Tengo que reconocer que el género romántico como tal, en especial cuando se acompaña del concepto comedia, nunca ha sido uno de los que más me atrae. Probablemente sea porque es una etiqueta que conlleva demasiados lugares comunes, aunque tampoco soy fan de las etiquetas y por lo tanto no odio las películas románticas en su totalidad, sino sólo las malas, que lamentablemente son la mayoría…
Tampoco me gustan mucho los tópicos ni esos mensajes de la pareja ideal, del amor por encima de las circunstancias, etc… En mi caso personal acaban matando un poco la suspensión de incredulidad que uno debe tener para enfrentarse al cine. No es que sea o me considere una persona poco romántica, pero hay ciertos estereotipos sobre la felicidad que me parecen algo dañinos y capaces de crear expectativas irreales sobre la felicidad. Incluso alguna película donde parece que se ensalza el amor por encima de la imagen como La bella y la bestia o Shreck, acaban saltándose su moraleja para convertir al príncipe en alguien guapo con ojos azules o convertir a Fiona en una ogra, porque como narices van a juntarse un ogro y una monísima princesa humana pelirroja, maldito enfermo…
Sin embargo, Spike Jonze es un director que me apasiona desde sus inicios en esto de los videoclips y los cortometrajes, y me apasiona incluso en películas que también considero algo más fallidas en conjunto como “Where the Wild Things Are”. Es por eso que a pesar del posible torcimiento de morro ante Her, me he decidido a verla. Todo ese ambienté que Jonze sabe dar a sus películas es algo que también se mantiene en Her, dando naturalidad a un mundo futurista y extraño donde hablar con ordenadores es lo más normal del mundo. Y es por eso que Her me parece que es una de las películas románticas más maravillosas y, sobretodo, sanas y sinceras, que se pueden ver ahora mismo, y que pasa a mi pequeña lista de cine sobre relaciones de pareja que me parece imprescindible.
El primer acierto y constante en su filmografía es conseguir que el mundo ficticio donde sucede todo sea tan extremadamente cotidiano, el transcurrir del día con la tecnología o viendo el trabajo de Theodore es suficiente para hacernos una idea de como funciona todo. Vemos su vida y sus problemas para superar un matrimonio fallido, aunque también se descubre su capacidad para el romanticismo. Todo funciona de manera algo extraña hasta que aparece Samantha, la instancia que compra del nuevo sistema operativo OS1 basado en una inteligencia artificial y del cuál acaba enamorándose.
En este punto hay que preguntarse que tiene de sano y sincero una relación entre un hombre y, ya no un robot físico, sino una representación virtual de una mujer. Pues la respuesta sencilla es que esta relación se sostiene única y exclusivamente por la relación espiritual, por encima de cualquier otro tipo de limitación física. Quizá no deja de ser otro de esos tópicos sobre el amor que distorsionan la realidad y nos hacen crear expectativas inalcanzables sobre la conexión mental por encima del tiempo y el espacio, pero esta relación entre Theodore y Samantha me convence como muy pocas veces (a mi personalmente que soy el raro témpano de hielo inmune a las historias felices) porque se desarrolla como una consecuencia del día a día y no como un objetivo. Funciona porque su contacto evoluciona en querer hacerse felices el uno al otro sin la obligación de coexistir en el mismo plano físico (es más, cuando se intenta crear usando un "cuerpo de alquiler" este vínculo deja de funcionar) y funciona porque todo se convierte en un intercambio en el que sólo existen dos personas queriendo hacerse felices mutuamente de forma totalmente desprendida y en el que ninguno espera nada del otro. Por supuesto esto es posible por un guión escrito de forma casi impecable que hace que uno se crea absolutamente todo lo que está pasando a pesar de ser más irreal que la mayoría de comedias románticas existentes.
A pesar de esta inherente felicidad y perfección, no se puede dejar de pensar que una relación así no puede funcionar, y aunque así acabe siendo y deja de hacerlo en la recta final es por motivos que me parecen todavía más sinceros. La evolución de Samantha, la clásica autoconsciencia de IA recurrente en la ciencia ficción es lo que le hace situarse en un plano superior y la que acaba impidiendo que puedan estar juntos. Samantha necesita existir más allá de su confinamiento espacial para ser feliz y Theodore, viendo que no puede ofrecerle lo que necesita, la deja ir, porque la felicidad de Samantha es más importante que la suya propia.
Y aquí estamos, viendo ese momento en las vidas de estos dos seres, una relación que no estaba destinada a perdurar y que a pesar de ello no impide a sus protagonistas entregarse totalmente a esos pequeños momentos, porque esa felicidad efímera es importante, quizá incluso más importante que la posibilidad de una felicidad eterna.
Pedro Pérez (aka Findor)
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