17 marzo, 2006

El Secdleto de la Tlompeta de Javier Fesser (1995)


Negro anamórfico…. Se va viendo un puntito que crece
hasta llenar la pantalla, y ahí está un servidor,
con cara de adicto a la nicotina, con cubata
de ron barato y una caja de Stilnox junto al teclado,
todo mezclado como el presagio de un noctámbulo
enamorado del cine, como el drogadicto de las imágenes
encadenadas, como un fanático inequívoco de Lumiére.

Eso soy yo, la frontera del experimento, el chicle de neón,
el servidor que a golpes de teclado tratará,
desde su etéreo universo, dibujar con palabras
las mil y una sensaciones que vayan provocando
en mi ácida retina los “retales cinematográficos”
que me lleguen.




Les prometo fidelidad, humildad y mala leche,
a partes iguales, a cambio no les pido nada que
no hayan hecho ya llegando hasta aquí.
El trueque intelectual está servido: ¿Intercambiamos?

Despojados ya de atuendos, firmas, biografías
y presentaciones, es el momento de mirar debajo
de la falda y desnudar escenarios.

Javier Fesser no necesita presentación y
“El Secdleto de la Tlompeta” tampoco,
aún así me centraré en el segundo plato y
dejaremos el primero para un futuro estudio
de autores, donde se podría sacar
bastante zumo cinéfilo.


El Sr. Fesser es un enamorado del gag encadenado,
ácido, irónico y virtual, y en este corto
no rompe su tradición, con la excusa de retratar
la cotidianidad social de este bendito país
a golpe de chiste hiperlativo, nos regala una historia
llena de ritmo, donde el sentido del corto pasa
a un segundo plano para enfatizar la importancia
de lo absurdo como alimento substancial
y moraleja del todo.

Se imprime en el montaje y en el rodaje una
velocidad vertiginosa, algo que no me hace
demasiada gracia. La digestión es bestial,
es como si pretendiera tapar el silencio de
una risa fallida con otro chiste “más” efectivo
que nos hiciera olvidar el fracaso anterior.

Sr. Fesser, a veces, es preferible relajarse un poco,
para que lo visual grabe su mensaje con consecuencia.
No hay que castigar el intelecto del espectador
con cafeína visual o corremos el riesgo de homenajear
al peor Stephen Sommers o al mejor Michael Bay.
Vamos, una pesadilla enlatada.




La técnica derrochada en el corto es impresionante,
la fotografía está muy cuidada y se nota escuela,
el diseño de producción no es de un Wyler
pero para un “modesto” cortometraje es todo
un alegato de buen gusto y profesionalidad.
Los actores a pesar de su “porcelana”
se les nota muy bien dirigidos, y es que aquí Fesser
se merece un aplauso, sabe lo que quiere de los actores
y les imprime perfectamente sus sentimientos.
De verdad, maravilloso.

En todo el corto se destila frenesí y genialidad
a partes iguales. La pasión del director por el
séptimo arte se huele en cada fotograma,
un servidor ha visto fuentes de Ethan Cohen, Marc Caro
y José Luis Cuerda, también hay un subconsciente
artístico poderoso de los comic de Ibáñez,
todo regado con su estilo personal y sentencioso.




Me ha gustado especialmente la muy acertada BSO
o mejor llamarla ¿Compendio musical? elegido
para el corto; entra en cada fotograma perfectamente,
ayuda a completar la obra, ameniza con encanto cada gag,
lo rebautiza y lo imprime con registro diferente.
Si no me creéis haced la prueba y ved algún que otro
gag sin oír a ese Elvis sicodélico acariciando cada escena.
Sin la música, el cortometraje muere en una debacle fallida.

En resumen, estamos ante una obra encantadora,
muy acelerada, pero tan irreal como convincente,
tan absurda como genial, tan vacía como completa.
Un cortometraje destilado en pulsaciones de ironía,
un resoplar de humor visceral y abstracto
que me ha encantado, que se visiona con frescura
las veces que haga falta y que da a entender
que detrás hay un artista con posibilidades enormes
de hacer algo grande, algo que por desgracia,
para mí, aún no ha hecho. Tal vez, ése sea
El Glan Secdleto de Javied Fessed”,
y algún día, lo desclasifique….


By Javier Hdez.


Próximamente: A EXAMEN: El secdleto de la tlompeta, de Javier Fesser (1995)

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