31 mayo, 2013

No mires ahí


La originalidad está sobrevalorada...

De hecho, más que la originalidad, la necesidad de serlo... Creo que existe una obsesión desmedida en valorar todo lo original como superior cuando a estas alturas de nuestra historia como civilización es difícil que algo no esté ya inventado. El propio Jim Jarmusch defiende esta idea en una de sus citas más conocidas:
"Nothing is original. Steal from anywhere that resonates with inspiration or fuels your imagination. (...) Select only things to steal from that speak directly to your soul. If you do this, your work (and theft) will be authentic. Authenticity is invaluable; originality is non-existent. (...) "
Es por tanto que una de las posibles acusaciones que pueda existir hacia No Mires Ahí como puede ser su falta de originalidad, es, hasta cierto punto, una acusación carente de sentido dado que al final, lo que hace el corto es contar una historia que funciona rodado de forma que funciona. Y no nos engañemos, al final es lo que cuenta. Porque aunque uno como fan del terror fantástico pueda sufrir ecos o reminiscencias de historias ya vistas, el encaje final es muy competente.



Lo que se nos presenta es una historia de cierto costumbrismo familiar y la superación de una muerte cercana mezclada con algo de historia de fantasmas, con ciertas reminiscencias a su corto anterior Juan con Miedo. Ese costumbrismo es uno de esos toques que, aunque sean comunes, convierten el cine de terror en algo más y crean el enlace entre el espectador y lo que pasa de manera que se consigue de una forma más efectiva la identificación en esas situaciones cotidianas a pesar de estar salpicadas de fenómenos sobrenaturales. El hecho de que estas situaciones no sean extremas sino realmente identificables, como los problemas entre la madre y la hija mayor, hace que este vínculo se refuerce sin llegar al extremo paródico que parece rodear algunas de estas producciones. Daniel Romero se aferra a esta naturalidad y crea una ambientación soberbia y no carente de cierto mal rollo o tensión en esos momentos puntuales necesarios.


A nivel de realización hay pocas pegas, el rodaje en 2.35:1 va perfecto y deja esa sensación de película de corta duración más que de cortometraje a la que, por suerte, uno empieza a acostumbrarse ya a pesar de todas las trabas a la industria. La fotografía de Jose Martín Rosete, con tonos apagados y la elección de mucho plano corto, así como la localización en un piso muy pequeño ayuda a generar un ambiente opresivo que se transmite al espectador y provoca el desasosiego necesario en una película de estas características.

Juegos con espejos... me encanta
En la parte negativa que siempre busco para que no se me acuse de pelota, tengo que elegir un par de cosas. En primer lugar hay un par de giros que me parecen algo inconexos, uno concreto es el momento del bosque. No tanto por la falta de sentido, que en conjunto se entiende y encaja bien en esas intenciones que destila la relación padre-hija, si no que en general me parece algo brusco. Tengo la sensación que funcionaría mejor en un largometraje con algo más de desarrollo, pero también creo que la historia que se está contando se beneficia del formato corto. A pesar de eso, sí que noto ese ritmo algo más forzado sobre la parte final aunque no desmerezca al conjunto.

Una segunda pega, esta sí más personal, es la música. No tanto por parecerme mala o poco adecuada, como por dejarme cierto sabor de boca de que está siendo demasiado efectista en momentos puntuales. En general admiro la sutileza con la que se mueve la narrativa durante los primeros minutos y este cambio de tono musical en la parte sobrenatural me descoloca un poco. Aun así, suelo ser bastante puntilloso con los momentos musicales, con lo que en realidad esto puede perfectamente no ser algo negativo.

No puedo acabar este texto de ninguna otra manera que no sea alabando el gran trabajo de Daniel Romero (al que algo en mi interior no para de llamarle David y no sé por qué...) en este corto y deseando que este nivel se mantenga en las obras posteriores.

Pedro Pérez (aka Findor)