19 junio, 2006

Perfect, de Rankin (2002)


Hoy, en un ejercicio de rutina matinal, he disfrutado en mi salón cinematográfico (proyector, home cinema, penumbra y soledad) con el DVD de la 5ª Edición del Festival Internacional de Cortometrajes de Benicássim 2004. Un festival que se desarrolla paralelamente al ya aclamado y archiconocido FIB en su faceta musical.

El DVD contiene cortos interesantes como “Canciones de Invierno” de Félix Viscarret, o el onírico “Tokyo” del Catalán Alex Rademakers de la productora de ESCAC Escándalo Films (responsables a su vez de la premiada La Ruta Natural de Alex Pastor). Un servidor, sin lugar a dudas, se queda de todo el DVD con el trabajo del británico Rankin y su cortometraje “Perfect”, del que a continuación paso a relatar mis eyaculaciones visuales y emotivas:

Antes de desnudar el cortometraje, es importante destacar que el Sr. Rankin es un conocidísimo fotógrafo de moda y marketing en Gran Bretaña, el cuál ha trabajado en campañas de publicidad tan importantes como la de los vaqueros Levi´s, la famosa cerveza Heineken o los móviles Nokia. En el tema de la moda es considerado como uno de los fotógrafos más rebeldes y liberales a la par que original, llegando sus álbumes de pret-a-porter a ser considerados como de los mejores del mundo, y el epíteto no es gratuito.

Rankin, en esta ocasión y por primera vez (atención: Ópera Prima), cambia la estática de su objetivo fotográfico por la dinámica de un zoom cinematográfico, que entre la crítica social y la decadencia del Londres más austero, nos lleva de la mano para relatarnos una historia de amor y desencuentro con el telón de fondo de unos malos tratos que bien podrían confundirse con la lujuria, la pasión o el amor con desenfreno.


El corto relata la historia de una pareja de enamorados jóvenes y heterosexuales (obligado adjetivo en estos tiempos que corren), con una relación a veces histriónica y otras decadente, en el que la fémina protagonista, con ataques sicóticos por exceso de Absolut, maltrata injustificadamente al varón que se siente protagonista de una hecatombe de sangre y depresión. En contra de cualquier pronóstico, el final y desenlace del corto es una sorpresa que no pienso desvelar por mi carácter antispoiler, pero en el que vemos realmente lo que el autor de este soberbio trabajo quería transmitir, es decir, como toda buena obra que se precie (salvo raras excepciones), sólo su final nos da el sentido que merece, el golpe de efecto necesario para acabar de digerir tan magnífico trabajo.

Desde el punto de vista técnico la realización está llena de adornos, con encuadres estudiados y una fotografía de manual, que si bien a veces nos embelesan, en otras ocasiones nos hacen ser conscientes de lo que nunca debería pasar de ser un color en el subconsciente del espectador, en analogía al limón del cubalibre; siempre presente pero inconsciente, imprescindible pero secundario, existente pero efímero. Fallo y acierto, estadísticamente parejos.

La cámara se desliza por los escenarios con elegancia y sobriedad, a veces se acelera y otras se relaja como una prolongación acertada de los sentimientos que en ese momento recorren la piel de sus protagonistas. No hay esa cafeína visual de la que tanto me quejo a veces, aquí el equilibrio y la mesura practican un matrimonio litúrgico tan perfecto que embadurna todo el relato de una poesía social absolutamente creíble, y esa es la clave del cortometraje; te crees lo que se cuenta e incluso, por momentos, haces tuya la historia, como las llaves de tu coche, la tarjeta de tu móvil o la funda de tus gafas, posesiones extrañamente ajenas.

La edición de sonido es muy buena y los actores marcan registros fantásticos y verosímiles que ayudan a que el relato sea certero, hiriendo la retina con tal precisión cirujana que llega a absorber de una manera visceral, evitando incluso algún “pause” por derechos de “micción”.
Es, en definitiva, un cortometraje que se saborea con entusiasmo, que engancha, que invita a la reflexión y que muestra la dualidad de las relaciones humanas a través de un retrato tan sólido que se hace cercano, regalando al espectador, en un ejercicio de solidaridad artística, el compartir cada escena como si de algo propio se tratara.


En la actualidad y merecidamente, Rankin ha terminado su primer largometraje titulado “The lives of the saints” en colaboración con el guionista y director Chris Cottam, en el que en una especie de cuento de neón se relatan hechos e historias de corte fantástico en el Londres actual. Realizador, que a partir de este cortometraje, un servidor seguirá su trayectoria con dedicado entusiasmo e incontenida pasión.

By Javier Hernández.

Próximamente: Nueva entrada en el Zoom Radiático

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿donde se puede ver? no hagais criticas de cortos que no se pueden ver

Anónimo dijo...

Sí se puede ver, pero tienes que comprarlo;
http://www.dvdgo.es/product~catgid~0~list~0~prodid~115694~typeproduct~1~dvd~Fib+5+ed..htm

Anónimo dijo...

¿que es la segunda fotografia, es para ir de guays?

El zoom erótico dijo...

La segunda foto evoca a un amor imposible, pero que a pesar de las dificultades, encaja a la perfección con su otra mitad. Ese "encaje de puzzle" representa la perfecta simbiosis de una relación que estaría más cerca de la utopía existencial que de una realidad humana.
Espero haberlo aclarado.
Salu2 y gracias por tu interés.