02 noviembre, 2011

Disquisiciones sobre "8" de Raúl Cerezo: El cortometraje como liberación narrativa



Gran parte del concepto de posmodernidad actual nace no tanto del reciclaje de los autores como de la evolución del espectador hacia el reconocimiento de las bases genéricas. En otras palabras: el espectador se ha acostumbrado a ciertos códigos que ya no necesita que sean explícitos, por lo que asume con mayor facilidad y por tanto, se vuelve más exigente. Esa exigencia ha llevado al género del terror a fracasar en un intento de repetir éxitos pasados, sin saber cómo destilar las esencias de aquellos modelos que pretenden reflejar.

Por otro lado, el mundo del cortometraje en España ha dado un extraño vuelco. Desde finales de los 90 hasta bien entrados los noughties, ha dado una cantera, criada bajo el reflejo de Amblin o las esperanzas puestas en directores españoles como Álex de la Iglesia, que se ha volcado en el cine de género y ha quitado argumentos a los fervientes detractores de la industria española. Esa cantera, a su vez, ha inspirado a los venideros cortometrajistas que, sin embargo, se han tenido que enfrentar a una más agresiva democratización del audiovisual y a una crisis que ha terminado por crear mayor competencia justo cuando más escasean los recursos económicos que los sustentan. A veces esto se ha traducido en soluciones con ingenio, pero mayoritariamente ha generado su propia regla de Sturgeon: el exceso de morralla que ya, ni tan siquiera, es capaz de diferenciarse*. No es raro pues, que la mayoría de las propuestas que ahora interesan en el mundo del cortometraje vengan de gente que pertenece a la generación previa pero que por un motivo o por otro, aún no han dado el salto a las portadas de semanarios.

Lo que ocurre con Raúl Cerezo es que su ambición le lleva a entender el cortometraje no como una plataforma de salto al largo o como un lugar de experimentación, sino como un fin en sí mismo, como recoge su tendencia evidente a seguir vinculado a este mercado, ya sea mediante festivales como Escorto, muestras como ¡Córtate! o el blog que aquí da entrada. Esa carrera, que ya se extiende por más de tres lustros, ha tenido sus dos grandes hallazgos en dos obras muy peculiares: “Escarnio” y “8”.

Antes de hablar de “8” hay que hablar de “Escarnio”, no solo para trazar una línea de evolución muy patente – o unas similitudes autorales – sino para entender las pretensiones de su director. Se presentaba Escarnio en dos claves, la primera, como adaptación del relato de Horacio Quiroga “La gallina degollada”, que enraizaba en una cultura literaria de la que hacía su leiv motiv. Considerada esta declaración de intenciones, la segunda clave era más explícita si cabe, al ser denominado el proyecto como un “cuentometraje” que escarbaba en la idea de la independencia del cortometraje como formato del mismo modo que el relato corto o el cuento se diferencian de la novela sin que ello suponga una categoría inferior. Así pues, Quiroga era una elección perfecta en la que reflejarse, como podría haberlo sido – aunque por motivos estéticos más dispares – Salinger, Poe, Borges, Cortázar o Perrault.

Escarbaba entonces Cerezo en las raíces paganas del cuento de hadas, en la figura divina del Sol, en la vinculación de la fertilidad femenina con la Tierra, en Ricitos de Oro y su tradición oral. El cortometraje como preservación audiovisual del relato. “8” no es distinto, como insiste que de nuevo rechace la categoría de simple cortometraje para ser referido como musicometraje, en un ejercicio de limpieza de formas que acercan los hallazgos ya presentes en “Escarnio” a un lenguaje más universal, en una huida de los referentes que arraigaban en la aún latente tierra carpetovetónica de su anterior trabajo. Aquí, el abrazo a la cultura pagana es más notable y refleja en sí una visión del cortometraje como un lugar al margen de la industria – esto es, de los modales y costumbres socialmente aceptados – y por tanto, su ejecución como un rito que se hace a escondidas, en privado, con fines puramente hedonistas y por tanto, satánico. Donde allí se rendía el culto al Sol y el polvo aquí domina la luna y la niebla.

Pero va más allá, y aquí los poderes demiurgos – y por tanto, perfectos – no están para sellar un destino, sino que son los hombres – y mujeres – los que osan jugar con la naturaleza y esta evade el camino marcado. Es un acto de rebeldía, es una represión. Las figuras familiares siempre aparecen retratadas de un modo negativo ante los ojos de esos niños abiertos por fin ante la violencia del mundo adulto. Las muertes sacan a la luz los secretos familiares, sus puntos más débiles, y rompen con la unidad aparente al dejar al descubierto el lado oscuro que la sociedad no ve. Los ojos inocentes de sus protagonistas no quedan mancillados, se mantienen puros y expectantes aun cuando para ellos se ha acabado el camino que discurrir.

La latente tensión que maneja aquí Cerezo tiene más del sádico y refinado humor negro de Polanski que del moralismo de Rod Serling. Poco a poco “8” va desencadenando su sucesión de imágenes, su montaje en paralelo para desenmarañar un relato que termina por liberarse en un único intercambio de miradas, libre ya de sus propias ataduras formales para encontrar con el espectador un momento de respiro que, paradójicamente, te hace mantener la respiración. Mención aparte el trabajo fotográfico de Ignacio Aguilar, que se ajusta a los deseos de Cerezo con un anhelo más clásico que nostálgico, más centrado en lo perdurable de los trabajos en los que se inspira que de añoranza de esos tiempos pasados, separando el grano de la paja. Esta suma de voluntades demuestra las intenciones de Cerezo de considerar el cortometraje como un camino perfectamente válido en el que dar rienda a la imaginación sin ataduras y donde reconciliarse con el espectador más exigente.


Lerink.


* Nota al pie: Eso no quiere decir que no haya aún talentos por descubrir y grandes cortometrajes salidos de la nada, pero es inevitable que, entre el cierre de festivales, la escasez de ayudas y la normalización mal entendida del mercado - abriéndolo a propuestas de amateurismo rampante - los vicios de lo que ya era un mundo endogámico se han multiplicado.