05 septiembre, 2011

Cosas que pasan

P.T. Anderson es uno de esos directores que podrían entrar en la categoría de megalómanos, ciertamente obsesionado por las grandes historias corales, pero artesano relojero capaz de encajar las más finas ruedecillas. Esta es la historia de uno de sus films, y quiero pensar que no es simplemente una casualidad...

A pesar de las múltiples referencias al azar, el destino o la religión, esos que muchos consideran grandes pensamientos de la humanidad, siempre he considerado Magnolia como una película que habla de la soledad.


Con un principio directo, la narración inicial bombardea historias aparentemente casuales, situaciones imposibles que parecen fruto del azar, sin embargo el propio narrador acaba concluyendo que no pueden ser fruto de la casualidad, que no pueden ser "una de esas cosas". Un narrador que indirectamente nos habla del destino, un destino unido para todos los personajes, un camino de vidas cruzadas que además se convertirá en un camino de redención y expiación personal, la búsqueda del amor y el perdón necesario para escapar del uno.

Es la canción de Aimee Mann la que pone en perspectiva esta situación mientras se nos presentan los personajes, sin necesidad de definirlos en su totalidad, solo con pequeñas pinceladas que sugieren de forma simple como se podrán entrecruzar sus caminos. Siempre me ha parecido magnifico el uso de las canciones de Mann para esta película, canciones que existían antes de la misma y que gracias a Anderson completan el significado de algunos de los momentos principales, algo como si fuese la historia la que envuelve las canciones y no al revés.

Pocas historias pueden permitirse el lujo de tener un clímax central tan largo y no sufrir las consecuencias, pero el goteo constante de momentos que se sucede desde que empieza el concurso (precedido de un plano secuencia magistral) se presenta de forma que no hay opción. Stanley, su problema de incontinencia y posterior discurso (no soy un juguete) en el mismo escenario que Jimmy Gator y su desmayo en antena. Jim y Claudia en una escena romántica de bizarrismo absoluto (que recuerda en pequeño a Punch-Drunk Love) y que acaba más tarde con Jim perdiendo su pistola. Frank enfrentándose a los fantasmas del pasado en manos de su entrevistadora. Phil luchando por encontrar a Frank, el hijo "perdido" de Earl. Donnie y su declaración en el bar. Y Linda, que siempre fue mi personaje favorito (a pesar de lo llamativo de Frank), pidiendo no ser juzgada en la farmacia, intentando renunciar a su testamento y posteriormente lanzándose al suicidio incapaz de soportar su pasado... Clímax que además representa el centro de unión de sus caminos, es el momento donde sus vidas están más juntas (y donde se cae en la cuenta que Earl es el productor del programa de Gator, el eslabón final), y sin embargo, es también el momento donde están más solos. Un momento de soledad que empieza con el enfrentamiento final de Earl ante la muerte y sus remordimientos. Un momento coronado por otro espacio musical, una de mis escenas favoritas de siempre... El lugar donde se asume otra vez en letras de Aimee Mann que hay que despertar, que todo va a seguir igual y que en ultima instancia, lo mejor es rendirse...

What am I doing? I'm quietly judging you.

Es ese destino que no todo el mundo acepta, el mensaje de rendirse para que todo pare. Es el momento de descubrir que no es la única salida, asumir los propios actos, abrazar la alternativa de aprender a vivir con las consecuencias. Un momento de aceptación representado por una lluvia de ranas, no tanto por un significado bíblico del castigo sino como momento de purificación, la hostia en la cara que te devuelve al camino y te hace despertar. La catarsis colectiva de todos los personajes...

Y solo falta cerrar el círculo, un epílogo que vuelve a recorrer las casualidades y rematado por la sonrisa a cámara de Claudia, un detalle que no estaba en el guión pero que encaja perfectamente con el monólogo inicial de Jim al espectador, ese Jim que nos instaba a intentar hacer el bien y ese Jim que finalmente lo consigue en manos de Claudia, como no, envuelto en otra letra de Aimee Mann pidiendo por la salvación.


Magnolia no es solo una historia de historias, más allá de todas sus interpretaciones bíblicas y caminos redentores, es un ejercicio de estilo espectacular. Toda la megalomanía de Anderson y su obsesión enfermiza por el plano secuencia presente en prácticamente todo el metraje, los momentos de metalenguaje donde se habla directamente al espectador, el monólogo de Phil haciendo referencia a los momentos de las películas donde se pide ayuda mientras él pide ayuda, hacen una obra faraónica que, a pesar de sus (no demasiados) defectos, crea un conjunto global que entra en la categoría de cine con mayúsculas.

Quizá no sea del todo objetivo con esto porque Magnolia es mi película casual, es la que vi de casualidad en la tele y me aburrió, y a la que di una segunda oportunidad única y exclusivamente por Julianne Moore. Una segunda vez que, ahora sí, consiguió hipnotizarme. Es la película por la cual mire con otros ojos a Cerezo cuando todo el mundo le llamaba troll allá en ciertos foros. Una persona con tanto amor por lo mismo que yo debe tener algo de razón, y gracias a eso probablemente he acabado escribiendo aquí. Es por eso que Magnolia es y casi seguro será por muchos años, mi película favorita.

Y es por eso que al final he decidido cerrar mi círculo y dedicarle un texto, no tanto por ser algo novedoso o porque crea haber escrito cosas nunca dichas, sino porque simplemente es algo que le debía desde hace tiempo.

Porque creo que Magnolia no es solo algo que simplemente pase...

Pedro Pérez (aka Findor)

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