Michelangelo Antonioni
dirigió en 1961 “El eclipse” como cierre a su Trilogía de la
Incomunicación de la que formaban parte “La aventura” (1960) y “La
noche” (1961). La película, protagonizada por Monica Vitti y Alain
Delon, ganó el premio del jurado de Cannes en 1962 y en su
documental “Il mio viaggio in Italia” (1999), Scorsese definió sus últimos
siete minutos como la prueba palpable de que todo es posible en el
cine.
La película narra como
Vittoria (Monica Vitti) abandona a Riccardo (Paco Rabal) después de
una discusión que ha puesto punto y final a su relación. Insegura,
Vittoria se refugia en su amiga Anita y en su madre, que acude con
frecuencia a la Bolsa de Roma. Allí Vittoria conoce a Piero, un
cínico agente de bolsa. Piero, al conocer que Vittoria está
soltera, comienza a cortejarla; su interés por ella le lleva a
descuidar su trabajo durante uno de las mayores golpes a la economía
italiana.
Dice David Saul Rosenfeld
que “El eclipse” empieza por el final, con una ruptura. De hecho,
la describe como la narración de un final. Antonioni no es ajeno al
paisaje apocalíptico, siendo ejemplos de ello “El desierto rojo”
(1964) o “Zabriskie point” (1970) y esta película está
dominada, como es habitual en su director, por un paisaje de ciudad
desértica, de construcciones solitarias y abandonadas. Los lugares
en construcción se contraponen al lugar de trabajo de Piero, la
impresionante Piazza Affari, un auténtico templo de las finanzas en
su sentido más estético, y el principal bolsa de valores de Italia.
El aire catastrofista que inunda todo viene puntuado por un cadáver
dragado del río.
Piero, el hombre de los
mercados, intenta conquistar a Vittoria, la mujer que ha sido
engañada otras veces y que no quiere que le hagan daño de nuevo. La
insistencia de Piero mantiene un frágil equilibrio en la vida de ambos,
pero hay una necesidad de que se encuentren. Cuando Piero
consigue toda la confianza de Vittoria, queda con ella en una cita, a
la que Piero jamás acude.
Y entonces, la ciudad, el paisaje de fondo, se revela como el lugar más frío, anodino y terrible posible. Pero el único existente, el único donde puede tener lugar la acción.
De ese modo, Antonioni
diseña una advertencia, la amenaza económica, con sus “altos y
bajos” como llega a defender Vittoria, con sus “eclipses”,
equiparándolo a las relaciones personales, a la constante
inseguridad de vivir pendiente de tantos factores, a entregarse
ciegamente al otro, solo para descubrir que no solo
seremos engañados, si no que nos dejaremos engañar una vez más.
by Henrique Lage
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