25 mayo, 2009

DISTRIBUCIÓN Y BUROCRACIA: EL ASESINATO DEL ESPÍRITU



Antes de que sigáis leyendo, me declaro único responsable de cada una de mis opiniones (y a veces, insultos) sin que nadie pueda responsabilizar a esta web ni a ningún otro. También comentaré que ninguna de las anécdotas que me han ocurrido tienen que ver con la calidad del film (por si a alguien le da por decir que me lo merezco todo porque, según él, mi película sea mala) pues prácticamente casi nadie de los causantes de ellas lo ha visto ni siquiera.

Pues sí, con la burocracia hemos topado. Pero no sólo con ella, sino que una vez solucionada y satisfecha ésta, los problemas se agravan en un área que no acepta y no tolera nuevos miembros con los que tuviese que compartir alguna migaja. Todo me hace ver que de nuevo soy un tonto y que tantos y cada uno de mis esfuerzos no han servido ni van a servir absolutamente para nada.

Empecemos desde el principio, por lo más fácil y “placentero”. Resulta que si una película no es reconocida por el Ministerio de Cultura – ICAA, es como si oficialmente no existiese y no fuera una película de verdad ni jamás sería considerada tal, además de que encima el propio artista estaría cometiendo una serie de delitos al luego comercializar o exhibir su propia obra. Sí, así es, de hecho un dato que siempre me ha fastidiado es que en actos como los Goya o las galas de Egeda o notas de la Academia, suelen comunicar cada año que se hacen unos ciento y pico cortometrajes españoles, cuando todos sabemos que sólo ya a los festivales se envían entre 3 y 4 veces más. Sólo aquellos que han sido reconocidos por el Ministerio de Cultura son considerados cortometrajes, y el resto no existen, como a mí me había ocurrido antes. E igual con los largos. Pero que lo reconozcan no es tan sencillo como registrarlo y ya, no, sino que exigen que seas una empresa. Ahí ya me espantaban a mí y otros interesados, años atrás, pero tras no asustarme esta vez y decir “si hay que hacer una empresa, se hace”, se me ofreció una gran cantidad de papeleo y burocracia. Ir al Ministerio de Hacienda para hacerse empresario y rellenar formularios venidos de otra enigmática galaxia, ir al Ministerio de Industria y registrar marca y logotipos, pagando tasas que quitan el hipo. Volver al ICAA con todos los papeles y rellenar más. Y descubrir en mi siguiente visita que habían escrito mal el nombre. Por 3 veces. Primero dice el señor que es que la letra no se entiende; tras mostrarle que es Times New Roman, entonces dice que el nombre es muy raro… pues lo siento mucho si no me llamo “Paquito el de los Calamares” pero yo le pongo a mi productora el nombre que me dé la gana. Luego para la película, rellenar otro montón de documentación, avisar de cada fecha y cosa que se fuera haciendo y tras acabarla llevarla a que la examinen: alguien se gana la vida viéndose las películas antes que nadie en un sótano, y decidiendo para qué edad son. La forma que tienen de registrarla y considerar que esa película existe es mediante esa calificación y mediante certificarla como española. Si gran parte de tu equipo fuesen extranjeros, se marginaría a la película no certificándola como española y castigándola con mucho más papeleo y burocracia internacional. Así integra el Gobierno a los emigrantes. Por suerte yo sólo tenía en el equipo a 3 paraguayas y un argentino y cumplía el cupo de españoles. A pesar de todas estas peculiaridades, el trato del personal fue bastante bueno y resultó algo hasta divertido.

No podría decir lo mismo del Registro en la Propiedad Intelectual, esta vez en otra provincia. El encargado me habló en todo momento con prepotencia y desprecio, sin la amabilidad de los sitios previos. Me presenté allí en taxi desde mi ciudad con un certificado del músico que se sentía indispuesto esa mañana y ya había quedado en ir. Nada más verme aparecer sin el músico, y a pesar de su DNI, autorizaciones, etc., el encargado no me dejó ni hablar ni enseñarle esos documentos y me dijo que me largase. Le intenté explicar la situación por las buenas, pero se puso aún más tenso y duro. Entonces ya perdí los estribos (mi tontura es limitada) y le grité y le dije de todo al muy bastardo, haciéndole ver su inhumanidad y desprecio al artista; están para servirnos no para extorsionarnos. Es más, si yo hubiese engañado y dicho que yo también era autor de la música, no habría tenido problema en el Registro, pero por ser bueno y reconocer legalmente la labor y el nombre del músico, me lo ponían así. Dicho de otro modo, con su intransigencia paradójicamente el Estado está favoreciendo que no se reconozca el trabajo del músico para evitar estos problemas (de la misma manera que vendiendo la píldora del día después en las farmacias, están logrando que se extienda el SIDA, al poner tan fácil el saltarse la ética), así es la burocracia y el Estado. Aún así mi ética me impedía esto y al día siguiente volví a ir con el músico, y pagar otro carísimo taxi, y registramos la obra.

Llegó el turno de las distribuidoras de cine. La gran mayoría ignoraron mi petición, sin querer ver el material. Sólo un pequeño puñado aceptaron. Y de esas están las que demostraron no vérselo siquiera, las que me ignoraron y hasta alguna que, incluso gustándole la calidad, dijo que no iba a interesarle a nadie solamente porque no tenía actores famosos. Eso lo dijo en concreto DeaPlaneta, tratando al público como idiota y contribuyendo a que la sociedad sea cada vez más manipulada y tonta.

Entonces intenté por mi cuenta, ya que me saqué todos los permisos legales necesarios. Kinépolis me pedía unos 1.200 euros y sin permitirme cobrar entrada, diciendo que eso sólo las distribuidoras e ignorando que el ICAA y el Gobierno me consideran a mí tan distribuidora como a esas. Peor fue la empresa Cinesa que, además de que en cada cine me decían una cifra diferente, en concreto en el de Proyecciones (Fuencarral) me pidieron 3.000 euros y sin poder cobrar entrada. Tras decirles (sin cortarme) que eso era abusivo y que en Kinépolis me cobraban 1.200, me volvió a escribir el mismo contacto de Cinesa Proyecciones que me lo dejaba en 1.500 y sí me dejaba cobrar entrada. Vaya, en una semana cómo cambian las cosas cuando uno se impone, lo que demostraba que ni los 3.000 ni los 1.500 ni si cobro o no entrada eran tratos justos y estipulados, sino intentos de aprovecharse de un joven ilusionado.

Sobre la venta/alquiler en DVD el ICAA me dijo que por ley tenía que esperar 4 meses desde la calificación para cines. Así que esperé y fui enviando a festivales. Ahora que ya tengo la licencia para vender los DVDs, me encuentro con que Fnac no me permite venderlos porque no soy una distribuidora con muchos títulos y para uno sólo es muy mareoso para ellos darme de alta. Y para venderlo en USA, el Ministerio de Tesorería de allí obliga a que mi intermediario les dé un porcentaje de las ganancias en concepto de impuestos (en un país del que no soy residente y que con esos impuestos no paga ni Sanidad ni subvenciones, sólo guerras), por lo que me exigen que envíe un montón de papeleo y burocracia a dicho Ministerio del Gobierno de los EEUU, sin garantizar que me lo vayan a conceder y no pudiendo vender allí hasta entonces.

Vamos, meses de trabajo estúpido y para nada, así es todo. Y aún me quedarán varias aventurillas absurdas más con las que me tope.

Pedro Jaén R.

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