25 diciembre, 2011

Es Fincher quien habla








Formado en filas de la ILM Lucasiana, de trayectoría , tan irregular como fascinante, David Fincher (Denver,Colorado, 28 de agosto de 1962), asemeja a la de los atribulados antihéroes de alguno de sus films, zarandeados por las circunstancias en un entorno hostil. Elegido como hombre de paja por los productores tras la espantada del anterior director para un proyecto muerto como Alien 3 el cual aún consiguió dotar de cierta atmósfera pese a todo, todo debió ser tan demoledor para su ego que a día de hoy se sigue negando a prestar un audiocomentario para el dvd o bluray.

El desembarco sibilino en salas de Seven a mediados de los noventa, auspiciado por el productor Arnold Kopelson, nos predispuso para enfrentarnos a los demonios de fin de siglo en la moderna babilonia que es Nueva York, un film opresivo, desencantado, con una atmósfera lluviosa inspirada en la estética de los films de Ridley Scott y una fotografía monocroma casi blanquinegra, cuyo gancho con la taquilla por la estrella emergente Brad Pitt, le abrió las puertas para futuros proyectos. A partir de entonces, proyectos como "The Game" o "la habitación del Pánico" tendran unas señas personales propias, que son una estética urbana y oscura, fotografía cuidada, protagonizadas por personajes de posición social elevada en circunstancias terribles, Michael Douglas, Jodie Foster, en papeles que de una u otra forma ya habían protagonizado con anterioridad.

"El Club de la lucha" es un caso a parte, tanto que el film se ha convertido en objeto de culto, más allá de la mediocre novela en que se basa, es un film, tramposo, excesivo, de humor grotesco, pero necesario. Es un film "coctel molotov" que necesitaría de muchas líneas para analizarlo. Hablamos de una película que se está continuamente defecando sobre las marcas comerciales que aparecen en él, hasta se permite hacer un homenaje a Ridley Scott parodiando un anuncio suyo, que tiene a una estrella como Brad Pitt interpretando a una alucinación esquizoide, que se adelantó un par de años antes a la caída de las torres gemelas con el famoso plano final mientras suenan los acordes del tema de los Pixies, en un alarde de libertad creativa y tambien de mal gusto ¿porqué no? Fincher no se corta en meter la polla en un par de frames, cosa que ya había adelantado el maestro Bergman al inicio del film "Persona".

Con el nuevo milenio, y tras el fiasco de "la Habitación del Pánico" Fincher va alcanzar una madurez creativa exultante, todo ese talento visual va a estar al servicio de guiones de relojería suiza van a dar lugar a alguna de las obras maestras de nuestra época. La primera de ellas sería Zodiac, que sería la copia en negativo de Seven, un film acerca del periodismo más que sobre psicópatas al uso, en la línea naturalista de "Todos los hombres del presidente", a su vez es un analisis sobre la obsesión compulsiva del escritor-dibujante protagonista que acaba destruyendo su unidad familiar. Film que no da nada hecho al espectador, en el que se juega a eludir al asesino durante buena parte del metraje, este unicamente aparece  como una entidad abstracta que podría ser el final del sueño hippie y del flower power, y ese miedo existencial que pudieron sentir muchos espectadores USA al pensar que el asesino (ahí dejamos el dato: cinéfilo y nunca atrapado oficialmente) podría estar en las butacas de atrás del cine viendo el film también.

Con "la Red Social" Fincher nos habla del pasado inmediato al servicio de un guión de hierro firmado por Aaron Sorkin. Historia sobre amistades traicionadas y venganzas tramadas mediante demandas millonarias, al menos esta vez se apiada de ese puñado de nerds solitarios y finalmente podridos de dinero hasta la médula, dirigido con un pulso firme y vibrante, si dentro de unos años alguien quisiera mostrar un fresco sobre nuestro tiempo solo tendría que proyectar este film. El futuro artístico de Fincher ahora mismo pasa por el remake del Millenium de Stieg Larson a punto de estreno, recibido con cierta tibieza crítica al otro lado del charco, una adaptación del clásico del Julio Verne "20.000 leguas de viaje submarino", y su eterno y esperanzador proyecto de adaptar "Cita con Rama" de Clark, tenemos Fincher para rato.


By Valek.

22 diciembre, 2011

¿Te gusta conducir?


"Es un buen ejercicio de estilo" es uno de esos conceptos que se usan para definir una película y que normalmente suelen ir asociados a algún tipo de vacuidad argumental o narrativa, "vacío ejercicio de estilo" es algo que se oye con frecuencia, sin embargo hay algo que me choca en ese concepto.

Al final ese ejercicio no deja de ser la forma que tiene un autor de medir sus límites, tal y como Raymond Queneau marcó en sus, valga la redundancia, "Ejercicios de estilo" al escribir la misma historia de 100 maneras distintas, el principio de un movimiento como el Oulipo que impone la autolimitación como manera de potenciar la búsqueda de nuevas estructuras formales. Un movimiento impulsado por gente con amplia cultura matemática y un objetivo claro sobre la forma por encima del fondo...

Ante la premisa de explicar una historia sencilla de forma complicada mucha gente se pregunta porqué, cuando igual la pregunta interesante sería ¿y porqué no? Es en este punto cuando la acusación de que Drive, de Winding Refn es algo así como un anuncio de coches o una película fría, o un ejercicio de estilo interesante pero poco más me chocan.

Drive es una historia simple, o quizá es simple a primera instancia. No existen referencias al pasado de Gosling, ni a su nombre, solo una serie de esbozos de su capacidad como conductor frío y cerebral. Escondido bajo un esquema casi de western, con su protagonista solitario, la mujer perdida y su hijo, y la bonita historia de amor que se plantea a continuación donde el alma perdida con tupé perfecto y altamente iluminado y bien encuadrado durante toda la película (me gusta especialmente cuando Gosling aparece en el espejo donde Irene tiene las fotos de familia, como un intruso dentro de la misma) encuentra su salvación... Pero... ¿Y si no es así?

En la segunda vez que la he visto, un dialogo concreto me llamó la atención... Gosling esta viendo unos dibujos con Benicio, hijo de Irene, y de repente pregunta "sabes quien es el malo?". "Si", responde. "Como lo sabes?". "Es un tiburón". "no hay tiburones buenos?". "No, solo míralo, te parece un chico bueno?"...



La fábula del escorpión dice que un escorpión no es capaz de actuar en contra de su naturaleza, aunque ello represente su propia muerte, el icono de Gosling en realidad es un fraude y toda la imaginería está encaminada a engañarnos, la canción que le presenta como un verdadero ser humano y un héroe forma parte de la fantasía que percibimos como espectadores que queremos que salve a la angelical Irene de su marido delincuente... para sustituirlo por otro delincuente. Sabemos que es el escorpión, que está destinado al fracaso y a arrastrar a los demás en él, y sin embargo seguimos viéndole como héroe y pilar salvador. Y así Refn cuenta dos historias radicalmente opuestas, la de Irene que busca su salvación por ojos del espectador, y la del escorpión que en realidad no quiere salvarse porque simplemente no sabe hacer otra cosa...

Drive es grande porque va mucho más allá del ejercicio de estilo y su intención de "molar". Drive es tambien la fábula del escorpión, que nos muestra una cosa pero nos cuenta otra durante gran parte de su metraje para clavarnos el aguijón venenoso y demostrar como nos ha engañado.

Pedro Pérez (aka Findor)

10 diciembre, 2011

El acertijo de acero


Con el monomito, se ha ido interpretando el viaje del héroe como una constante en la cual las diversas etapas, motivaciones y consecuencias de las aventuras se repetían hasta el hartazgo. No vamos a decir ahora que hay algo nuevo por inventar en este apartado, pero sí se puede uno mantener fiel a esos esquemas a partir de motivaciones más sugerentes.

Me gusta mucho defender "Conan el bárbaro" (John Milius, 1982) como una gran película de aventuras. Independientemente de las diferencias que hay entre la adaptación cinematográfica y su original literario en manos de Robert E. Howard - o de sus versiones en comic en manos de John Buscema o Roy Thomas - uno encuentra una pureza en la versión que Milius hace del personaje cimmerio. Aquí está presente su mismo guión para "Apocalypse Now" (Francis Ford Coppola, 1979) y su veneración por los caóticos líderes de los pueblos “bárbaros”, como en "El viento y el león" (John Milius, 1975), todo ello vinculado a su confesa admiración a Hassan bin Sabbah, el lider de la secta de los asesinos que vivió en la Persia del siglo XI. Esa fijación por el lider le ha llevado a adaptar una nueva motivación para sus personajes, más allá de salvar su pellejo, de la gloria, el deseo carnal, las riquezas o el poder. En otras palabras, Conan, como muchos personajes de Milius, persigue, ante todo, un fin intelectual.

Y es que aunque lo que marque en un principio la búsqueda de Conan sea la venganza y más tarde la riqueza, pronto vemos como la fascinación por el personaje de Thulsa Doom se mueve pareja al influjo que este tiene sobre sus seguidores. Milius introduce en el personaje hedonista de Howard una coartada erudita - El acertijo del acero - como principal motivación. Así, el personaje no se construye con el goce como único objetivo, si no con ese goce como consecuencia ante filosofía vital. Solo cuando Conan ha alcanzado todo lo que desea (riquezas, amigos, comodidad, una mujer que daría para otro artículo y quizás sea el próximo) es cuando la gran aventura de su vida empieza por fin. En el mundo creado por Howard los dioses no responden a los humanos, son crueles y brutos, y solo miran con interés a aquellos que, independientemente de sus circunstancias vitales, han obrado con valor y coraje. Thulsa Doom es más interesante como villano porque tiene sus motivos, sus razones y estas nos tientan por sus razonamientos, de ahí que nuestra oposición, cuando se debilitan nuestros motivos, se vuelva aún más agresiva y satisfactoria cuando vencemos.



 De ahí nace mi admiración por una película como esta, frente a otras cintas de aventuras donde la acción puede situarse mejor o la trama se desenvuelve de un modo más orgánico. Milius tomaba buena nota de directores humanistas como Akira Kurosawa o Masaki Kobayashi, y tomó esa filosofía oriental del sacrificio sin pecado para moldear la respetabilidad de sus protagonistas. Esa es la esencia de muchos otros personajes carismáticos, de la empatía que sentimos por aquellos que aún pueden mantenerse fieles a sus principios - incluso cuando no tenemos porqué compartirlos - porque entendemos ese sacrificio, ese esfuerzo a mayores por renunciar a todo por una idea más elevada de uno mismo. Y a eso, lo llamamos héroe. 

by Henrique Lage

02 noviembre, 2011

Disquisiciones sobre "8" de Raúl Cerezo: El cortometraje como liberación narrativa



Gran parte del concepto de posmodernidad actual nace no tanto del reciclaje de los autores como de la evolución del espectador hacia el reconocimiento de las bases genéricas. En otras palabras: el espectador se ha acostumbrado a ciertos códigos que ya no necesita que sean explícitos, por lo que asume con mayor facilidad y por tanto, se vuelve más exigente. Esa exigencia ha llevado al género del terror a fracasar en un intento de repetir éxitos pasados, sin saber cómo destilar las esencias de aquellos modelos que pretenden reflejar.

Por otro lado, el mundo del cortometraje en España ha dado un extraño vuelco. Desde finales de los 90 hasta bien entrados los noughties, ha dado una cantera, criada bajo el reflejo de Amblin o las esperanzas puestas en directores españoles como Álex de la Iglesia, que se ha volcado en el cine de género y ha quitado argumentos a los fervientes detractores de la industria española. Esa cantera, a su vez, ha inspirado a los venideros cortometrajistas que, sin embargo, se han tenido que enfrentar a una más agresiva democratización del audiovisual y a una crisis que ha terminado por crear mayor competencia justo cuando más escasean los recursos económicos que los sustentan. A veces esto se ha traducido en soluciones con ingenio, pero mayoritariamente ha generado su propia regla de Sturgeon: el exceso de morralla que ya, ni tan siquiera, es capaz de diferenciarse*. No es raro pues, que la mayoría de las propuestas que ahora interesan en el mundo del cortometraje vengan de gente que pertenece a la generación previa pero que por un motivo o por otro, aún no han dado el salto a las portadas de semanarios.

Lo que ocurre con Raúl Cerezo es que su ambición le lleva a entender el cortometraje no como una plataforma de salto al largo o como un lugar de experimentación, sino como un fin en sí mismo, como recoge su tendencia evidente a seguir vinculado a este mercado, ya sea mediante festivales como Escorto, muestras como ¡Córtate! o el blog que aquí da entrada. Esa carrera, que ya se extiende por más de tres lustros, ha tenido sus dos grandes hallazgos en dos obras muy peculiares: “Escarnio” y “8”.

Antes de hablar de “8” hay que hablar de “Escarnio”, no solo para trazar una línea de evolución muy patente – o unas similitudes autorales – sino para entender las pretensiones de su director. Se presentaba Escarnio en dos claves, la primera, como adaptación del relato de Horacio Quiroga “La gallina degollada”, que enraizaba en una cultura literaria de la que hacía su leiv motiv. Considerada esta declaración de intenciones, la segunda clave era más explícita si cabe, al ser denominado el proyecto como un “cuentometraje” que escarbaba en la idea de la independencia del cortometraje como formato del mismo modo que el relato corto o el cuento se diferencian de la novela sin que ello suponga una categoría inferior. Así pues, Quiroga era una elección perfecta en la que reflejarse, como podría haberlo sido – aunque por motivos estéticos más dispares – Salinger, Poe, Borges, Cortázar o Perrault.

Escarbaba entonces Cerezo en las raíces paganas del cuento de hadas, en la figura divina del Sol, en la vinculación de la fertilidad femenina con la Tierra, en Ricitos de Oro y su tradición oral. El cortometraje como preservación audiovisual del relato. “8” no es distinto, como insiste que de nuevo rechace la categoría de simple cortometraje para ser referido como musicometraje, en un ejercicio de limpieza de formas que acercan los hallazgos ya presentes en “Escarnio” a un lenguaje más universal, en una huida de los referentes que arraigaban en la aún latente tierra carpetovetónica de su anterior trabajo. Aquí, el abrazo a la cultura pagana es más notable y refleja en sí una visión del cortometraje como un lugar al margen de la industria – esto es, de los modales y costumbres socialmente aceptados – y por tanto, su ejecución como un rito que se hace a escondidas, en privado, con fines puramente hedonistas y por tanto, satánico. Donde allí se rendía el culto al Sol y el polvo aquí domina la luna y la niebla.

Pero va más allá, y aquí los poderes demiurgos – y por tanto, perfectos – no están para sellar un destino, sino que son los hombres – y mujeres – los que osan jugar con la naturaleza y esta evade el camino marcado. Es un acto de rebeldía, es una represión. Las figuras familiares siempre aparecen retratadas de un modo negativo ante los ojos de esos niños abiertos por fin ante la violencia del mundo adulto. Las muertes sacan a la luz los secretos familiares, sus puntos más débiles, y rompen con la unidad aparente al dejar al descubierto el lado oscuro que la sociedad no ve. Los ojos inocentes de sus protagonistas no quedan mancillados, se mantienen puros y expectantes aun cuando para ellos se ha acabado el camino que discurrir.

La latente tensión que maneja aquí Cerezo tiene más del sádico y refinado humor negro de Polanski que del moralismo de Rod Serling. Poco a poco “8” va desencadenando su sucesión de imágenes, su montaje en paralelo para desenmarañar un relato que termina por liberarse en un único intercambio de miradas, libre ya de sus propias ataduras formales para encontrar con el espectador un momento de respiro que, paradójicamente, te hace mantener la respiración. Mención aparte el trabajo fotográfico de Ignacio Aguilar, que se ajusta a los deseos de Cerezo con un anhelo más clásico que nostálgico, más centrado en lo perdurable de los trabajos en los que se inspira que de añoranza de esos tiempos pasados, separando el grano de la paja. Esta suma de voluntades demuestra las intenciones de Cerezo de considerar el cortometraje como un camino perfectamente válido en el que dar rienda a la imaginación sin ataduras y donde reconciliarse con el espectador más exigente.


Lerink.


* Nota al pie: Eso no quiere decir que no haya aún talentos por descubrir y grandes cortometrajes salidos de la nada, pero es inevitable que, entre el cierre de festivales, la escasez de ayudas y la normalización mal entendida del mercado - abriéndolo a propuestas de amateurismo rampante - los vicios de lo que ya era un mundo endogámico se han multiplicado.

05 septiembre, 2011

Cosas que pasan

P.T. Anderson es uno de esos directores que podrían entrar en la categoría de megalómanos, ciertamente obsesionado por las grandes historias corales, pero artesano relojero capaz de encajar las más finas ruedecillas. Esta es la historia de uno de sus films, y quiero pensar que no es simplemente una casualidad...

A pesar de las múltiples referencias al azar, el destino o la religión, esos que muchos consideran grandes pensamientos de la humanidad, siempre he considerado Magnolia como una película que habla de la soledad.


Con un principio directo, la narración inicial bombardea historias aparentemente casuales, situaciones imposibles que parecen fruto del azar, sin embargo el propio narrador acaba concluyendo que no pueden ser fruto de la casualidad, que no pueden ser "una de esas cosas". Un narrador que indirectamente nos habla del destino, un destino unido para todos los personajes, un camino de vidas cruzadas que además se convertirá en un camino de redención y expiación personal, la búsqueda del amor y el perdón necesario para escapar del uno.

Es la canción de Aimee Mann la que pone en perspectiva esta situación mientras se nos presentan los personajes, sin necesidad de definirlos en su totalidad, solo con pequeñas pinceladas que sugieren de forma simple como se podrán entrecruzar sus caminos. Siempre me ha parecido magnifico el uso de las canciones de Mann para esta película, canciones que existían antes de la misma y que gracias a Anderson completan el significado de algunos de los momentos principales, algo como si fuese la historia la que envuelve las canciones y no al revés.

Pocas historias pueden permitirse el lujo de tener un clímax central tan largo y no sufrir las consecuencias, pero el goteo constante de momentos que se sucede desde que empieza el concurso (precedido de un plano secuencia magistral) se presenta de forma que no hay opción. Stanley, su problema de incontinencia y posterior discurso (no soy un juguete) en el mismo escenario que Jimmy Gator y su desmayo en antena. Jim y Claudia en una escena romántica de bizarrismo absoluto (que recuerda en pequeño a Punch-Drunk Love) y que acaba más tarde con Jim perdiendo su pistola. Frank enfrentándose a los fantasmas del pasado en manos de su entrevistadora. Phil luchando por encontrar a Frank, el hijo "perdido" de Earl. Donnie y su declaración en el bar. Y Linda, que siempre fue mi personaje favorito (a pesar de lo llamativo de Frank), pidiendo no ser juzgada en la farmacia, intentando renunciar a su testamento y posteriormente lanzándose al suicidio incapaz de soportar su pasado... Clímax que además representa el centro de unión de sus caminos, es el momento donde sus vidas están más juntas (y donde se cae en la cuenta que Earl es el productor del programa de Gator, el eslabón final), y sin embargo, es también el momento donde están más solos. Un momento de soledad que empieza con el enfrentamiento final de Earl ante la muerte y sus remordimientos. Un momento coronado por otro espacio musical, una de mis escenas favoritas de siempre... El lugar donde se asume otra vez en letras de Aimee Mann que hay que despertar, que todo va a seguir igual y que en ultima instancia, lo mejor es rendirse...

What am I doing? I'm quietly judging you.

Es ese destino que no todo el mundo acepta, el mensaje de rendirse para que todo pare. Es el momento de descubrir que no es la única salida, asumir los propios actos, abrazar la alternativa de aprender a vivir con las consecuencias. Un momento de aceptación representado por una lluvia de ranas, no tanto por un significado bíblico del castigo sino como momento de purificación, la hostia en la cara que te devuelve al camino y te hace despertar. La catarsis colectiva de todos los personajes...

Y solo falta cerrar el círculo, un epílogo que vuelve a recorrer las casualidades y rematado por la sonrisa a cámara de Claudia, un detalle que no estaba en el guión pero que encaja perfectamente con el monólogo inicial de Jim al espectador, ese Jim que nos instaba a intentar hacer el bien y ese Jim que finalmente lo consigue en manos de Claudia, como no, envuelto en otra letra de Aimee Mann pidiendo por la salvación.


Magnolia no es solo una historia de historias, más allá de todas sus interpretaciones bíblicas y caminos redentores, es un ejercicio de estilo espectacular. Toda la megalomanía de Anderson y su obsesión enfermiza por el plano secuencia presente en prácticamente todo el metraje, los momentos de metalenguaje donde se habla directamente al espectador, el monólogo de Phil haciendo referencia a los momentos de las películas donde se pide ayuda mientras él pide ayuda, hacen una obra faraónica que, a pesar de sus (no demasiados) defectos, crea un conjunto global que entra en la categoría de cine con mayúsculas.

Quizá no sea del todo objetivo con esto porque Magnolia es mi película casual, es la que vi de casualidad en la tele y me aburrió, y a la que di una segunda oportunidad única y exclusivamente por Julianne Moore. Una segunda vez que, ahora sí, consiguió hipnotizarme. Es la película por la cual mire con otros ojos a Cerezo cuando todo el mundo le llamaba troll allá en ciertos foros. Una persona con tanto amor por lo mismo que yo debe tener algo de razón, y gracias a eso probablemente he acabado escribiendo aquí. Es por eso que Magnolia es y casi seguro será por muchos años, mi película favorita.

Y es por eso que al final he decidido cerrar mi círculo y dedicarle un texto, no tanto por ser algo novedoso o porque crea haber escrito cosas nunca dichas, sino porque simplemente es algo que le debía desde hace tiempo.

Porque creo que Magnolia no es solo algo que simplemente pase...

Pedro Pérez (aka Findor)

02 septiembre, 2011

El enemigo está dentro




Aparece la noticia hace algunos meses de que Scott está decidido en ahondar en los origenes del primer Alien, y nosotros nos preguntamos si es necesario. Ha sido una saga que ha contado con un sin fin de secuelas de calidad decreciente en la que se intentaba expandir la mitología del primer film, en algunos casos incluyendo crossover con olor a chotuno por los cuatro costados. El film del 79 sigue tan vigente como entonces con ese huevo amenazador sobre fondo negro dándonos la bienvenida al espacio exterior. El público ya no es tan inocente como entonces, no me imagino lo que sería para el espectador de entonces enfrentarse al film sin información por trailers youtube y con dos líneas de sipnosis.

Proyecto lleno de sinergia juvenil aprobado por la Fox en plena vorágine de Star Wars sin saber muy bien que tenían entre manos, un guión con mil referencias a scifi de los 50, Lovecraft, 2001, y todo lo que tuvieran a mano, que en garras de Scott y su equipo se convirtió en una ópera de horror y muerte en tres actos. En primer lugar lo que sorprende del film es la tenebrista foto a cargo de Derek Vanlint, esta vez no es ese espacio ideado por Lucas un par de años atrás lleno de lásers de colores y naves, sino un espacio negro sin apenas estrellas y unos pasillos lóbregos y apenas iluminados de una vieja barcaza con pinta de catedral que avanza lentamente hacia nosotros, el film ha sido descrito como un cuento con castillo encantado.

La historia es tan vieja como el propio cine, un grupo de siete miembros enfrentados a una bestia en un escenario claustrofóbico, lo que es moderno es el tratamiento formal que se da a esos mimbres, no hay otra película igual a esta y posiblemente nunca la habrá. Los verdaderos protagonistas del film son ese Nostromo sucio lleno de pasillo laberinticos, un ente vivo que incluso palpita, y el otro es esa criatura de aspecto fálico diseñada por H.R. Giger, se dice que Scott quedó prendado de la sexualidad perturbadora de su obra gráfica Necronomicón y acabó reclutándolo. Una nueva raza de criaturas cambiante y letal, como indica el logo de los créditos, con una extraña obsesión por reproducirse y por exterminar a todo aquel que se cruce en su camino, en el colmo del humor negro una serie de arquetipos humanos que responden a una serie de debilidades típicamente humanas: curiosidad, indecisión, miedo...a los cuales, para sorpresa del espectador, se va cargando sin respetar rangos principales (nadie se espera lo de Dallas) imperando la sensación de pesimismo durante todo el metraje.

El film podría ser tomado como una de aquellas viejas historias medievales sobre cazadores de dragones, si no fuera por su escenario postmoderno y por la inusitada astucia de su bestia, un ser polimorfo que va adoptando diferentes roles a lo largo del film, podría ser aquel abismo que nos devolvía la mirada según Nietzsche, pero nos niegan hasta la posibilidad de mirarlo a los ojos, lo que si vemos fugazmente es una sonrisa babeante y dentro de ella como un macabro juego de muñecas rusas, otra boca. En palabras de algún personaje se nos dice que es un feroz hijo de puta, una abstracción de nuestros miedos más primitivos, esa sombra negra que aparece donde menos te lo esperas, incluso fundido con la propia nave extendiendote la mano, incluido dentro de ti.

El climax final del film es el triunfo de la princesa asexuada contra el monstruo fálico, hasta llega a ponerse armadura y coger la ballesta, a todos nos encantó verlo por primera vez.


By Valek.

12 agosto, 2011

Cualquier tiempo pasado fue anterior

Empiezo parafraseando a Les Luthiers y recordando además un concepto de Cerezo que siempre habla de “nostalgia podiosera y falaz”… Sí hijos, me apetece hablar de la nostalgia…

Algún día todos seremos el abuelo de Werther's

Siempre me ha parecido curioso cómo funciona la nostalgia y los recuerdos cuando se aplican al cine o la televisión. Cierta generación suele recordar Mazinger Z como una grandísima serie, con una animación espectacular y acción trepidante. Cuando uno ve Mazinger de mayor descubre algo totalmente diferente, sin embargo conozco a bastantes personas que no van a renegar de su amor por Mazinger así como así, a pesar de haber cambiado…

Digo que es curioso porque me da la impresión que el apego a estos recuerdos funciona de forma diferente en cine y televisión. No conozco a muchas personas que sigan profesando admiración por el Padre Abraham y sus pitufos, Enrique y Ana o Parchís y quieran venderlo como música maravillosa al nivel de los nocturnos de Chopin. Muchos jugamos de pequeños con ositos de peluche, con Scalectrix o el fabuloso TCR que cambiaba de carril cuando le salía de las narices, pero los “descartamos” (aunque haya gente que haga modelismo, que siempre parece una versión más “adulta” aunque no lo sea, como las películas de Nolan). Podría decir que, estadísticamente, la mayoría de la población mundial debe haber pasado sus momentos más felices con alguna clase de engendro de relleno espumoso, pero prácticamente ningún adulto juega con peluches si no hay alguna clase de sexo asociado al hecho…

Sin embargo cada día entiendo menos lo de disfrutar como un niño. La vida es un cambio constante, mientras no se siente ningún apego con gran cantidad de cosas en la vida y se descartan, parece que el cine debe sufrir un inmenso síndrome de Diógenes y hay que apegarse cual mejillón a la roca a las cosas que uno vio de niño o a ese tipo de cine que le retrotrae a uno a un feto con cerebro del tamaño de una nuez. Tampoco entiendo lo de “no quiero analizar porque disfrutaré menos del cine” (también llamado “ni sé de cine ni me interesa porque entonces dejaré de ser feliz”). Podría hacer un ejercicio con alguien de estos y seguro que por cada película que disfrute y yo no soy capaz de encontrar una película que yo disfrute y él no. No hablamos para nada de dejar de disfrutar sino de cambiar el objeto con el que se disfruta, un intercambio de cromos que todo el mundo ejecuta en su vida con otras cosas, incluyendo amores.

Yo soy una persona que tiene miedo al cambio, socialmente me traumatiza que mi alrededor se mueva demasiado rápido, el nombre clínico para ello es metathesiofobia, sin embargo encuentro el mundo del cine el medio ideal para enfrentarme a ello, no me da miedo reconocer que he perdido muchas horas de mi vida viendo mierda o que me he gastado mucho dinero en dvds y blu-rays que ahora no usaría ni de posavasos, no me da miedo admitir que en un periodo de unos años he cambiado mis gustos y que ahora disfruto de otro tipo de cine, no más ni menos, otro tipo, y veo la misma cantidad de películas que hace unos años. Quizá esta posición me hace ser más intransigente con los que se apegan a lo de no analizar cuando probablemente la realidad es que no lo han probado.

No entiendo ese miedo a levantarse un día y pensar “mierda, ya no me gustan los Goonies, ahora me gusta Haneke” o “mierda, ya no podré ver Sucker Punch y sentirme cerebralmente como una ameba”.

Todo el mundo siempre piensa en dar saltos, en arriesgarse en la vida, en ir a mejor, en venderlo todo, abandonar su país, sus amigos, a su mujer y a su hijo y montar un chiringuito en Copacabana… Eso sí, llevando el DVD de Juegos de Guerra siempre en la maleta…

Pedro Pérez (aka Findor)

23 junio, 2011

Resurrección


Reflexión ha de llevar a creación.

Dos años hemos tardado en completar nuestro corto, "8". El anterior y algunos otros también han sido cuestión de meses o años. Cuando quieres algo bien acabado y no tienes dinero, sólo te quedan dos posibles cosas: contactos y tiempo..., y ésas son las que hemos usado. Así está el mundo de los cortometrajes cinematográficos, que no tiene por qué ser la antesala del largo, sino un medio propio. De hecho, serlo lo es.


Terminas el trabajo. Lo has mimado, lo has cuidado y quieres todo en la mejor calidad posible. No se trata de estupideces como el ego, sino de querer dar al espectador lo máximo que puedas. De repente, nos movemos... ¡ups!..., España, un país que podría tener toda la cultura e infraestructura del mundo, no ofrece al cortometrajista NINGÚN sitio de estreno oficial con calidades respetables. No, no lo hay. Puede haber festivales, pero a lo mejor pones el corto en manos de quien tú creas no es el adecuado. No porque tu corto sea mejor o peor, sino porque estás dando tu obra para que la juzgue alguien que quizás no debería. Porque sí, es cierto que España tiene 250 festivales de cortos, pero también es cierto que 200 de esos festivales tienen un jurado y un equipo de selección que se me antoja temible. ¿No debería un jurado de estar preparado al máximo para decir quién creen que es mejor o peor? ¿Por qué tiene que juzgar mi corto un concejal que cena mientras ve una pequeña parte de los cortos recibidos? ¿Por qué se me pide en las bases el hecho de si tengo premios o no? ¿No deberían tener el criterio los visionadores para juzgar las obras sin ayuda del de antes?


Ay España, España. Si cuidamos así a los cortometrajes, que, repito, son el hermano no tan menor del largo (de hecho, llevamos muchos años viendo el mejor cine de este país en el formato corto, no en el largo), ¿qué esperamos que ocurra cuando se vistan de largo todos aquellos que han observado el país en el que nos movemos? Si no regamos... ¿Cómo queremos ver un árbol esplendoroso?


Pues así es, amigos. Por no hablar de los 200 festivales que proyectan tu corto en las peores condiciones posibles y se permiten opinar de la fotografía. O directamente, se permiten exhibir. ¿Cómo algo que se nomina FESTIVAL de cine puede ser una verbena de despropósitos?


Pero en fin, para no desviarnos demasiado, volvamos al hecho: no hay sitios donde estrenar con un gran aforo, grandes calidades o sitios que no sean un festival donde no tienes ninguna facilidad y se pervierte el hecho del estreno en sí.


Y así he creado, junto a The House of Films, la propuesta de Córtate, en los cines Capitol de la Gran Vía. El 30 de junio haremos nuestra tercera sesión Córtate y ya, si quedaba alguna duda, nos desligamos por completo de cualquier evento que existiera previamente, porque vamos en 3d (esta sesión, de momento) y alguna nueva propuesta que vuelve a definirnos, como el 4d interpretativo (y esto es una exclusiva). Y no ya por Córtate en sí, sino porque os aseguramos un evento que no se había dado nunca en nuestro país.


Porque Córtate tiene cien mil motivos y cien mil propuestas para no parecerse EN NADA a ningún previo existente. ¿El espacio? ¿Los cines Capitol de Madrid son de alguna entidad? ¿De qué estamos hablando? ¿Entonces sólo se puede proyectar la misma película en el Capitol una y otra vez, porque la película siguiente le está plagiando el espacio? Lo que más le choca a la gente es lo de la fiesta de LARIOS (en cuanto a compartir espacio). Bien, pues yo desafío a todo el mundo a que me diga un sitio que no sea el LARIOS cercano para hacer la fiesta, que mira que lo buscamos para no coincidir. Además, el LARIOS no es tampoco de nadie..., allí se hacen todas las fiestas de los estrenos y preestrenos Capitol, no se confundan.


La otra oferta mensual para ver cortometrajes que existe en Capitol está muy bien y es un clásico..., pero eso no ha de ser motivo para que su existencia niegue nuevas propuestas, porque eso sería preocuparse poco por el corto. Además, creemos que se compenetran muy bien porque son, precisamente, muy diferentes.


Y no somos genios. Tampoco grandes pensadores..., sólo que a poco que te pongas, tienes grandes calvas que rellenar en un país sin industria ninguna al respeto.


Así pues, animo a todo el mundo a que realice propuestas de este tipo..., porque... ¿quién mejor que un sufridor para quitar sufrimiento al que venga detrás?


Raúl Cerezo

21 mayo, 2011

Antecedentes y futuros fotogramas del 15 de Mayo

Plaça de l'ajuntament, Valencia. 20 de mayo de 2011.

Mientras la foto de la Plaça 15 de Maig de Jacobo Méndez Díez da la vuelta al mundo, las imágenes de la Spanish Revolution se multiplican, creando una serie de iconos que inspiran a un movimiento de descontento ciudadano. La fotografía cubre dos movimientos: el primero, el recorrido visual de la mirada, donde el alicantino Alejandro se eleva por encima de una masa que, brazos en alto, le apoya en su gesto de cambiar lo que viene impuesto. El segundo, el acto en sí de cambiar la placa, de renombrar el mundo, es la relevancia del lenguaje, de su utilidad política y de la denominación como la clave para la identificación. Lo que designamos viene condicionado por la manera en la que viene designado. Palabras e imágenes para una revolución cultural.

"Tout va bien" (Jean-Luc Godard y Jean-Pierre Gorin, 1972)

Las comparaciones con otro Mayo lleno de idealismo, el del 68, nos devuelven otras imágenes, imágenes que han quedado prendadas en nuestra memoria congeladas en fotogramas. El Mayo del 68 fue una revolución juvenil donde sus miembros no tenían cada uno una cámara en el bolsillo ni una red social donde comunicarse. Así que la memoria de ese Mayo viene sustituida por un fantasma cinematográfico, por un Mayo del 68 estilizado e idealizado por el cine, pero también por los directores que entonces participaron y retrataron ese mundo.

"If..." (Lindsay Anderson, 1968)

El 13 de mayo de 1968, las revueltas francesas llegaron a Cannes, la capital del cine. Las proyecciones se cancelaban y el festival titubeaba ante una generación que no sentía ya respeto por un arte con demasiadas cosas por definir, un medio elitista, alejado del pueblo. Nombres como Polanski, Truffaut, Godard, Malle, Forman, Saura y Resnais manifestaron su intención de cambio, la suspensión del festival y la necesidad de dar voz a esa juventud descontenta. De ahí nació La Quincena de Realizadores, bajo la necesidad de dar amparo político y oponerse a la censura. 43 años después, esa sección paralela daba voz a Jafar Panahi, el cineasta iraní preso por su defensa de la mujer en “Offside” (2005), que añadida a su condena está el castigo de prohibirle hacer cine o escribir guiones. El cine es una herramienta demasiado poderosa, una herramienta a la que los políticos tienen miedo. Este año, Panahi se expresó a través de un pendrive usb filtrado por las rejas de su celda, con el satírico título de “Ceci n’es pas un film” (2011), y su voz sonó de nuevo por La Croissette. Mientras tanto, el festival decidía vetar a uno de sus más queridos apadrinados, Lars Von Trier, ante un mal chiste en una rueda de prensa. La expresión es válida cuando es cine, pero se torna confusa cuando se pronuncia en voz alta. ¿Será que la imagen, la escenificación, ayuda a dar un tono irreal, distanciado, que nos permite diferenciar las verdaderas opiniones políticas de las sátiras? O más bien será que, el mundo que se quiso cambiar aquel mayo del 68 sigue esperando ese cambio. Un cambio que empieza por nosotros.

Como las protestas españolas, el cine es siempre político pero apartidario. Las revoluciones del siglo XX necesitan contar con películas en las que reflejarse, del mismo funesto modo en que “El nacimiento de una nación” (D.W. Griffith, 1915) revivió al Klu Klux Klan, el cine de los sesenta inspiró aquellas añoradas revueltas francesas. “If…” (Lindsay Anderson, 1968) aparenta solo una versión violenta y brutal de “Cero en conducta” (Jean Vigo, 1933), pero - además de llevarse la Palma de Oro de Cannes en su año - era la acumulación de agresividad que podíamos percibir antes en películas como “Las margaritas” (Vera Chytilová, 1966), “Bonnie and Clyde” (Arthur Penn, 1967) o “El graduado” (Mike Nichols, 1967). Godard, viejo loco, anticipaba los aires revolucionarios en “Pierrot el loco” (1965), “Weekend” (1967) o “La chinoise” (1967) para revivir su espíritu una y otra vez en películas como “Todo va bien” (con Jean-Pierre Gorin, 1972). Es como si Godard se hubiese adelantado a aquel presente y, arrebatado, se hubiese quedado a vivir allí para siempre. “Film socialisme” (2010) su último diario fílmico, es un viaje por un mar Mediterráneo que une a los países árabes y latinos, del mismo modo en que lo hacen esta primavera revolucionaria.

"Les amants reguliers" (P. Garrel, 2005)

El cine no puede huir de esa eterna memoria del 68, y esa memoria no puede huir del cine. “Soñadores” (Bernardo Bertolucci, 2003) vuelve una y otra vez a aquella edad dorada del cine europeo, como se vuelve al recuerdo de un amor. Y “Los amantes habituales” (Philippe Garrel, 2005) hablan precisamente de esas revoluciones como el inicio de un amor. Un amor desde la nostalgia, desde directores que – como Bertolucci – ahora van en silla de ruedas y son homenajeados, conscientes de la extinción de sus carreras. ¿Habrá un relevo?

Foto: Asamblea del Cantón Pequeño en A Coruña. 20 de mayo de 2011.

Nuestro Mayo de 2011 no nace con las necesidades intelectuales, la estética o las consignas dadaístas de aquel pasado; pero es inevitable ver que es una proyección de este: hay una generación que las únicas revoluciones que ha contemplado “de cerca” son las que ha visto en el cine, y de ahí, surge la imitación. A partir de aquí, todo puede pasar. Corresponderá a los cineastas que ahora están en Sol – o en cualquiera de las acampadas de apoyo – reflejar esa imagen ideal, como la foto de Jacobo, que sintetice un sentir general y, quién sabe, inspire las revoluciones del futuro. Entonces cambiaremos las barricadas por las cámaras y las imágenes se extenderán por las retinas de los futuros jóvenes.


by Henrique Lage

28 abril, 2011

¿Es usted idiota?

A veces uno encuentra inspiración en los sitios más insospechados. En ocasiones mi trabajo consiste en saber aplicar soluciones de otros problemas a los problemas actuales, es por eso que en ocasiones relaciono temas imposibles para asociar ideas. Temas completamente ajenos al cine que me producen reflexiones sobre el cine... Hoy es uno de esos días... 

Reflexionaba en el foro por donde me suelo mover sobre el riesgo que supone el cortometraje de Raúl al trabajar sin diálogos. Un riesgo porque hace recaer la narración en un modelo totalmente intuitivo y visual, y salió el tema del miedo del espectador a no entender el corto porque nada dice explícitamente lo que está pasando... que supongo que es el que alimenta posteriormente el miedo del narrador a no explicarse y que más o menos dio pie al post sobre cine grande y cine pequeño... 

Y de repente me encontré con algo que ya conocía pero había olvidado. Me acordé de Hans Monderman.


Es normal que a nadie le suene, no es un tipo famoso, al menos no lo es en círculos cinéfilos, es un señor que durante su vida fue ingeniero de trafico, sin embargo, algunas de sus revolucionarias ideas para el mundo del trafico me resultaron sospechosamente parecidas al cine arriesgado y al que a la larga acaba siendo grande. El experimento de Monderman para el trafico consistió en coger una zona de una ciudad holandesa y... aquí viene la sorpresa... quitar todas las señales, semáforos, lineas en las calles... y el resultado, no solo fue que no hubo más accidentes si no todo lo contrario, la ausencia de señales hacía que la gente fuese más prudente, las prioridades se respetaban, existía mucho más respeto al peatón... Monderman sacó varias conclusiones interesantes, entre ellas esta: 

- Si el gobierno quita toda la responsabilidad del ciudadano, el ciudadano es incapaz de desarrollar sus propios valores nunca más. 

Que se resume en otra mejor y aplicable a prácticamente todo en general y que probablemente sí hayáis oido: 

- Si tratas a la gente como idiotas, se comportarán como idiotas.
 
Desde el momento en el que el cine se autoexplica hasta la saciedad, entra en el círculo vicioso de creer que el espectador es idiota y no entenderá lo que uno quiere contar, y de repente el espectador se acostumbra a que le expliquen todo y cuando no lo hacen no sabe como reaccionar. Puede que esté dando demasiadas vueltas a lo mismo, la mediocridad, el cine grande y pequeño, el espectador idiota... cosas sobre las que seguro se han escrito ríos de tinta, pero por un lado uno esta empezando en esto del cine, que por algo hace cuatro días mal contados que tuve las epifanias y además se junta con el hecho de ver riesgos como los del Córtate aplaudidos como se aplaudieron. Entonces se da cuenta que, a lo mejor, la cosa no es tan difícil, pero que depende de un esfuerzo conjunto que, probablemente, es lo que impide que se realice.

También es muy fácil como espectador sentarse a esperar y creer que no se tiene capacidad de decisión. Decir, eh, es lo que hay, pero un tema importante para el cine es que el espectador dé un paso adelante, la autoconsciencia de sus fallos y su capacidad de ver donde se está equivocando, pero para eso hay que perder el miedo a ser espectador y el miedo al cine grande. El espectador debe tomar sus propias decisiones, sacar sus propias conclusiones y, sobretodo, equivocarse en ellas para a su vez, aprender. No es solo cuestión de ser exigente sino de esforzarse en serlo y lo más importante probablemente, en saber por que.

Pero nadie dijo que esto iba a ser fácil, ¿no?

Pedro Pérez (aka Findor)

20 abril, 2011

¡Córtate! Parte III

Quédate Conmigo (Zoe Berriatúa)



Uno de los triunfadores de la noche... aunque por los motivos equivocados. Debe ser duro para un director ver que tu trabajo triunfa por algo que no hayas buscado, pero las situaciones del corto protagonizado por Macarena Gómez y Pablo Turégano rozan la crueldad de una manera tan surrealista que el drama se convierte en comedia. Antes de que alguien crea que es una suposición arriesgada, se confirmó con el propio director la situación.

El desarrollo de la historia de amor/odio está muy bien llevado, los efectos especiales y el maquillaje son espectaculares y el ambiente malsano va en conjunción con el trabajo fotográfico y la localización claustrofóbica. La historia de amor negro y drama con toques de terror (con ciertas reminiscencias algo forzadas a "Amanecer de los muertos" o "The Ring") tiene el contrapunto en el humor involuntario, probablemente empujado por el ambiente en grupo de la sala. El momento "si quieres me hago la muerta" es demasiado extremo como para no tomárselo a coña y precisamente esos pequeños momentos de contrapunto generan el equilibrio perfecto para que el final de la historia y ese plano agridulce de muerte mientras la cámara se aleja funcione como un tiro.

8 (Raúl Cerezo)



Me será complicado hablar de 8 sin sufrir de cierta parcialidad. Cerezo es amigo y en cierto sentido he visto (desde la lejanía) como crecía este corto, he visto pases sin música o parciales, así que esta crítica será algo más larga, no por peloteo, sino porque algo le debo a Raúl. También he de decir que todo lo que digo en realidad es porque lo creo...

8 se define como musicortometraje. Es evidente porqué, ya que no hay ningún diálogo presente y el único que hay en realidad no se escucha. 8 se posiciona del lado del cine en su esencia primaria, la de crear las sensaciones en base al trabajo audiovisual por encima de explicar las situaciones en boca de los demás. Detalles como que se pida silencio cada vez que alguien parece que va a hablar no hacen más que acrecentar esta situación. Es en este sentido donde creo que 8 está por encima de los demás cortos, en ser capaz de explicarlo todo en base a lo que ves y no a lo que te cuentan.

Desde un primer momento en el plano exterior antes de la llegada de los invitados, se evoca un aire a "El exorcista", referencia también presente en "Escarnio". Todo 8 está montado en base a metáforas visuales y referencias sin ninguna necesidad de ser explícito. El ritual y las velas como simbología de apagar una vida, las uñas negras de madre y abuela, que sin explicar nada pueden dar base a muchas interpretaciones, como algún tipo de linaje de brujas, el sacrificio de sangre, la violencia del padre intuida en los moretones y en el golpe en el salpicadero del coche seguido del niño escondiendose. Indicios e insinuaciones que van desvelando poco a poco el misterio en la cabeza del espectador.

Cerezo nunca me confirmó si había algún tipo de patrón numérico en los elementos que salen más allá de los que mi obsesión por los números fue capaz de encontrar, 8 invitados, 10 piedras, 20 velas, 2 por piedra, algo que queda reforzado por el ultimo par de velas que no se apaga debido al sacrificio de sangre que no se hace. De todas formas la obsesión por los detalles que ya tuvo en Escarnio me hace pensar que muchas cosas están puestas precisamente para que la gente que quiera pueda mover las neuronas y asociarlas de alguna manera.

A pesar de todo, también tengo pegas, la música funciona muy bien pero se me antoja algo estridente en ciertos momentos, pero creo que trabajo técnico de Cerezo tras la cámara y Nacho Aguilar en la fotografía es fabuloso.

Epílogo

La experiencia ¡Córtate! ha sido algo estupendo, algo que hace que no me arrepienta para nada de haberme pagado un viaje a Madrid. La hora y media de proyección, a pesar de que haya sido más o menos duro con los cortos, me resultó a la altura (o por encima) de muchos de los estrenos que pueblan la cartelera. Me hubiese gustado compartir algo de tiempo con los directores para compartir opiniones, pero la situación posterior en el Larios Café no era la propicia para la conversación.

Solo me queda esperar que los siguientes pases mantengan el excelente nivel del primero y recomendar desde aquí que no dejen escapar la oportunidad de visitar el Capitol durante estos eventos para apoyar estas iniciativas y a los directores que buscan su hueco en en mundo del cine. Los cinco primeros tienen talento suficiente para ello.

Pedro Pérez (aka Findor)

18 abril, 2011

¡Córtate! (parte II)

Después del pequeño manifiesto, toca repartir. Haciendo un juego de palabras digno de Bigote Arrocet voy a decir que no pienso cortarme (risas) a la hora de expresar mis opiniones y soltar spoilers a mansalva sobre los cortos.

La cosa va sin orden ni concierto... También quiero hacer notar desde el principio que el hecho de ser crítico con los cortometrajes no quiere decir en absoluto que no los admire, sino todo lo contrario.

El Descenso (Daniel Romero).


Uno de los "perjudicados" de la noche después de recabar opiniones fue el corto de Daniel Romero, no tanto por carencias técnicas como por cierta falta de punch a nivel argumental. Todo empieza en una carretera abandonada con un cierto aire a "Las colinas tienen ojos" o "La matanza de Texas" y un coche sin gasolina. Las dos protagonistas, Blanca y Susana (interpretadas por Bárbara Santa-Cruz y Ana del Arco respectivamente) se ven obligadas a recorrer esa carretera buscando, a priori una gasolinera, mientras descubrimos ciertas cosas sobre ellas y su situación.

El descenso funciona muy bien a nivel visual con una fotografía basada en tonos ocres y una ambientación bastante conseguida, coincide que la cámara al hombro no cansa demasiado como en otras ocasiones, sin embargo parece fallar en la gestión de expectativas. No acaba de quitarse de encima el momento "ahora pasa algo" o no acaba de crear la suficiente credibilidad en el giro de que no pase. No hay nada malo en que no pase nada, estoy seguro de que es algo buscado y funciona mientras se mantiene la incógnita de la situación, pero crea un lastre que al final perjudica el muy buen ambiente plasmado en el corto. Quizá por el subconsciente del espectador, que asocia el aura enfermiza que rodea la situación con algunas de las últimas versiones de algún slasher y que parece encajar en la escena del taller. El resultado es que todas esas reminiscencias acaban poniendo demasiadas trabas cuando "El descenso" quiere alejarse de ese esquema y buscar algo más introspectivo. La idea del concurso y la meta es muy buena metáfora, pero queda un poco sosa en comparación con lo que uno se va montando en la cabeza conforme se desarrolla el corto.

G (Diego Puertas)


G es una estupenda historia de humor con toques de negrura. Jose Luis Gil interpreta a G, un asesino a sueldo que se ve envuelto en una lucha interna entre traidores y topos por un lado y por su situación familiar en casa con su mujer (Maiken Beitia) y su suegra (Beatriz Carvajal), algo como una suerte de James Bond/Sopreano cañí. La capacidad para la comedia de Gil le convierte en el actor perfecto, con una expresividad fabulosa y esa capacidad de siempre parecer que está donde no debe, usada al extremo para sacar la sonrisa en casi todas las escenas donde aparece.

El cortometraje explota perfectamente la carta Gil para crear comedia en momentos inverosímiles y maneja la historia a muy buen ritmo, jugando un poco con la sorpresa en situaciones como la del hotel con la suegra y con diálogos muy bien resueltos en el uso de tópicos de espías dignos de la T.I.A. No solo es interesante la historia en sí, sino que la dirección de Puertas está a la altura con en la elección de encuadres y planos, trávellings bien elegidos y pequeños detalles técnicos como el movimiento de cámara a través del coche en el asesinato en el aparcamiento.

En la fiesta posterior al evento pude intercambiar palabras con Alejandro Pérez, aunque no sé si él lo recordará... :), responsable de algunos de los efectos visuales que aparecen en el corto (y de maravillosas teorías sobre el icono de REC, Japón y los paises del este) y que están estupendamente integrados, ayudando a la credibilidad del conjunto general.

Ukemi (Jorge Antonio Molina)


Pablo es un joven campeon de Judo atrapado entre un padre autoritario y la chica de sus sueños a la que dibuja. Esta simple idea da paso a un trabajo muy arriesgado visualmente que juega mucho con la posicion de cámara, seguimientos con snorricam, desenfocados, etc... y acompañado de un rodaje en blanco y negro con toques puntuales de color. Técnicamente es un trabajo impresionante, uno de los planos iniciales con Pablo en su versión infantil y los padres discutiendo de fondo en sombras, desenfocado, los giros de cámara que acompañan las llaves de Judo, todo conforma un ejercicio de estilo fabuloso.

¿La pega? Bueno, que el trabajo de realización se difumina un poco en la parte final por un desarrollo que se torna demasiado convencional. La historia chico conoce chica que aparece de repente no es capaz de mantener el nivel de riesgo tomado en el inicio con toda la parte de la relación parental, y aunque en general se integra bien en la historia y sirve como contrapunto, da un poco la sensación de haber caído dentro de una comedia romántica clásica. Hay que decir que este momento no logra empañar para nada el enorme trabajo tras la cámara, sin embargo crea una cierta sensación de esquizofrenia donde parece que dos directores distintos hayan rodado cada parte. El estilo arriesgado se merece un desarrollo arriesgado teniendo en cuenta que una de las moralejas conductoras del corto habla de aprender a lanzarse... "Si tienes miedo a lanzarte, no aprenderás a caer".

...Continuará

Pedro Pérez (aka Findor)

17 abril, 2011

¡Córtate! (parte I)

Este pasado jueves se presentó en Madrid el evento ¡Córtate! Donde se estrenaron 5 cortometrajes de primera linea en el mundillo. El evento nace como una gran reivindicación del mundo del corto demostrando que poco tiene que envidiar a su supuesto hermano mayor.


Antes de empezar con las opiniones sobre los cortos, que llegaran durante los siguientes días, quiero unirme a la reivindicación de Raúl Cerezo sobre el cortometraje.

El día 14 por la noche se demostró claramente que el cine en España no está en crisis y que lo que falta no son cineastas con talento sino gente con criterio y confianza que genere una buena bolsa  detrás para que todo esto sea la cantera del cine que debe ser. En España no sobran subvenciones, simplemente se demuestra que no están donde deben.

Fincher, Gondry o Romanek son directores de cine que empezaron, en cierta forma, haciendo cortometrajes, videoclips o publicidad. El caldo de cultivo para que Gondry pudiese hacer Eternal Sunshine o que ha desembocado en Fincher dirigiendo Zodiac no es otro que el laboratorio de investigación donde pudieron experimentar con técnicas y donde desarrollaron su imaginería visual. No me imagino que podríamos habernos perdido si algún mandamás hubiese dicho a Gondry que hiciese cosas más comerciales en vez de las idas de olla que le convirtieron en lo que es.

La cultura del cine ha de empezar por los cimientos, los directores de cine necesitan experimentar y rodar sin trabas y sin presiones comerciales, es de esta manera que se separa el grano de la paja, es de esta manera que el cine en España acabará funcionando como debe, creando una cantera de gente capacitada. No tiene que ver con los medios o los motivos, los artistas necesitan soltar lo que llevan dentro sin caer en la tiranía del espectador o acabaran siendo mediocres.

Es por eso que la iniciativa me parece fabulosa, quizá así nos quitemos los tapujos como espectadores y se vea que el cine español es algo más que dramas de la guerra civil y se deje de repetir el mantra de las subvenciones.

Reivindiquemos el cortometraje, llenemos el Capitol cada mes y apoyemos el cine español de una puñetera vez porque esta muy claro que talento no falta, solo hay que dejarlo aflorar.

Pedro Pérez (aka Findor)

30 marzo, 2011

Esqueletos en el armario



En la aparente calma de la vida diaria todos escondemos algo debajo de la alfombra, algo monstruoso y grotesco que tenemos encadenado bajo siete llaves y que nos avergüenza enseñar a las visitas. David Lynch fue el gran poeta de los deforme ya fuera con punch directo como "El hombre Elefante" como con la sutileza de ese jardín de rosas por el cual camára se va adentrando para descubrir un ejambre de insectos devorando una oreja.

A día de hoy no se sabe muy bien aún, o tal vez si, quien ha dirigido Poltergeist (1982).

Para la posteridad en los titulos de crédito figura Tob Hooper, pero todos sospechamos que fue Spielberg el que tomó las riendas del proyecto. El film comienza con la fanfarria del himno americano, este es un dato importante, con el monumento de los soldados en Iwo Jima en rayos catódicos, en una típica y apacible urbanización de mediados de los 80, como la que aparecía en muchas de las amblinadas de entonces, la América de Reagen habitada por personas normales a las que les van a pasar cosas extraordinarias.

Esas fuerzas exteriores que raptaban al crío en "Encuentros en la tercera fase" aquí son almas descarnadas que entran en nuestro mundo a través del televisor, objeto mágico al que millones de personas se asomaban todos los días, la identificación con el espectador es total. La irrupción de los sobrenatural en la vida cotidiana en forma de sillas que se mueven, es magistral y progresiva, muy en plan "Oye, si estamos bien que más dará que las sillas se amontonen solas encima de la mesa".

El drama estalla cuando la niña es raptada por estas fuerzas hacia otra dimensión y la unidad familiar se resquebraja, en su tramo central el film no escatima ñoñeces y sentimentalismo a raudales, hasta que parece que termina...En una pequeña e inquietante secuencia anterior del film, vemos como la conocida valla de madera "made in Spielberg" que a través de un travelling nos va a enseñar que donde planean construir una cocina ahora hay un cementerio...."Solo son gente normal".

Si algo es inherente a la cultura américana es su capacidad para dejar cadaveres enterrados atrás y edificar su aparente felicidad encima, la audacia de hacer flotar esos cadaveres en una piscina, reales según la rumorología, o surgiendo en un ataúd en medio de la cocina, es una de las mayores bofetadas al american way of life por parte de uno de sus hijos que se ha criado a la luz de un televisor.

By Valek

28 marzo, 2011

Cine grande, cine pequeño



I don't know the key to success, but the key to failure is trying to please everybody.
Bill Cosby

Un poco de aventura, que ganen los buenos, por supuesto, siempre con algo de superación personal por el camino. Romance, una relación no puede faltar, da igual que hablemos de un espía. Si hablamos de comedias es importante que a las dos terceras partes haya un punto de inflexión, un ex-novio o algo que ayude al protagonista a superarse a si mismo. Siempre puede ser ese archienemigo, no puede faltar un archienemigo, y acción. Una persecución en coche, o una corriendo con la cámara al hombro, que ahora mola. Un par de explosiones, efectos especiales. La chica que esté buena… Ya está. Acabamos de hacer una película con un poco de lo que le gusta a todo el mundo… ¿Que puede fallar?

Nunca pensé que un día de mi vida usaría una frase de Bill Cosby como ejemplo de algo, pero si algo me parece su frase, es esclarecedora. Primero porque representa uno de los males endémicos de muchos aspectos de la sociedad, incluido el cine, y extrapolable a demasiadas disciplinas. Aumentar el público potencial como recurso para maximizar beneficios o minimizar riesgos. Alguno puede llegar a pensar que el cine no sufre esto, porque la mayoría de blockbusters tienen un público definido, los jóvenes, pero al final el error es el mismo, porque intentan agradar a todos los jóvenes sin distinción.

El cine grande es para minorías. Quizá esto choque mucho con algunas de mis ideas anteriores sobre la formación de grupúsculos cerrados de cinefilia, pero al final es más una causa que no un efecto. Es difícil que películas que no se plantean como objetivo el gustar a todo el mundo, acaben gustando a todo el mundo. Aunque curiosamente, las películas que quieren gustar a todo el mundo, no acaban gustando a nadie, o no lo suficiente como para convertirse en cine grande.

Sigo pensando que la calidad no debe depender nunca de los objetivos sino de los resultados, pero sospecho que los directores con cierto grado de megalomanía parten con ventaja. Pensar en lo que uno quiere contar por encima de lo que los demás opinen es un primer paso para crecer y hacer cine grande. Pienso en Malick, Fincher, Gondry, Kubrick, Tarantino o en mi megalómano favorito P.T. Anderson y veo películas sin concesiones en muchos casos. Narrativa que sigue su camino y genera sus propias reglas si hace falta, sin pensar nunca en regalar nada a la audiencia o dar facilidades porque si al final la cosa está bien hecha, todo cae por su propio peso. Y Magnolia me parece un gran ejemplo sobre esto.

No creo que Magnolia haga prácticamente ninguna concesión a la audiencia excepto, con peros incluso, el pequeñísimo gesto final, y aún así podría decir que está plenamente justificado dentro de las reglas de narración que plantea la película. Magnolia es cine grande por muchísimos más detalles que la duración o el elenco de actores con mucho caché, Magnolia es cine grande porque deja que la narración fluya por donde debe para que las piezas del puzzle que plantea encajen acompañado, claro está, por una virtud técnica excelente.


In this life, it's not what you hope for, it's not what you deserve - it's what you take!

Podría escribir hojas y hojas sobre Magnolia, pero me reservo mis palabras para un texto posterior en mejores condiciones.

Es un gran defecto del espectador esperar que le cuenten las historias que quieren oír, pero uno de los pasos necesarios para evolucionar es empezar a escuchar las historias que se cuentan por encima de lo que uno espera… Eso sí, siempre siendo exigente...

Pedro Pérez (aka Findor)

11 marzo, 2011

Cine e hiperconsumismo


Leo esta respuesta en carta del crítico Jonathan Rosenbaum a Nataša Ďuricová, recogida en el imprescindible libro“Mutaciones del cine contemporáneo”:
“Los que dirigen el mercado están convencidos de que somos muy diferentes entre nosotros, principalmente porque, en teoría, necesitamos campañas publicitarias muy distintas. La verdad es que soy más que escéptico al respecto. Lo terrible es que, de alguna forma, estamos dejando que la gente que idea las campañas publicitarias nos diga quienes somos; algo que, normalmente, significa también quiénes no se supone que debemos ser”.
Esta lectura fue consecutiva al ensayo de Gilles Lipovetsky, “La felicidad paradójica” donde se habla de la tercera etapa de la era del consumo, aquella que ha dejado atrás la fabricación en línea y el consumismo que buscaba aparentar un cierto nivel económico, para crear una nueva necesidad: la de consumo en sí mismo, sin más fin que el acto de consumir y acaparar, sin que el objeto de consumo sea considerado un fin en sí mismo. A esta sociedad que Lipovetsky denomina de “hiperconsumo” se llega potenciando el acto en sí de consumir, de convertir el centro comercial en un lugar de peregrinaje y la compra en un elemento sanador. Hemos pasado, pues, de comprar movidos por la envidia a consumir en pos del hedonismo. Lo relevante no es la utilidad de lo que se compra sino la compra en sí.

Aquí es donde saco la conclusión de que esa reconversión del centro comercial en templo sagrado arrastra consigo a los cines. Todos hemos visto como los pequeños cines de las zonas viejas de nuestras ciudades han sido sustituidos por monumentales multicines 3D, de asientos vibratorios, pantallas gigantes y precios escandalosos. Cada cine es un nuevo Vaticano y cada sala del cine podría albergar la faz de Dios. De hecho, ya lo hacen, o presumen de hacerlo. Es, hasta cierto punto, comprensible: un mecanismo de defensa a la creciente demanda doméstica y a la ya presente oferta en streaming, cada vez más potente y definitiva.

Sin embargo, la cita de Rosenbaum trae a primera plana algunos problemas del cine actual. No hace falta más que repasar mentalmente la cantidad de sagas, licencias y remakes que inundan un mercado cada vez más inseguro. Si la primera etapa del consumo que define Lipovetsky crea la imagen corporativa, el nombre o marca que es síntoma de calidad y que se extiende gracias a la producción masiva, se puede decir que el cine encuentra en las franquicias un modo de asegurar su propia marca. En otros tiempos pudo haber sido el rostro de un actor, un productor o (en momentos más felices) el nombre de un director lo que asegurase la recaudación de un público entregado. Hoy la gente no tiene ningún interés en saber quién se esconde detrás de la cámara mientras que los que se encuentran delante son carnaza de prensa rosa y escándalos desmitificadores. Lo que vende es el título, ni siquiera la historia. Vende un nombre conocido, un juguete, una secuela, una adaptación.

El hiperconsumista no necesita informarse de la película, prescinde de ello. El hiperconsumista lo quiere ahora, lo quiere sin que le interese realmente que es, sin preocuparse de su calidad y, a ser posible, lo quiere gratis. El hiperconsumista de Lipovetsky ve el consumo como una terapia y por tanto, el objeto de consumo se convierte en un derecho, algo así como la salud pública. Discos duros de equis terabytes se llenan y llenan, acumulándose sin que nadie repare en su relevancia. Cuanto más acceso tenemos al cine más irrelevante es; cuantas más películas poseemos, una sola de ellas se vuelve insignificante. Todo esto nos lleva a seguir consumiendo, a tragar sin masticar, a esperar un empacho de cine que nos viene siempre anunciado como nuevo, mejor, definitivo o insuperable. Cada acontecimiento cinematográfico es un éxtasis privado que, de tanta periodicidad, pierde su significación. La cantidad no nos deja apreciar la calidad. Ya no importa: solo consumimos sin preguntarnos que nos dan, sin cerrar la boca a la espera del siguiente bocado. Lipovetsky lo resume con estas palabras: “Para su desgracia, el hiperconsumidor se apoya tanto en sus emociones que éstas no acaban nunca de ser satisfechas, y la experiencia de la decepción asoma y amenaza a distintas capas de la sociedad”. Dejamos que la industria – la gente de la que menos nos deberíamos fiar en estos aspectos – nos dicte y nos filtre que debemos ver, que es lo que será tendencia, que es significativo en nuestras vidas.

A Rosenbaum – a través de Pablo Muñoz – le debo descubrir una película que no venía en ninguna marquesina ni precedida de ninguna fanfarria: la elegantísima “Soldado de papel” de Aleksei German. Cada vez quiero huir más de los teasers, los trailers, los adelantos de los teasers, las descripciones de trailers exclusivos vistos en la Comic Con de San Diego a través de un cam subido a youtube. Cada vez quiero encerrarme más en mi habitación, alejado del mundo, y ver una película como si fuese la primera (o última) vez, como un acto secreto y perverso, una pequeña intimidad. Aún acudo a un cine, dada la proximidad de este a mi casa, cuando mi tiempo libre me lo permite y no veo mal dejarme un respiro colándome allí donde no me han dicho que hay un gran evento. En las fiestas más anticipadas, las mejores risas están en la cocina de la parte de atrás.

(En la imagen que abre el artículo: La fachada del cine cine Byrd, de Richmond, Virginia, donde actualmente reside Rosenbaum)

by Henrique Lage

19 febrero, 2011

El triunfo de la mediocridad

Muchas veces me pregunto porque tengo que ser exigente, la gente me pregunta cómo es posible que no me gusten ciertas películas, que si soy un rancio, es un pensamiento recurrente que suele ser espoleado por algunos momentos y conversaciones con personas menos sibaritas en gustos cinéfilos, me pregunto si no sería más fácil dejarse llevar e intentar eso de disfrutar del cine, total, la vida es corta, no estamos aquí para sufrir, bla, bla, bla...

Sin embargo ante una afirmación tan inocente se esconde una trampa... No creo que sea descabellado pensar que ante cualquier elección una persona sensata decide optar por la mejor opción. Las cosas que pueden influir en que esto no se cumpla son el desconocimiento, el dinero, la parte estética... Se podría incluir la información sesgada, como la que ofrece la publicidad, pero es una forma más de desconocimiento. Es una suposición lógica pensar que si una persona decide comprar un televisor y tiene dinero e información, elegirá la mejor disponible en base, sobretodo, a que hay gente experta en el mundo que es capaz de emitir un juicio sobre un televisor en base a su conocimiento.

Supongo que veis por donde voy, no creo que este descubriendo nada nuevo. A todo el mundo le gusta la excelencia, todos querrían ser exclusivos, tener cosas mejores que su vecino o esos familiares odiados, lástima que el dinero lo impida...

Pero el cine es "gratis"... Podría entender, en una afirmación impertinente, que la gente que no pueda pagarse una cena en el Bulli se autoconvenza de que un cocido es mejor, entiendo que con las cosas caras la gente no sea exigente por no poder permitírselo, pero el cine es "gratis", incluso si no lo es, el precio de las entradas y de los blu-rays no dependen de la calidad de la película. Voy a subir un grado más esta impertinencia para decir que no entiendo porque ante la posibilidad de conseguir gratis cualquier película del mundo en un tiempo mínimo, la gente sigue eligiendo ver cine mediocre.

Es evidente que si todo el mundo consume productos mediocres y los acepta sin más, la mediocridad se convierte en el paradigma de calidad. Uno de los problemas que veo no es que el cine sea mediocre o que no haya buenas películas, porque las hay, el problema es que cada vez que aparece algo ligeramente diferente a ese punto medio, se le empieza a llamar obra maestra.

Stephen Hawkings decía en la introducción de "Historia del tiempo" que cada referencia o formula matemática que aparece en un libro, son lectores que se pierden, sin embargo, siendo de ciencias, al hablar de esto no puedo evitar pensar en las campanas de Gauss.


Yo creo en la estadística, no por nada es uno de los pilares de mi trabajo. Siento que seré un aguafiestas para algunos, pero todo esto del criterio no deja de ser, de forma simplificada, un corte en esa campana que decide hasta que punto de mediocridad uno es capaz de soportar.

Vuelvo a repetir que esta "lucha" no es contra el cine mediocre, este tiene que existir, es lo que da forma a la campana, no es un tema de decir que cine es mejor que otro, mi problema es contra el conformismo que acepta ese cine, personalizado en miles de críticos que sólo miran su ombligo y que gracias a internet pueden tener voto (incluido yo) y acompañado por los medios que exaltan la calidad en base al dinero que reciben. Esto no va de crear lobbys o grupos elitistas o de creerse superior a los demás, va de creer en un público más exigente que repercuta en la calidad del cine y revitalice el medio, porque a la larga será mejor para todos. Sé que es un pensamiento excesivamente idealista, pero nada me impedirá intentar llevarlo a cabo.

En el fondo da igual el tipo de cine que defiendas, el objetivo no es otro que el de ser exigente con lo que ves... Siempre que hablo de esto acabo repitiendo la misma frase: el problema de no esperar nada de una película es no obtener nada de ella y conformarse.

Pedro Pérez (aka Findor)

14 febrero, 2011

La dicronía entre películas y actualidad

¿Cuánto tiempo tarda en cine en reaccionar a la actualidad? Sabemos que el proceso de realizar una película es lo suficientemente complejo y lento como para que tengamos que darle una tregua a la inmediatez de sus discursos, pero a veces cuesta ajustar nuestras necesidades analíticas. Cierto es que podremos seguir considerando el cine dentro de un contexto social, tanto en su capacidad para analizar el pasado reciente, como para adecuarse a su presente o incluso pronosticar el futuro. Hay suficientes y valiosos estudios al respecto como para ponerlo en duda. Sin embargo, esa desincronización tan aguda es obviada continuamente y no podemos dejar de pensar que llegan siempre tarde y mal.


Un ejemplo del pasado año fue la decepcionante “Green Zone: distrito protegido” (Paul Greengrass, 2010). Repaso mis notas al respecto de la película y encuentro esta frase: “esto trae como consecuencia una simplificación de los elementos que la componen ante la responsabilidad de ajustarse no sólo a lo “histórico” si no a la latente necesidad de explicitar su posición política, su moraleja a modo de falsa expiación”. Reconozco en estas palabras de mi yo del pasado como una crítica a la excesiva predisposición del cine actual a resultar forzosamente alegórica y explícito, pero encuentro que mi referencia a la adecuación de un modelo histórico planteaba una semilla de la duda que aquí expongo: Donde “Green Zone” pecaba de una ingenuidad y anacronismo demoledor al mostrar como gran revelación la ausencia de armas de destrucción masiva y la responsabilidad de su protagonista para con la verdad, ahora me pregunto si no estábamos ante un antecedente de las filtraciones de Wikileaks.


Por supuesto, esto no cambia mi parecer de la película, pero encuentro significativo que esa desincronización de la que hablo haya beneficiado a la misma hasta el punto de no ser una nota que llega tarde si no un puente (o un adelanto) a una realidad inmediata. El análisis puede ser anecdótico y superficial, pero plantea muchas preguntas. Es cierto que asociamos la integridad de las filtraciones con el ametrallador sonido de las máquinas de escribir al final de “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), y no me conviene a mi (por ignorancia) analizar los ciclos históricos que nos llevan de nuevo a la desconfianza y la responsabilidad civil, pero quizás haya otra manera de entenderlo.


Pienso en las palabras del humorista Stephen Colbert en su célebre monólogo en la Gala de Corresponsales de Prensa de 2006. “Estas cosas se mantienen en secreto por una razón: son super deprimentes. (…) Durante los últimos cinco años fuisteis muy buenos en temas sobre recortes de impuestos, información sobre armas de destrucción masiva, los efectos del calentamiento global. Nosotros los americanos no queríamos saberlo, y vosotros tuvisteis la cortesía de no averiguarlo. Aquellos fueron buenos tiempos… que nosotros sepamos. (…) Simplemente corregid la ortografía y largaros a casa. (…) Escribid esa novela que teneis dando vueltas en vuestra cabeza, ya sabéis, esa del intrépido reportero de Washington que tiene coraje para enfrentarse a la administración. Ya sabéis: ¡ficción!”. Y pienso en ellas sobre el gran cambio que supone hoy por hoy la información gubernamental.

En tiempos donde los políticos hacen ruedas de prensa donde no se admiten preguntas, donde gobiernos cierran internet para acallar revueltas populares o donde se alaba las luchas del país vecino por las libertades mientras se evita correr la misma suerte que ellos, ha aumentado la actividad ciudadana para evitar esa desinformación. ¿Somos más comprometidos, más desconfiados o nos hemos habituado más a la multitarea de los medios, a encontrar tanto la versión oficial en el periódico de tirada nacional o las contradicciones de esa versión en un link de Twitter? Wikileaks ha contado con un gran apoyo en la red, aunque cabría ser un poco pesimista y preguntarse si las filtraciones han servido para algo más que vender periódicos. Sí, quizás estemos más informados, pero si esa es toda la satisfacción que obtenemos, sin que surjan cambios, algo estamos haciendo mal.

Eso nos devuelve de nuevo al cine, a su capacidad icónica y a su popularidad como medio, incluso entre aquellos a quienes no les interesa contrastar información. ¿Propaganda en el buen sentido? Tal vez. Tal vez disparos a quemarropa a nuestro cerebro, que siembren las dudas y nos devuelvan ese papel activo. El cine es un acto político, nos guste o no, incluso cuando no pretende serlo (o quizás ahí, más que nunca) dice mucho de nuestros posicionamientos. He rechazado abiertamente cierta categoría moral de las películas y cierta tendencia al sermón en las mismas, pero no puedo renunciar a su significado, contexto e influencia.

Nótese que la revista Time "espectaculariza" el rostro de Zuckerberg para asemejarlo al poster de la película. He aquí la hiperrealidad. Otra vez.

Sorprende la portada de la revista Time a Mark Zuckerberg, aupado por la popularidad de su invento y por su reflejo en la pantalla, la no tan crítica “La red social” (David Fincher, 2010) pero esa nueva relevancia a los hechos de un pasado reciente y que el cine ha vuelto a poner bajo los focos plantean una salida digna. Incluso cuando sirven para ayudar a El Mal, como es el caso. Pensamos lo inútil que sería la alegoría de Tony Blair en “El escritor” (Roman Polanski, 2010), hecho que no evita que sea una película notable, pero a lo mejor conviene fijarse en la atemporalidad de la enmarañada burocracia – eterno “vuelva usted mañana” que diría Larra – de “Buried” (Rodrigo Cortés, 2010). Huimos de la simpleza conciliadora de “Balada triste de trompeta” (Álex de la Iglesia, 2010) para fijarnos en la catártica resistencia de “De dioses y hombres” (Xavier Beauvois, 2010) o la aniquilación del hiperconsumidor de “Exit through the gift shop” (Banksy, 2010).

El cine tiene una tarea difícil para retratar realidades cuando consume tanto tiempo en perfilar esos retratos. Quizás la responsabilidad pase no por resignarse a esa impuntualidad si no por aprovecharse de ella, por revisitar la actualidad ante los ecos del pasado o trazar mapas de futuros distópicos. En resumen, que el cine político no nazca de la respuesta inmediata si no de la reflexión atemporal. No sé si con esto he conseguido llegar algo, pero es mejor plantearlo hoy que mañana.

by Henrique Lage