27 febrero, 2014

Cortópolis XI

Nuevo año, nueva temporada de Cortópolis en este este invierno de altibajos climáticos y con la renovación llegan nuevos cortos, nuevas oportunidades de ver audiovisual interesante y sobretodo, la parte divertida de la crítica que es poder disfrutar de ello desde mi puesto alejado. Esta edición se presenta además con un evento a marcar en el calendario, la elección de los primeros nominados para los premios Nene en un total de, nada más y nada menos, 21 categorías que tocan un poco todos los puntos importantes del desarrollo audiovisual del cortometraje, una selección de cortos de factura impresionante y en la cual voy a tener el honor de participar. Doble alegría, porque a pesar de las prisas, las entregas cuando no tienes tiempo y los dolores de cabeza cuando parece que no tienes nada que decir, no voy a negar que, al menos aquí, me encanta mi trabajo...

Seis son los elegidos para estrenar el año y a por ellos vamos.


Por eso no tengo hermanos (Paco Cavero): A pesar de no haber podido ver una copia con el acabado final, no tengo nada más que elogios para este corto de Paco Cavero con una historia de cuñadismo extremo en busca de monstruos en lagos. Sostenido por la naturalidad de los diálogos entre Carlos (Gorka Otxoa) y Antonio (Antonio Castelo) y la aparición estelar del campista perdido (Manuel Burque), es todo un no parar de situaciones a cual más absurda desde el principio hasta el final. A esa naturalidad ayuda muchísimo el que los tres protagonistas estén a un nivel espectacular durante todo el desarrollo. Aparte con sorpresita final, ¿qué más se puede pedir?



Solsticio (Juan Francisco Viruega): Una historia de pérdida y superación con toques sobrenaturales y apocalípticos y que basa un poco su desarrollo en La Flauta Mágica de Mozart a la cual hace referencia Joana (Ingrid Rubio), la directora de ópera protagonista. Una historia que cuenta el regreso al hogar de la protagonista y que basa el texto más en la metáfora y la simbología visual que en la racionalidad que en el fondo busca su protagonista. Muchas caras conocidas y rodeadas de imágenes hipnóticas y desarrollo algo oscuro pero que dejan un poso de inquietud y reflexión importante en el espectador.


2º a (Alfonso Díaz): La excusa de un casting para algo que no sabemos sirve para ver un pequeño juego de seducción por parte de Olga (Olga Alamán) al director (Jonathan D. Mellor), para convencerle que es la mujer que necesita para el casting. Un relato breve que se refuerza con un  más que interesante juego de miradas y planos cortos de los protagonistas aunque se pueda sacar inconscientemente una sensación negativa del uso que dan las mujeres a este juego de seducción.



.Sub (Jossie Malis Álvarez): A veces uno se encuentra pequeñas obras audiovisuales basadas en el metalenguaje que saben usar estos elementos de forma muy interesante. .Sub es claramente uno de ellos donde se usa un recurso como los subtítulos para hablar de la dificultad de integración de una mujer inmigrante (Yollande Michele Elle Aka’a) en la sociedad y las trabas burocráticas. Con ligeros toques de ciencia ficción en el dispositivo que integra los subtítulos en las personas y por el cual se integran en la sociedad. El resultado es un corto divertido de ver y que auna la crítica social hacia algunos sistemas de inmigración.



Namnala (Nacho Solana): Namnala nos cuenta la historia de José (Álex Angulo), dueño de una tienda de reparaciones y que se siente obsoleto y con poca utilidad al mundo, hasta que un visitante desconocido (Babou Cham) le pide reparar una cámara y la cinta que contiene. Aparte de una aparición fugaz de otra clienta, el peso principal de la historia recae sobre Álex Angulo y Babou Cham con mucho acierto interpretativo en general, aunque me apasiona particularmente la escena de la reparación de la cámara y todo que logra transmitir, aunque quizá en ese punto el espectador avizado ya se ha dado un poco cuenta de por dónde pueden ir los tiros. Me parece muy interesante la reflexión sobre esas profesiones olvidadas y su verdadera utilidad o el hecho de que cualquier cosa que sirva para hacer feliz a otro en realidad nunca es tiempo perdido.


Alexis (Alberto Evangelio): Alexis es un niño con poderes fruto de un experimento que no acaba de salir bien y le convierte en una máquina de matar. Un poco al estilo Akira con niño telekinético que se vuelve un poco loco con el experimento. El corto luce bien dentro de su ambiente minimalista en sala de entrevistas/bunker aunque su mayor lacra quizá sea el que la historia y el desarrollo son un poco tópicos y conocidos para los amantes del género, pero que al final tampoco se hace pesado por el desarrollo dinámico y bien llevado.



Frost (Jeremy Ball): Cortometraje canadiense y único representante internacional de la sesión que nos trae la historia de Naya (Emily Piggford), una cazadora habitante del ártico que ante la escasez de comida para ella y su familia salir de los límites tradicionales de caza saltándose así la tradición ancestral. Narrado en off y con un claro mensaje acerca del progreso y salirse fuera de los márgenes junto con otro más ecologista acerca de los peligros y las consecuencias del ser humano en el entorno. Muy potente visualmente con unos efectos especiales muy logrados y una fotografía acorde a ellos.

Es evidente que a veces me dejo llevar por la euforia y mi pasión por el medio a la hora de los elogios, pero una de las virtudes del cortometraje y lo que me hace ser tan parcial a veces es que nunca me da la sensación de haber perdido el tiempo con ellos aunque no acaben de ser obras magnas dentro del mundo del cine. Al menos es lo que me pasa con Cortópolis y lo que me pasaba con Córtate y lo que me suele pasar viendo estas selecciones, que dentro de sus altibajos eventuales y normales por otro lado, en el fondo la sensación es enormemente positiva. Es verdad que formo parte activa del evento y se me puede acusar de esta parcialidad, pero tened en cuenta que no cobro por ello, así que claramente no estoy aquí por la pasta...

Para la siguiente sesión, Gala y entrega de premios. Esa por supuesto, no me la pierdo.

Pedro Pérez (aka Findor)

22 febrero, 2014

Her

(Este texto de la película contiene spoilers importantes tanto del desarrollo como del final porque he sido incapaz de escribir todo lo que quería sin hablar de esos momentos, avisados quedáis)

Tengo que reconocer que el género romántico como tal, en especial cuando se acompaña del concepto comedia, nunca ha sido uno de los que más me atrae. Probablemente sea porque es una etiqueta que conlleva demasiados lugares comunes, aunque tampoco soy fan de las etiquetas y por lo tanto no odio las películas románticas en su totalidad, sino sólo las malas, que lamentablemente son la mayoría…

Tampoco me gustan mucho los tópicos ni esos mensajes de la pareja ideal, del amor por encima de las circunstancias, etc… En mi caso personal acaban matando un poco la suspensión de incredulidad que uno debe tener para enfrentarse al cine. No es que sea o me considere una persona poco romántica, pero hay ciertos estereotipos sobre la felicidad que me parecen algo dañinos y capaces de crear expectativas irreales sobre la felicidad. Incluso alguna película donde parece que se ensalza el amor por encima de la imagen como La bella y la bestia o Shreck, acaban saltándose su moraleja para convertir al príncipe en alguien guapo con ojos azules o convertir a Fiona en una ogra, porque como narices van a juntarse un ogro y una monísima princesa humana pelirroja, maldito enfermo…

Sin embargo, Spike Jonze es un director que me apasiona desde sus inicios en esto de los videoclips y los cortometrajes, y me apasiona incluso en películas que también considero algo más fallidas en conjunto como “Where the Wild Things Are”. Es por eso que a pesar del posible torcimiento de morro ante Her, me he decidido a verla. Todo ese ambienté que Jonze sabe dar a sus películas es algo que también se mantiene en Her, dando naturalidad a un mundo futurista y extraño donde hablar con ordenadores es lo más normal del mundo. Y es por eso que Her me parece que es una de las películas románticas más maravillosas y, sobretodo, sanas y sinceras, que se pueden ver ahora mismo, y que pasa a mi pequeña lista de cine sobre relaciones de pareja que me parece imprescindible.

El primer acierto y constante en su filmografía es conseguir que el mundo ficticio donde sucede todo sea tan extremadamente cotidiano, el transcurrir del día con la tecnología o viendo el trabajo de Theodore es suficiente para hacernos una idea de como funciona todo. Vemos su vida y sus problemas para superar un matrimonio fallido, aunque también se descubre su capacidad para el romanticismo. Todo funciona de manera algo extraña hasta que aparece Samantha, la instancia que compra del nuevo sistema operativo OS1 basado en una inteligencia artificial y del cuál acaba enamorándose.

Instalando Amor 1.0
En este punto hay que preguntarse que tiene de sano y sincero una relación entre un hombre y, ya no un robot físico, sino una representación virtual de una mujer. Pues la respuesta sencilla es que esta relación se sostiene única y exclusivamente por la relación espiritual, por encima de cualquier otro tipo de limitación física. Quizá no deja de ser otro de esos tópicos sobre el amor que distorsionan la realidad y nos hacen crear expectativas inalcanzables sobre la conexión mental por encima del tiempo y el espacio, pero esta relación entre Theodore y Samantha me convence como muy pocas veces (a mi personalmente que soy el raro témpano de hielo inmune a las historias felices) porque se desarrolla como una consecuencia del día a día y no como un objetivo. Funciona porque su contacto evoluciona en querer hacerse felices el uno al otro sin la obligación de coexistir en el mismo plano físico (es más, cuando se intenta crear usando un "cuerpo de alquiler" este vínculo deja de funcionar) y funciona porque todo se convierte en un intercambio en el que sólo existen dos personas queriendo hacerse felices mutuamente de forma totalmente desprendida y en el que ninguno espera nada del otro. Por supuesto esto es posible por un guión escrito de forma casi impecable que hace que uno se crea absolutamente todo lo que está pasando a pesar de ser más irreal que la mayoría de comedias románticas existentes.

A pesar de esta inherente felicidad y perfección, no se puede dejar de pensar que una relación así no puede funcionar, y aunque así acabe siendo y deja de hacerlo en la recta final es por motivos que me parecen todavía más sinceros. La evolución de Samantha, la clásica autoconsciencia de IA recurrente en la ciencia ficción es lo que le hace situarse en un plano superior y la que acaba impidiendo que puedan estar juntos. Samantha necesita existir más allá de su confinamiento espacial para ser feliz y Theodore, viendo que no puede ofrecerle lo que necesita, la deja ir, porque la felicidad de Samantha es más importante que la suya propia.


Y aquí estamos, viendo ese momento en las vidas de estos dos seres, una relación que no estaba destinada a perdurar y que a pesar de ello no impide a sus protagonistas entregarse totalmente a esos pequeños momentos, porque esa felicidad efímera es importante, quizá incluso más importante que la posibilidad de una felicidad eterna.

Pedro Pérez (aka Findor)