25 diciembre, 2011

Es Fincher quien habla








Formado en filas de la ILM Lucasiana, de trayectoría , tan irregular como fascinante, David Fincher (Denver,Colorado, 28 de agosto de 1962), asemeja a la de los atribulados antihéroes de alguno de sus films, zarandeados por las circunstancias en un entorno hostil. Elegido como hombre de paja por los productores tras la espantada del anterior director para un proyecto muerto como Alien 3 el cual aún consiguió dotar de cierta atmósfera pese a todo, todo debió ser tan demoledor para su ego que a día de hoy se sigue negando a prestar un audiocomentario para el dvd o bluray.

El desembarco sibilino en salas de Seven a mediados de los noventa, auspiciado por el productor Arnold Kopelson, nos predispuso para enfrentarnos a los demonios de fin de siglo en la moderna babilonia que es Nueva York, un film opresivo, desencantado, con una atmósfera lluviosa inspirada en la estética de los films de Ridley Scott y una fotografía monocroma casi blanquinegra, cuyo gancho con la taquilla por la estrella emergente Brad Pitt, le abrió las puertas para futuros proyectos. A partir de entonces, proyectos como "The Game" o "la habitación del Pánico" tendran unas señas personales propias, que son una estética urbana y oscura, fotografía cuidada, protagonizadas por personajes de posición social elevada en circunstancias terribles, Michael Douglas, Jodie Foster, en papeles que de una u otra forma ya habían protagonizado con anterioridad.

"El Club de la lucha" es un caso a parte, tanto que el film se ha convertido en objeto de culto, más allá de la mediocre novela en que se basa, es un film, tramposo, excesivo, de humor grotesco, pero necesario. Es un film "coctel molotov" que necesitaría de muchas líneas para analizarlo. Hablamos de una película que se está continuamente defecando sobre las marcas comerciales que aparecen en él, hasta se permite hacer un homenaje a Ridley Scott parodiando un anuncio suyo, que tiene a una estrella como Brad Pitt interpretando a una alucinación esquizoide, que se adelantó un par de años antes a la caída de las torres gemelas con el famoso plano final mientras suenan los acordes del tema de los Pixies, en un alarde de libertad creativa y tambien de mal gusto ¿porqué no? Fincher no se corta en meter la polla en un par de frames, cosa que ya había adelantado el maestro Bergman al inicio del film "Persona".

Con el nuevo milenio, y tras el fiasco de "la Habitación del Pánico" Fincher va alcanzar una madurez creativa exultante, todo ese talento visual va a estar al servicio de guiones de relojería suiza van a dar lugar a alguna de las obras maestras de nuestra época. La primera de ellas sería Zodiac, que sería la copia en negativo de Seven, un film acerca del periodismo más que sobre psicópatas al uso, en la línea naturalista de "Todos los hombres del presidente", a su vez es un analisis sobre la obsesión compulsiva del escritor-dibujante protagonista que acaba destruyendo su unidad familiar. Film que no da nada hecho al espectador, en el que se juega a eludir al asesino durante buena parte del metraje, este unicamente aparece  como una entidad abstracta que podría ser el final del sueño hippie y del flower power, y ese miedo existencial que pudieron sentir muchos espectadores USA al pensar que el asesino (ahí dejamos el dato: cinéfilo y nunca atrapado oficialmente) podría estar en las butacas de atrás del cine viendo el film también.

Con "la Red Social" Fincher nos habla del pasado inmediato al servicio de un guión de hierro firmado por Aaron Sorkin. Historia sobre amistades traicionadas y venganzas tramadas mediante demandas millonarias, al menos esta vez se apiada de ese puñado de nerds solitarios y finalmente podridos de dinero hasta la médula, dirigido con un pulso firme y vibrante, si dentro de unos años alguien quisiera mostrar un fresco sobre nuestro tiempo solo tendría que proyectar este film. El futuro artístico de Fincher ahora mismo pasa por el remake del Millenium de Stieg Larson a punto de estreno, recibido con cierta tibieza crítica al otro lado del charco, una adaptación del clásico del Julio Verne "20.000 leguas de viaje submarino", y su eterno y esperanzador proyecto de adaptar "Cita con Rama" de Clark, tenemos Fincher para rato.


By Valek.

22 diciembre, 2011

¿Te gusta conducir?


"Es un buen ejercicio de estilo" es uno de esos conceptos que se usan para definir una película y que normalmente suelen ir asociados a algún tipo de vacuidad argumental o narrativa, "vacío ejercicio de estilo" es algo que se oye con frecuencia, sin embargo hay algo que me choca en ese concepto.

Al final ese ejercicio no deja de ser la forma que tiene un autor de medir sus límites, tal y como Raymond Queneau marcó en sus, valga la redundancia, "Ejercicios de estilo" al escribir la misma historia de 100 maneras distintas, el principio de un movimiento como el Oulipo que impone la autolimitación como manera de potenciar la búsqueda de nuevas estructuras formales. Un movimiento impulsado por gente con amplia cultura matemática y un objetivo claro sobre la forma por encima del fondo...

Ante la premisa de explicar una historia sencilla de forma complicada mucha gente se pregunta porqué, cuando igual la pregunta interesante sería ¿y porqué no? Es en este punto cuando la acusación de que Drive, de Winding Refn es algo así como un anuncio de coches o una película fría, o un ejercicio de estilo interesante pero poco más me chocan.

Drive es una historia simple, o quizá es simple a primera instancia. No existen referencias al pasado de Gosling, ni a su nombre, solo una serie de esbozos de su capacidad como conductor frío y cerebral. Escondido bajo un esquema casi de western, con su protagonista solitario, la mujer perdida y su hijo, y la bonita historia de amor que se plantea a continuación donde el alma perdida con tupé perfecto y altamente iluminado y bien encuadrado durante toda la película (me gusta especialmente cuando Gosling aparece en el espejo donde Irene tiene las fotos de familia, como un intruso dentro de la misma) encuentra su salvación... Pero... ¿Y si no es así?

En la segunda vez que la he visto, un dialogo concreto me llamó la atención... Gosling esta viendo unos dibujos con Benicio, hijo de Irene, y de repente pregunta "sabes quien es el malo?". "Si", responde. "Como lo sabes?". "Es un tiburón". "no hay tiburones buenos?". "No, solo míralo, te parece un chico bueno?"...



La fábula del escorpión dice que un escorpión no es capaz de actuar en contra de su naturaleza, aunque ello represente su propia muerte, el icono de Gosling en realidad es un fraude y toda la imaginería está encaminada a engañarnos, la canción que le presenta como un verdadero ser humano y un héroe forma parte de la fantasía que percibimos como espectadores que queremos que salve a la angelical Irene de su marido delincuente... para sustituirlo por otro delincuente. Sabemos que es el escorpión, que está destinado al fracaso y a arrastrar a los demás en él, y sin embargo seguimos viéndole como héroe y pilar salvador. Y así Refn cuenta dos historias radicalmente opuestas, la de Irene que busca su salvación por ojos del espectador, y la del escorpión que en realidad no quiere salvarse porque simplemente no sabe hacer otra cosa...

Drive es grande porque va mucho más allá del ejercicio de estilo y su intención de "molar". Drive es tambien la fábula del escorpión, que nos muestra una cosa pero nos cuenta otra durante gran parte de su metraje para clavarnos el aguijón venenoso y demostrar como nos ha engañado.

Pedro Pérez (aka Findor)

10 diciembre, 2011

El acertijo de acero


Con el monomito, se ha ido interpretando el viaje del héroe como una constante en la cual las diversas etapas, motivaciones y consecuencias de las aventuras se repetían hasta el hartazgo. No vamos a decir ahora que hay algo nuevo por inventar en este apartado, pero sí se puede uno mantener fiel a esos esquemas a partir de motivaciones más sugerentes.

Me gusta mucho defender "Conan el bárbaro" (John Milius, 1982) como una gran película de aventuras. Independientemente de las diferencias que hay entre la adaptación cinematográfica y su original literario en manos de Robert E. Howard - o de sus versiones en comic en manos de John Buscema o Roy Thomas - uno encuentra una pureza en la versión que Milius hace del personaje cimmerio. Aquí está presente su mismo guión para "Apocalypse Now" (Francis Ford Coppola, 1979) y su veneración por los caóticos líderes de los pueblos “bárbaros”, como en "El viento y el león" (John Milius, 1975), todo ello vinculado a su confesa admiración a Hassan bin Sabbah, el lider de la secta de los asesinos que vivió en la Persia del siglo XI. Esa fijación por el lider le ha llevado a adaptar una nueva motivación para sus personajes, más allá de salvar su pellejo, de la gloria, el deseo carnal, las riquezas o el poder. En otras palabras, Conan, como muchos personajes de Milius, persigue, ante todo, un fin intelectual.

Y es que aunque lo que marque en un principio la búsqueda de Conan sea la venganza y más tarde la riqueza, pronto vemos como la fascinación por el personaje de Thulsa Doom se mueve pareja al influjo que este tiene sobre sus seguidores. Milius introduce en el personaje hedonista de Howard una coartada erudita - El acertijo del acero - como principal motivación. Así, el personaje no se construye con el goce como único objetivo, si no con ese goce como consecuencia ante filosofía vital. Solo cuando Conan ha alcanzado todo lo que desea (riquezas, amigos, comodidad, una mujer que daría para otro artículo y quizás sea el próximo) es cuando la gran aventura de su vida empieza por fin. En el mundo creado por Howard los dioses no responden a los humanos, son crueles y brutos, y solo miran con interés a aquellos que, independientemente de sus circunstancias vitales, han obrado con valor y coraje. Thulsa Doom es más interesante como villano porque tiene sus motivos, sus razones y estas nos tientan por sus razonamientos, de ahí que nuestra oposición, cuando se debilitan nuestros motivos, se vuelva aún más agresiva y satisfactoria cuando vencemos.



 De ahí nace mi admiración por una película como esta, frente a otras cintas de aventuras donde la acción puede situarse mejor o la trama se desenvuelve de un modo más orgánico. Milius tomaba buena nota de directores humanistas como Akira Kurosawa o Masaki Kobayashi, y tomó esa filosofía oriental del sacrificio sin pecado para moldear la respetabilidad de sus protagonistas. Esa es la esencia de muchos otros personajes carismáticos, de la empatía que sentimos por aquellos que aún pueden mantenerse fieles a sus principios - incluso cuando no tenemos porqué compartirlos - porque entendemos ese sacrificio, ese esfuerzo a mayores por renunciar a todo por una idea más elevada de uno mismo. Y a eso, lo llamamos héroe. 

by Henrique Lage