24 marzo, 2014

Álex de la Iglesia (V)

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La siguiente review nos retrotrae 14 años atrás en el tiempo (parece que fue ayer). La Comunidad (2000) supuso una de las cimas del director y una inesperada tregua entre crítica y público. Multipremiada y atesoradota de unas estupendas interpretaciones de actores de raza como Carmen Maura, Emilio Gutiérrez Cava, María Asquerino, Sancho Gracia y Terele Pávez entre otros. También fue pionera en fundar un esquema de historieta coral y castiza que fue sableado sin pudor en teleseries de la factoría de José Luis Moreno.

Julia (Carmen Maura), una mujer madura que trabaja en una agencia inmobiliaria, encuentra 300 millones escondidos en un piso. A continuación se traslada al apartamento de arriba y esconde el dinero, pero tiene que enfrentarse a la desquiciada comunidad de vecinos, encabezada por un administrador sin escrúpulos (Emilio Gutiérrez Caba), que hará todo lo posible para retenerla y quedarse con la fortuna.

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LA COMUNIDAD: UNA ISLA LLENA DE MONSTRUOS 

En los albores del nuevo milenio Álex de la Iglesia se encontraba en una posición  privilegiada en la cinematografía española. A esas alturas contaba con una filmografía absolutamente coherente con sus obsesiones y consciente de poseer un nombre que significaba resultados en taquilla. Su oronda figura pública dirigía de tú a tú hacia un target de público eminentemente juvenil pero conocedor de nombres como Buñuel, Berlanga o Polanski por citar tres influencias constantes. Gente con una educación forjada por clásicos emitidos de madrugada en la 2 o en los videoclubs, por situarnos, en la prehistoria del estallido de los portales de descarga. Por eso el trabajo que nos ocupa es prácticamente un mix de guiños personales, un cocktail festivo tan bien batido que consiguió contentar desde el fan que alucinaba con la proclamas de extrema izquierda de “El Club de la Lucha” (David Fincher, 1999) hasta el tertuliano de Garci de la última fila. 

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100% de dioses
Según el bilbaíno: 

“La película nació cuando le dije a Andrés Vicente Gómez […] que quería rodar una historia de suspense en un solo decorado. La idea inicial era que todo ocurriera en un piso; finalmente, el piso se ha convertido en edificio”
También menciona la influencia de “la Isla del Tesoro”:

“En La comunidad también existe un tesoro mítico capaz de salvar a todos del horror.”

El verdadero tesoro del film era su estupendo guión pergeñado a dos manos con Jorge Guerricaechevarría, su guionista habitual y amigo de la infancia. Parte de las secuencias más sugerentes del film ya estaban esbozadas en su novela “Payasos en la Lavadora” (Planeta, 1997). Aunque Álex la enfocó de manera autobiográfica en la primera persona del poeta Satrústegui, nunca se ha pronunciado al respecto sobre la veracidad de ciertos pasajes:

“Un día, mi madre se dejó los grifos abiertos y el agua pasó al piso de abajo […] apuradísima no quería bajar y tuve que hacerlo yo. Salí de mi casa con “La Varillas”. Bajé la escalera. Abrió la puerta. Me dijo que la acompañase. No había luz. Nada. Solo la que entraba por la puerta que acabábamos de abrir. Avancé unos pasos. Advertí un extraño olor pegajoso. Indefinible. Sabía por dónde andaba porque se trataba de la misma distribución de habitaciones que arriba, pero no podía ver nada. Ella se perdió en la oscuridad sin esperarme. Eran las seis de la tarde ¿Por qué no entraba luz por las ventanas? Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y pude distinguir lo que me rodeaba. No entraba luz por las ventanas porque unas enormes montañas de basura las cubrían por completo.

La casa estaba llena de mierda.

Una mierda negra, orgánica, que se había ido depositando por capas durante decenas de años, hasta hacerse dura. Integrados en aquel magma infecto podía distinguir calcetines, calzoncillos, platos con restos de comida, periódicos antiquísimos, una fauna innumerable de insectos- algunos voladores-y sobre todo, cucarachas. La porquería hacía desparecer los pasillos hasta tal punto que sólo se podía andar por un pequeño caminito, como en la selva. Por ambos lados nos rodeaba la lava de mierda petrificada. Llegamos a la cocina y me enseñó la gotera del techo. La pintura se había levantado un poco.” 

De la iglesia finaliza la escatológica anécdota del libro con una frase lapidaria que podría haber sido pronunciada por algún personaje con el rostro de Álex Angulo en uno sus films: 

“Lo más intranquilizador es averiguar el origen de las cucarachas y saber que el infierno se escondía a un par de metros bajo mi cama.” 

El film fue cuidadosamente concebido para controlar hasta el último detalle de producción. Arri y Biafra los habituales diseñadores del director estuvieron durante semanas visitando inmuebles abandonados buscando humedades y desconchones de todo tipo que encajaran con la atmósfera opresiva del film. Al final el resultado es un “13 Rue del Percebe” Ibañesco aquella genialidad de comic por página meets “El Quimérico Inquilino” de Polanski. La fotografía de Kilo de la Rica y la partitura de un Roque Baños influido por Bernard Herrmann redondean esta oda al horror doméstico.

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El film es un homenaje al voyeur que todos llevamos dentro
“Precisamente fue el afán de controlar todos los detalles del rodaje lo que nos hizo tomar la decisión de rodar La comunidad en decorados. Como realizador, me siento muy próximo al modelo de trabajo establecido por los cineastas de los años cuarenta y cincuenta. Por eso considero que el rodaje en decorados es beneficioso para mejorar la calidad de una película: al conseguir una iluminación controlada y estable, hay más tiempo para otros menesteres”. 

Desde los primeros minutos del film, los creadores son conscientes de manejar materiales clásicos en un discurso postmoderno. Así ese cadáver putrefacto podría representar esa vieja España empobrecida cuya máxima aspiración sería conseguir un premio en una quiniela de 14, es ese sueño patético de una buena posición social la que la emparenta con el neorrealismo y películas como “El Pisito” o “El Cochecito.” 

La televisión como objeto mágico. Varios de los momentos claves del film están anticipados a través de la pantalla del televisor, es una especie de oráculo. Julia descubre donde está el tesoro a través de las baldosas del anuncio de Don Limpio, otro anuncio provocará la discusión entre Julia y su marido (Jesús Bonilla) al no entender este último lo que le está intentando decir. En uno de los documentales varios buitres tendrán un comportamiento similar a los vecinos del film, el director hasta se permite jugar superponiendo el sonido de unas fieras sobre ellos.

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"Cinco hombres van en el cofre del muerto..."
Star Wars (George Lucas, 1977) como territorio de la infancia. El personaje de  Charlie (Eduardo Antuña) será el idealista que no traiciona sus creencias. Es un personaje célibe (como los Jedis) anulado por una madre superprotectora. Vive en su cuarto rodeado de fetiches o talismanes de Star Wars que le protegen del horror exterior. Esa infantilización de ese hijo cuarentón que ya empieza a tener calva, es un arquetipo de un matriarcado muy arraigado en el norte de España. Charlie tendrá que hacer una prueba de fe para ver sí Julia es como el resto de vecinos cambiándole la maleta al final. Algo parecido al regreso de Han Solo en la estrella de la muerte. Esa duda razonable. 

El dinero lo pudre todo. Julia comienza el film como una mujer risueña. A lo largo del film, y en concreto tras cruel paliza que le propina Gutiérrez Cava, mientras este recita un discurso lleno de razones que serán anuladas por la violencia de los golpes, esa sonrisa se irá tornando en mueca. En varias secuencias se nos refleja el dinero como papel coloreado sin ningún valor real, esos tickets de Eurodisney, los billetes del monopoly acumulados cuidadosamente por Charlie. Finalmente el dinero le traerá más quebraderos de cabeza que satisfacciones. La maleta cada vez irá tornándose más pesada “Como si llevaras el alma dentro”. Como aquel pedrusco atado al cuello de De Niro que reflejaba toda la culpa en “La Misión” (Roland Joffé, 1986), tendrá que hacer un acto de liberación y saber desprenderse de él.

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Esa también fue mi cara al ver a Pávez hacer el salto Matrix
Grand Finale. No fue la primera y tampoco la última. El film alcanza su clímax con una impactante persecución en los tejados y termina en la cuádriga del edificio de BBVA en otro ejercicio de geografía madrileña tan habitual en el director . Es una elección estética tomada de Hitchcock. Los personajes hacen un difícil ascenso al olimpo para ser redimidos o condenados. Normalmente es el momento oportuno para hacer algunas confesiones que afectaran a la vida de alguno, como ocurría “En el Imperio Contraataca”. Coloquialmente es escupirse un par de verdades a la cara. Como guinda este tipo de secuencias siempre terminan con algún pobre diablo precipitándose al vacío, en este caso le toca el turno a Terele Pávez.

Una vez estrenado el film el director ya había posado hace tiempo su ojo en el pasado cinematográfico en la mítica tierra de Almería y el spaghetti western, pero esa ya es otra historia. 

Valek