21 mayo, 2011

Antecedentes y futuros fotogramas del 15 de Mayo

Plaça de l'ajuntament, Valencia. 20 de mayo de 2011.

Mientras la foto de la Plaça 15 de Maig de Jacobo Méndez Díez da la vuelta al mundo, las imágenes de la Spanish Revolution se multiplican, creando una serie de iconos que inspiran a un movimiento de descontento ciudadano. La fotografía cubre dos movimientos: el primero, el recorrido visual de la mirada, donde el alicantino Alejandro se eleva por encima de una masa que, brazos en alto, le apoya en su gesto de cambiar lo que viene impuesto. El segundo, el acto en sí de cambiar la placa, de renombrar el mundo, es la relevancia del lenguaje, de su utilidad política y de la denominación como la clave para la identificación. Lo que designamos viene condicionado por la manera en la que viene designado. Palabras e imágenes para una revolución cultural.

"Tout va bien" (Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin, 1972)

Las comparaciones con otro Mayo lleno de idealismo, el del 68, nos devuelven otras imágenes, imágenes que han quedado prendadas en nuestra memoria congeladas en fotogramas. El Mayo del 68 fue una revolución juvenil donde sus miembros no tenían cada uno una cámara en el bolsillo ni una red social donde comunicarse. Así que la memoria de ese Mayo viene sustituida por un fantasma cinematográfico, por un Mayo del 68 estilizado e idealizado por el cine, pero también por los directores que entonces participaron y retrataron ese mundo.

"If..." (Lindsay Anderson, 1968)

El 13 de mayo de 1968, las revueltas francesas llegaron a Cannes, la capital del cine. Las proyecciones se cancelaban y el festival titubeaba ante una generación que no sentía ya respeto por un arte con demasiadas cosas por definir, un medio elitista, alejado del pueblo. Nombres como Polanski, Truffaut, Godard, Malle, Forman, Saura y Resnais manifestaron su intención de cambio, la suspensión del festival y la necesidad de dar voz a esa juventud descontenta. De ahí nació La Quincena de Realizadores, bajo la necesidad de dar amparo político y oponerse a la censura. 43 años después, esa sección paralela daba voz a Jafar Panahi, el cineasta iraní preso por su defensa de la mujer en “Offside” (2005), que añadida a su condena está el castigo de prohibirle hacer cine o escribir guiones. El cine es una herramienta demasiado poderosa, una herramienta a la que los políticos tienen miedo. Este año, Panahi se expresó a través de un pendrive usb filtrado por las rejas de su celda, con el satírico título de “Ceci n’es pas un film” (2011), y su voz sonó de nuevo por La Croissette. Mientras tanto, el festival decidía vetar a uno de sus más queridos apadrinados, Lars Von Trier, ante un mal chiste en una rueda de prensa. La expresión es válida cuando es cine, pero se torna confusa cuando se pronuncia en voz alta. ¿Será que la imagen, la escenificación, ayuda a dar un tono irreal, distanciado, que nos permite diferenciar las verdaderas opiniones políticas de las sátiras? O más bien será que, el mundo que se quiso cambiar aquel mayo del 68 sigue esperando ese cambio. Un cambio que empieza por nosotros.

Como las protestas españolas, el cine es siempre político pero apartidario. Las revoluciones del siglo XX necesitan contar con películas en las que reflejarse, del mismo funesto modo en que “El nacimiento de una nación” (D.W. Griffith, 1915) revivió al Klu Klux Klan, el cine de los sesenta inspiró aquellas añoradas revueltas francesas. “If…” (Lindsay Anderson, 1968) aparenta solo una versión violenta y brutal de “Cero en conducta” (Jean Vigo, 1933), pero - además de llevarse la Palma de Oro de Cannes en su año - era la acumulación de agresividad que podíamos percibir antes en películas como “Las margaritas” (Vera Chytilová, 1966), “Bonnie and Clyde” (Arthur Penn, 1967) o “El graduado” (Mike Nichols, 1967). Godard, viejo loco, anticipaba los aires revolucionarios en “Pierrot el loco” (1965), “Weekend” (1967) o “La chinoise” (1967) para revivir su espíritu una y otra vez en películas como “Todo va bien” (con Jean-Pierre Gorin, 1972). Es como si Godard se hubiese adelantado a aquel presente y, arrebatado, se hubiese quedado a vivir allí para siempre. “Film socialisme” (2010) su último diario fílmico, es un viaje por un mar Mediterráneo que une a los países árabes y latinos, del mismo modo en que lo hacen esta primavera revolucionaria.

"Les amants reguliers" (P. Garrel, 2005)

El cine no puede huir de esa eterna memoria del 68, y esa memoria no puede huir del cine. “Soñadores” (Bernardo Bertolucci, 2003) vuelve una y otra vez a aquella edad dorada del cine europeo, como se vuelve al recuerdo de un amor. Y “Los amantes habituales” (Philippe Garrel, 2005) hablan precisamente de esas revoluciones como el inicio de un amor. Un amor desde la nostalgia, desde directores que – como Bertolucci – ahora van en silla de ruedas y son homenajeados, conscientes de la extinción de sus carreras. ¿Habrá un relevo?

Foto: Asamblea del Cantón Pequeño en A Coruña. 20 de mayo de 2011.

Nuestro Mayo de 2011 no nace con las necesidades intelectuales, la estética o las consignas dadaístas de aquel pasado; pero es inevitable ver que es una proyección de este: hay una generación que las únicas revoluciones que ha contemplado “de cerca” son las que ha visto en el cine, y de ahí, surge la imitación. A partir de aquí, todo puede pasar. Corresponderá a los cineastas que ahora están en Sol – o en cualquiera de las acampadas de apoyo – reflejar esa imagen ideal, como la foto de Jacobo, que sintetice un sentir general y, quién sabe, inspire las revoluciones del futuro. Entonces cambiaremos las barricadas por las cámaras y las imágenes se extenderán por las retinas de los futuros jóvenes.


by Henrique Lage