas, que vamos a quedar esta tarde para grabar un corto”. Y en ese plan hicimos unos cuantos. Era un pasatiempo entretenido, pero llegó un momento en el que empezó a aburrirme. Me daba la impresión de que en vez de ir para delante, íbamos para atrás. Porque la realidad era que desde “La Tenia” no habíamos vuelto a hacer nada con el encanto y la pasión que has mencionado, y yo quería demostrar que podíamos aplicar nuestros conocimientos a un corto de verdad, uno que mereciera la pena y que pudiéramos enseñar por ahí sin que a ninguno le diera vergüenza.
Los demás dijeron que sí y volvimos a nuestros orígenes para planificar lo que iba a ser un remake de “La Tenia”. La misma historia pero despojada de elementos cómicos y llevada al género del terror y el suspense, al estilo de “Alien”. Me compré el libro de Linda Seger “Cómo convertir un buen guión en un guión excelente” y empecé a estudiar la historia desde sus cimientos para crearle una base sólida. Los personajes, planos y caricaturescos, adquirieron dimensión. La trama, sencilla como el mecanismo de un chupete, ganó en complejidad. Incluso establecí posibles finales para una continuación. Todos esos apuntes, esquemas, storyboards preliminares… quedaron recogidos en otra libreta que llamé “El Diario de La Tenia” en homenaje al “Diario del Grial” de Henry Jones.
Pero a la hora de la verdad, en pleno rodaje, descubrí que los demás seguían con la mentalidad de “vamos a quedar esta tarde para grabar un corto”, y en esas condiciones no se podía afrontar un proyecto así. No se lo tomaban en serio y fue decepcionante sentir que yo era el único que estaba tirando del carro para lograr algo con un mínimo de calidad. Así que corté por lo sano y decidí hacer borrón y cuenta nueva. Me fui a Sevilla con el proyecto, lo reescribí mil veces, y dos años después se convirtió en mi primer corto, “El Legado de Atecna”.
Te fuiste a Sevilla para estudiar Comunicación Audiovisual. Muchas veces hemos comentado cómo estos programas académicos terminan por olvidar algo muy importante: la práctica más allá de la mera teoría. ¿Qué echaste en falta durante tu periplo universitario?
Para empezar, una Facultad en condiciones. Cuando llegué y vi lo que era Ciencias de la Información, se me cayeron los palos del sombrajo. Yo iba con la idea del campus universitario, con sus instalaciones modernas y equipadas, sus zonas verdes para retozar con las chavalillas… y me encontré con “13 Rue del Percebe”, o lo que es lo mismo, el edificio de Gonzalo de Bilbao, una cáscara vieja donde habían metido a presión cuatro cursos de Comunicación Audiovisual, cuatro de Periodismo y cuatro de Publicidad.
Aquello no era nada atractivo. Ni visual ni funcionalmente. Yo no tenía la sensación de estar en la Universidad, sino en un instituto superpoblado y decadente. Y a eso contribuyó el propio plan de estudios. Mi primer año fue “COU: EL REGRESO” porque teníamos Lengua, Literatura, Historia… ¿No hay Matemáticas? No importa, toma un poco de Semiótica, que te va a gustar... Sí, Hjemslev y Saussure te descubrirán una nueva dimensión del dolor. Aprendimos a odiar aquel programa de créditos obligatorios, optativos y de libre configuración, porque como no hicieras bien tus cuentas, no te licenciabas. A mí me importaba un rábano la Teoría de la Gestalt, yo había ido allí para que me enseñaran a “comunicar audiovisualmente”, pero lo que recibía era un 90% de morralla y un 10% de información interesante. No me extraña que muchos de mis compañeros dejaran la carrera o al terminar se pusieran a trabajar en cosas que no tenían nada que ver con el audiovisual.
Ni siquiera nos enseñaban a utilizar los medios con los que contaba la Facultad. Íbamos a editar en los magnetoscopios de Hi-8 y teníamos que preguntar a los alumnos de cursos superiores cómo funcionaban porque los técnicos que te daban los mandos de control tampoco te lo decían. “Es que yo no tengo por qué explicártelo, se supone que de eso se encarga el profesor.” Tenían razón, pero cuando le pedías ayuda al profesor, éste venía, le daba a un botón y el vídeo se comía la cinta con tu trabajo porque era un equipo del año de la polca, excedente de Canal Sur o a saber de qué televisión local. Otras veces intentabas hacer un fundido encadenado y no podías porque los magnetos no se sincronizaban… Todo esto era antes de la revolución digital que tanto nos ha facilitado las cosas, así que imagínate el tiempo que se nos iba para algo tan sencillo como una transición, o las generaciones de calidad que perdíamos inevitablemente al pasar las imágenes de una cinta a otra. Podría contarte cien mil anécdotas de cómo nos veíamos obligados a usar la picaresca en época de exámenes para disponer de todos los medios a la vez, o de cómo rozábamos la ilegalidad con tal de poder terminar nuestros trabajos. Aquello era la guerra, pero sobreviví a ella y finalmente me licencié.
En aquellos años dirigiste dos cortometrajes bien distintos y participaste en otros de tus compañeros de clase. Háblame un poco de aquellos primeros pasos.
Bueno, del primer corto ya te he adelantado algo. Fue aquel proyecto de remake que no cuajó en su momento y que seguí trabajando por mi cuenta hasta que surgió la oportunidad de hacerlo como trabajo de clase para dos asignaturas de tercer año: Producción y Realización. Se lo propuse al grupo con el que estaba desde el primer curso y no les convenció mucho porque se trataba de un remake de “La Tenia”. Claro, habían visto el original de 1994 y pensaban que iba a ser una cosa igual de absurda, así que lo rechazaron sin leerse el guión. Como hacen muchos productores…
Por suerte, en mi clase había un grupo de outsiders que sí apostaba por algo más que los típicos “cortos de piso de estudiantes” a los que estábamos acostumbrados. Era gente que arriesgaba y que tenía proyectos muy interesantes, así que abandoné mi grupo de conformistas y me uní a ellos para hacer “El Legado de Atecna”, una historia de arqueólogos envueltos en la conspiración de la propia empresa que les había contratado, al estilo de las novelas de Michael Crichton y con influencias de “Expediente X”. El guión había cambiado tanto que apenas había rastro de “La Tenia”, salvo el propio bicho y los nombres de los personajes.
Este corto fue el primero de una larga lista de producciones que romperían con la tradición que reinaba allí. Cuando nos convertimos en “los mayores de tercero y cuarto”, empezamos a ofrecer cortos como nunca se habían visto: historias de acción, aventura, ciencia-ficción, terror… Los alumnos de primero y segundo iban a las proyecciones emocionados, esperando ver la nueva producción de los veteranos, y cuando salía nuestro logo ya sabían que iba a ser algo grande.
Todos escribíamos y dirigíamos, así que primero hacíamos el corto de Fulanito, luego hacíamos el de Menganito… pero el equipo era siempre el mismo, con fichajes adicionales según los requisitos de cada proyecto. De esta forma acabamos formando un grupo de trabajo que funcionaba muy bien y que continuó después de la Facultad.
Con mi segundo corto, “Veritas”, no fue así porque sus circunstancias eran especiales. Al ser una historia de terror ambientada en el Colegio Mayor donde pasé mis cuatro años de carrera, nadie de fuera podía estar allí por la noche, que era cuando grabábamos, así que el equipo técnico y artístico tuve que buscarlo entre los colegiales. Éramos 135 y sólo había dos estudiantes de Comunicación Audiovisual. Uno era yo, así que lógicamente tardé poco en conocer al otro y en descubrir que tenía unos gustos cinematográficos muy similares a los míos. Al poco tiempo ya estábamos escribiendo guiones conjuntamente, uno de las cuales fue “Veritas”. Y como era habitual en este tipo de proyectos, todos desempeñábamos más de una función. Tanto en mis propios cortos como en los de mis compañeros, yo hice de todo: guión, dirección, producción, cámara, edición… incluso fui actor.
Pero poco a poco fuiste enfocando tu trabajo hacia la edición y la postproducción…
Porque esa fue la época en la que empezaron a aparecer las primeras tarjetas de edición para ordenador, que capturaban en analógico. Yo me compré una y claro, en cuanto mis compañeros vieron las virguerías que se podían hacer, pasaron de los cutremedios de la Facultad. Ya no había que pelearse por reservar la sala Betacam para montar los trabajos de clase. Era más fácil ir al ordenador de J. M. y hacerlo allí tranquilamente, con más efectos de imagen y letras chulas. Así fue como me convertí en el editor oficial. Terminaba el corto de un compañero y venía el siguiente con sus cintas para capturarlas. No paraba, lo cual era bueno y malo a la vez. Bueno porque iba adquiriendo soltura con el programa y cada vez hacía algo nuevo. Malo porque estaba tan ocupado con los proyectos de los demás que no tenía tiempo para los míos. Y la cosa no se quedaba sólo en los cortos. A partir de ese momento empezaron a lloverme encargos de todo tipo: desde videoclips hasta los propios vídeos de las fiestas de mi Colegio Mayor, y alguna que otra boda en la que me costaba mucho contenerme para no meter alguna tontería visual de las que me gustan. Había que respetar el estilo hortera del cliente…
Hasta que finalmente llegó “Rata de Túnel”, el cortometraje que te dio a conocer. ¿Cómo surgió la idea?
Desde que terminé “Veritas” en el 2000, no había vuelto a hacer nada como director. Llevaba 3 años montando cosas de otros, y el creador que llevo dentro se rebeló. “Ya está bien” –dijo–. “Ahora te toca a ti.” Además coincidía que mi etapa en Sevilla tocaba a su fin, con lo cual tenía un año para pensar en algo que pudiera hacer con esta gente y que me pudiera llevar a casa para sacarle partido, porque mis dos cortos anteriores no me servían de mucho.
Me explico: en aquella época ya sabíamos lo que eran los festivales de cortos, y sabíamos que tenían unos requisitos. Nuestras primeras producciones las hacíamos sin tener en cuenta la duración, simplemente escribíamos el guión y lo grabábamos, por lo que nos vimos obligados a recortar el montaje de un corto a 20 minutos para poder mandarlo a Sitges, donde por cierto lo seleccionaron y allá que fuimos todos en tropel. A “Veritas” le pasaba igual: duraba 35 minutos pero no podía quitarle nada, así que estaba automáticamente eliminado de cualquier competición. Y “El Legado de Atecna” era más complicado, porque duraba 14 minutos pero eran sólo las cuatro primeras secuencias del guión, el prólogo. Con lo cual la historia quedaba inconclusa. Obviamente habia escrito un corto demasiado largo…
Revisando mis guiones vi que todos tenían el mismo problema. Si se grababan iban a exceder el límite permitido por los festivales, así que la única opción era pensar algo nuevo. Y haciendo memoria recordé una idea que Gonzalo Bendala tenía sobre un ladrón del futuro que era perseguido por la policía en una red de túneles subterráneos. La persecución le llevaba a encontrarse hasta con un bicho mutante que vivía allí… Siempre me gustó esa idea pero iba a ser muy complicada de realizar, así que la reduje a un solo personaje y una sola localización para que pudiéramos hacerla en poco tiempo y con los medios justos y necesarios.
Tengo curiosidad por su realización y posterior postproducción, en la que conseguiste plasmar esa atmósfera claustrofóbica y agobiante.
No quiero romper el encanto porque habrá lectores que no lo hayan visto. Si entran en http://www.ratadetunel.com/ hay un enlace a una web donde está alojado y mucha información sobre el corto. Aquí sólo diré que no hay persona que vea el making of del DVD y no ponga cara de “me han tomado el pelo”. Nadie puede sospechar la sencillez y la artesanía con la que está hecho, y mucho menos que lo lleváramos a cabo tres personas: Gonzalo, su novia Marta y yo. Al principio había más gente involucrada en el proyecto, pero se fueron desentendiendo poco a poco. El motivo fue que ya estaban acostumbrados a producciones complejas y querían hacer “Rata de Túnel” igual, en un plató con muchos focos y mucha parafernalia. Cuando les dije que no era necesario porque todo era más simple de lo que ellos pensaban, no lo supieron ver y se echaron atrás. Y cuando añadí que el actor iba a ser yo… digamos que me dieron una palmadita en el hombro y me dijeron “suerte”.
Pero no era la primera vez que te ponías delante de la cámara. ¿Cómo se compaginan tantas funciones en un rodaje?
En efecto. Fui aquel Indiana Jones de Todo a Cien en “El Legado de Atecna”, y uno de los protagonistas de “El Orgullo”, un corto de Gonzalo que también edité. Ya entonces me habían dicho que no se me daba mal lo de actuar, y supongo que es algo que me viene de pequeño, porque me disfrazaba y hacía muchos teatrillos en el colegio. Eso, unido a que el guión de “Rata de Túnel” lo había escrito yo, y por tanto sabía lo que el personaje iba a requerir a nivel interpretativo, fue suficiente aval para que Gonzalo y Marta confiaran en mis posibilidades como actor. Fueron los únicos que apostaron por mí. Me dejé el pelo largo para contribuir a la transformación, y en el rodaje lo pasé mal de verdad porque hacía mucho calor en Sevilla y más aún dentro de aquella sauna que era el conducto, con una linterna dándome en la cara y vestido con ropa de abrigo. De hecho adelgacé unos kilos.
Compaginar funciones fue muy sencillo: dibujé un storyboard de 163 planos, pegamos los folios en la pared para tener una visual de todo el corto, decidíamos lo que íbamos a grabar y en qué orden, Gonzalo controlaba la cámara y me indicaba cómo tenía que orientar la luz para que se me viera, yo salía del conducto, veía la toma, la daba por buena o no, y seguíamos. Así durante una semana. Luego volví a casa con las cintas y lo edité tranquilamente en mi ordenador.
Su trayectoria por los festivales fue mejor de lo que habías imaginado…
Ya te digo. Es mi tercer corto, pero “de cara a la galería” fue el primero, porque con él me di a conocer en este mundo de los festivales, y no le fue nada mal. Después de dos años haciendo kilómetros por toda la geografía española y parte de la extranjera, se retiró con 51 selecciones y 11 premios, el último de los cuales me lo dieron en el Teatro Cervantes de mi ciudad. Precisamente el mismo sitio donde lo presenté nada más sacarlo del horno, allá por 2004. Así se cerró el círculo.
¿Qué me ha reportado? Como productor me salió barato y lo rentabilicé con creces. Como guionista me di cuenta de que una idea sencilla consiguió más que todo lo que tenía escrito hasta la fecha. Como actor mucha gente alabó mi interpretación y aún hoy me siguen preguntando si he estudiado Arte Dramático. De hecho uno de los premios fue a Mejor Actor, pero ya veremos si repito delante de la cámara. Como editor también han valorado mucho el montaje, la iluminación… Y finalmente como director, la satisfacción del deber cumplido. Saber que has logrado el propósito que te planteaste al principio. Quería crear angustia, tensión… y lo conseguí porque el público lo pasa mal en las proyecciones. Luego cuando se encienden las luces te reconocen y vienen a felicitarte. Eso es lo más importante, y eso es con lo que me quedo. Porque no hay que olvidar que las historias, sean cortas o largas, se hacen para un público.
Y desde entonces has desempeñado todo tipo de trabajos: profesor de informática, técnico en torneos de ajedrez, cámara para los informativos de Canal Sur… ¿entrenador de voleyplaya femenino?
Jajaja, ¿no te lo crees? Luego te cuento eso. Verás, después del “primer punto de giro” que fue la decepción de mi carrera universitaria, descubrí que tenía que luchar por mi sueño para darle a este guión un final feliz. Podría haberme limitado a seguir echando currículums hasta que me cogieran en una tele local, o en un periódico. Eso es lo que habría conseguido con mi titulación, que por desgracia vale menos que un módulo de FP. Las propias empresas saben que no salimos preparados de la Facultad, y otras no contratan licenciados para no tener que pagarles tanto. Es tristísimo.
Por lo tanto, me convertí en un nómada laboral, y así fui pasando por trabajos que duraban lo que tenían que durar. Unas veces terminaba el contrato, y otras veces era yo el que decía: “mira, que me voy”. Porque no hay nada peor que trabajar en algo que no te gusta, y que encima te impide desarrollar tu verdadera vocación. Yo he nacido para contar historias, y no voy a ser un frustrado más de los muchos que hay, aguantando mecha con tal de llevar el pan a casa. Por eso me lo monté por mi cuenta. Ahora soy mi propio jefe, y trabajo las horas que haga falta con tal de conseguir aquello que llevo buscando desde “La Tenia”.
Lo del voleyplaya… Al principio he mencionado Torrox, ¿no? Bueno, pues eso fue un curro de verano que me surgió estando allí. Yo no tenía ni pajolera idea de las reglas, pero el que me lo ofreció, un tipo que tenía más cara que yo, me dijo: “básicamente te van a pagar para que te sientes una hora a ver tías jugando en bikini”. Y ante semejante argumento me vi obligado a aceptar. Así que llegué allí con mis gafas de sol, me presenté a todas como el nuevo entrenador, y empecé a soltar frases tipo “vigila tu área”, “no le des con efecto que es peor”, o “nenas, esto es un trabajo de equipo”. Pero basicamente sí, estaba una hora sentado alegrándome la vista con aquellas veinteañeras que me ponían malísimo. Espero volver y repetir porque me lo pasé bomba.
Qué cabrón… Bueno, ¿y cómo llevas lo de ser tu propio jefe? ¿Es fácil gobernar el timón de Arka Studio? ¿De donde nació la necesidad de iniciar esta aventura?
Fue la misma necesidad vital que me llevó a hacer “Rata de Túnel”. Por un lado hacía tiempo que acariciaba la idea de crear mi propio sello, una productora para firmar mis trabajos. Por otro, me cansé de ser simplemente “J. M. Asensio, editor freelance”. Yo sé hacer más cosas aparte de montar en el ordenador. También monto en bici, jajaja. No, en serio... Arka Studio ofrece toda la experiencia que he ido acumulando en diseño, producción y distribución desde que empecé en este negocio, pero no estoy solo. Me acompaña una tripulación de jóvenes talentos que he ido reclutando y que son muy buenos en sus respectivas disciplinas. Además, Arka es un proyecto abierto a nuevas incorporaciones. De ahí su nombre. Todo el que quiera formar parte de él no tiene más que ponerse en contacto con nosotros y demostrarnos lo que sabe hacer. En cuanto surja un trabajo que requiera de sus habilidades, contactaremos con él.
Respecto a lo de ser mi propio jefe, es una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que tengo el horario de trabajo que yo mismo me impongo, y el inconveniente es que como trabajo en lo que me gusta, nunca encuentro el momento de decir “basta”. Hace tiempo que no distingo entre días laborables, festivos o vacacionales. Para mí todos son iguales. Y me voy a buscar un problema en la vista como siga así…
Pues con el proyecto que tienes entre manos no vas a descansar mucho los ojos…
¿El proyecto? ¡LOS proyectos! Estoy metido en cien mil historias, y algunas surgen de un día para otro. Mira, estoy en Escorto, estoy en el Congreso Internacional de Música de Cine de Úbeda, estoy montando vídeos cada dos por tres, y encima estoy con un nuevo corto… no, espera, estoy con TRES nuevos cortos, cada uno en una fase. ¿Qué hago? ¿Desaparezco sin más? ¿Apago el móvil y me voy a una isla desierta? Me gustaría, pero ahora mismo no puedo. Creo que me he convertido en un adicto al trabajo…
Hablando de cortos, ¿cómo valoras el actual panorama del cortometraje español? ¿Tiene salidas más allá de festivales especializados?
Esto ha llegado a un punto en el que, o revienta, o no sé lo que va a pasar. Antes el cine era cosa de unos pocos, pero la tecnología digital lo ha democratizado tanto que ya no hay límites. Hoy parece que todo vale, y a cualquier pamplina la llaman corto. No me parece justo meter todo en el mismo saco. Hay gente hipotecando sus casas, sus coches, su vida, con tal de sacar adelante un proyecto en el que nadie cree, sólo ellos, y luego está el típico payaso que graba un chiste de Los Morancos, lo cuelga en Internet y le dan un premio.
¿La culpa es del público? Si es un premio del público y llevas a tus amigotes para que te voten, pues sí. Pero seguramente habrá otro sector de ese mismo público al que no le haga mucha gracia. El público es sabio, y sabe distinguir una buena obra de una mala, y sabe lo que es un corto y lo que es una mierda pinchá en un palo. Por otro lado, el público también es muy comodón, y muchos sólo ven lo que les ponen delante. Por eso los festivales tienen una inmensa responsabilidad, porque son los escaparates en los que se exhiben nuestras obras, y en función de lo que proyecten, favorecen o perjudican la opinión que la gente tiene sobre el cortometraje, y por extensión del cine español.
¿Qué salida tiene un corto más allá de un festival? Por mi experiencia, te lo puede comprar una televisión para emitirlo, o lo puede hacer sin que te enteres porque está compinchada con algún festival que le proporciona DVD’s de cortos en plan pirata, lo pueden incluir en un recopilatorio para venderlo o en un catálogo promocional para difundir el cine que se hace en tu comunidad autónoma, lo pueden regalar con una revista, lo pueden proyectar formando parte de algún ciclo, lo pueden utilizar como ejemplo para los alumnos en una escuela de cine, se lo puedes regalar a gente del sector audiovisual para que te conozcan y sepan lo que haces, y finalmente lo puedes ceder a Internet para que perdure por los siglos de los siglos, amén.
Pasemos a Escorto. El pasado año, además de tu función en el equipo técnico, presentaste un spot que recibió bastantes felicitaciones y que encima rematarías con un making of de lo más simpático. ¿Cómo explicarías lo que podemos encontrar en una breve pieza como “Travelling”?
Es un anuncio que rinde homenaje al cine a través de varios de sus iconos. Tenemos una Gilda, un Bogart, un Tony Manero, un Clint Eastwood, un James Bond y un “Estiben Sigal”. Quería hacer un repaso, un “travelling”, por personajes famosos de algunos géneros en torno a una partida de cartas, y mantener la intriga de a qué están jugando hasta el final. No sé por qué lo presentaron en la gala como “partida de póker” porque claramente no están jugando a póker. Están jugando “a las películas” con los elementos que intervienen en la realización de una película: guión, producción, vestuario, maquillaje, música, etc. El making of lo hice para gamberrear un poco con el montaje, cosa que me encanta, y acabó gustando más que el propio anuncio. Este año, si me da tiempo, presentaré otro aunque no competirá porque soy del “staff”.
Exacto. Este año repites como colaborador.
Y con más responsabilidades, de lo cual se deduce que quedaron satisfechos con mi participación el año pasado. Por el momento ya he hecho las cortinillas de los ESpots y en cuanto empiecen a mandarme los cortos seleccionados iré preparando los vídeos que se proyectarán durante el Festival, que volverá a tener su making of. Intentaré que no se me escape nada cuando esté allí.
Como ya he preguntado a otros miembros del staff, a nivel profesional, creativo y personal, ¿qué te aporta este trabajo?
Profesionalmente estamos demostrando que el teletrabajo funciona y puede levantar un festival de cortos desde distintas partes de la geografía: Galicia, Madrid, Valencia, Andalucía… Nos reunimos en nuestra oficina virtual, tratamos lo que haya que tratar, nos ponemos deberes, y hasta el siguiente contacto. Trabajar así es muy cómodo. Creativamente, Escorto no es un festival cerrado en el que “tú te encargas de esto y no te metas en lo que hace el otro”. Hombre, hay que acotar responsabilidades y al final alguien toma las decisiones, pero siempre se tiene en cuenta la opinión de los demás por el bien común del festival. Personalmente, es un gustazo ser parte de la familia de este bebé y verlo crecer. Cada vez que me entero de un nuevo logro que el equipo de dirección y producción ha conseguido, lo celebro porque sé que están luchando por convertir Escorto en un referente nacional, y esperemos que internacional. Hay muchos desafíos sobre la mesa y ojalá todos se cumplan, incluido éste.
¿Cómo recuerdas la experiencia de Escorto 2006?
He estado en muchos festivales de cortos y he visto de todo: desde superlujo al cutrerío máximo. Escorto no es ni una cosa ni otra. ¿Sabes a lo que me recordó? A una quedada de Internet que se había estado preparando durante meses, porque a medida que íbamos llegando nos reconocíamos y, como diría Raúl, “nos poníamos cara”: “¡ah, tú eres nosequién, el del foro tal, o el del blog cual, qué tal tío!”. Fue como ir a pasar un fin de semana con los amigos, sólo que nos juntábamos para ver cortos, hablar de cine, de proyectos, y por último dar unos premios. Íbamos a comer, a cenar, de copas, todos juntos: organización jurado, invitados… formando un grupo muy simpático que caminaba por las calles de El Escorial como el Rat Pack o el Frat Pack, aquí el Escorto Pack, en un plan distendido, cercano y familiar, acorde con el lugar. Los tres días que duró estuve muy a gusto, y espero que este año el ambiente sea el mismo. Eso sí, tú y yo no volvemos a perdemos los canapés por estar haciendo entrevistas…
¿Cómo recomendarías a los lectores la asistencia obligada al festival?
No sabéis lo que os perdéis. Así de claro.
Muchísimas gracias por esta divertida entrevista. Nos vemos, faltaría más, en Escorto 2007.
Gracias a ti. Ah, ¿estoy a tiempo de sugerir jurados? Es que tengo un par de ideas muy buenas…
by David López
4 comentarios:
Menudo pedazo de entrevista, pense que el navegador se habia vuelto loco, bajaba y no acababa.La barra de desplazamiento era mi amiga.
el asensio este es un pelmazo
¡Ahí, Asensio, ahí!
Me han gustado ambas, aunque la de Raúl Cerezo la veo algo más realista.
Salud
Marinero (Alberto Q.)
www.lacoctelera.com/traslaspuertas
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