23 enero, 2007

"Éramos pocos", de Borja Cobeaga (¡Nominado al Oscar!)

Es oficial: Javier Fesser con "Binta y la gran idea" (pinchad para verlo) y Borja Cobeaga por "Éramos pocos" acaban de entrar en los Oscar, con lo que tenemos dos cortometrajes españoles de un total de cinco. Más posibilidades que nunca, más cerca incluso que con Juan Carlos Fresnadillo por "Esposados" y Nacho Vigalondo por "7:35 de la mañana". Por ello, hemos decidido colgar aquí la crítica que llevábamos atrasando a la espera de este gran momento. Por cortesía de J.P. Bango.... "Éramos pocos" de Borja Cobeaga.







Eramos Pocos: Y no parió la abuela... pero casi

Borja Cobeaga apuesta por lo seguro en Éramos Pocos, un retrato de una familia cuya disfunción se presenta de repente, con la huida de la madre, maleta en ristre, a un puerto más seguro que aquel que gobiernan Ramón (su marido) y Fernandito (su hijo), prototipos de haraganes sin oficio ni beneficio, buena gente pero esencialmente insolidarios e improductivos en las tareas del hogar y, por extensión, sujetos inhabituados a la toma de decisiones, a los compromisos personales que lleva aparejado el ser padre o hijo en una familia donde la autoridad la acostumbra a ejercer (quiera o no) la abnegada esposa/madre.



Tras verse, de súbito, instalados en el territorio emocional de los despojados, padre e hijo aprovechan un único segundo de lucidez (coincidente con el fin de sus recursos alimenticios: patatas fritas, cerveza, pizzas y comida precocinada, y de la invasión de una rupia sucia que ya amenazaba con devorarles) para reintroducirse en el mundo de las personas que idean. Entonces se acuerdan de la suegra y de sus guisos, y se aprestan a buscarla al fin del mundo, es decir, al asilo, para darle una nueva oportunidad de reingreso en una sociedad que ya la había abandonado para siempre. Contrariamente a lo que se podía imaginar, la abuela se siente plenamente identificada con su nuevo rol, adoptando modos y gestos serviles (y serviciales) hacia aquel padre de familia y su nieto desmoemoriado que todavía se sienten sumidos en el desconcierto de una nueva vida. Sin embargo, el recuerdo de la esposa/madre no tarda en pasar a un segundo plano seducidos por el olor inmarchitable de la buena comida y el excelente trato exhibido por aquella mujer a la que una vez, según parece, despreciaron.



En realidad, Cobeaga construye una historia... sin historia (a pesar del necesario giro final que termina por definir a sus protagonistas) que toma sus fuentes de la cotidianidad y de ésta: alguna de sus conclusiones más melodramáticas. Para ello se nutre de elementos costumbristas -una maleta en el suelo, una cama sin hacer, una mesa repleta de bolsas de patatas fritas y botes de cerveza- y, en último término, cómplices -como la escena de la tortilla- que promueve la sonrisa colectiva de una platea acostumbrada a identificar -y reconocer- a los protagonistas, esta vez, como el reflejo exagerado de lo que algunos de ellos mismos son... o acabarán siendo.



Éramos Pocos no es una comedia de humor negro ni tampoco tiene que ver con el cine berlangiano (de su primera época, en tanto se sabe liberado de la correspondiente ración de crítica social; de la segunda, en cuanto no notamos presencia alguna de elementos ni personajes absurdos) pero sí tiene, y mucho, que ver con el género picaresco tan habitual en estas tierras ibéricas y que aquí se presenta en su formato más precario y artero, como una especie de sketch alargado con pretensiones de obra tragicómica cuyo cariz realista (como tantas otras veces) se le lejanamente arruinado por la presencia de tonos y tejidos cerúleos que contribuyen a crear un ambiente de diseño (de diseño de la tristeza) que falsea su condición, en todo caso, de película docudramática y reflexiva.



Falla en las formas, en fin, dilatando algunas de sus escenas, adoptando encuadres de clara ascendencia televisiva, abusando de la música ambiental... y se muestra, en exceso redundante (y por ende, repetitiva) cuando trata de reflejar el patetismo que envuelve el día a día de los protagonistas... pero es una película corta claramente funcional, fundamentalmente empática, vocacionalmente exitosa y, por momentos, lúcida, que sabe mejor... cuanto menos se ve y analiza.

Lo más destacado: Ramón Barea haciendo el papel de siempre y como siempre interpretándolo con plena credibilidad.


Lo menos destacado: que no tarda en olvidarse.



Calificación: 6,5


By J.P. Bango

PRÓXIMAMENTE: ¡Y ahora Los Goya! ¡Vaya semanita!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena a todos los que han hecho estos trabajos.

Me queda de ver el de "Binta...".

:) a ver si este año hay suerte.

Queco dijo...

Lo que me gusta es que la crítica va a contracorriente. ¡Con lo fácil que habría sido elogiarla después de la nominación!

Anónimo dijo...

os superais cada día, lo de la radio ayer y ahora esto.Poca cabeza y muchos huevos pero se disfruta mucho