12 agosto, 2011

Cualquier tiempo pasado fue anterior

Empiezo parafraseando a Les Luthiers y recordando además un concepto de Cerezo que siempre habla de “nostalgia podiosera y falaz”… Sí hijos, me apetece hablar de la nostalgia…

Algún día todos seremos el abuelo de Werther's

Siempre me ha parecido curioso cómo funciona la nostalgia y los recuerdos cuando se aplican al cine o la televisión. Cierta generación suele recordar Mazinger Z como una grandísima serie, con una animación espectacular y acción trepidante. Cuando uno ve Mazinger de mayor descubre algo totalmente diferente, sin embargo conozco a bastantes personas que no van a renegar de su amor por Mazinger así como así, a pesar de haber cambiado…

Digo que es curioso porque me da la impresión que el apego a estos recuerdos funciona de forma diferente en cine y televisión. No conozco a muchas personas que sigan profesando admiración por el Padre Abraham y sus pitufos, Enrique y Ana o Parchís y quieran venderlo como música maravillosa al nivel de los nocturnos de Chopin. Muchos jugamos de pequeños con ositos de peluche, con Scalectrix o el fabuloso TCR que cambiaba de carril cuando le salía de las narices, pero los “descartamos” (aunque haya gente que haga modelismo, que siempre parece una versión más “adulta” aunque no lo sea, como las películas de Nolan). Podría decir que, estadísticamente, la mayoría de la población mundial debe haber pasado sus momentos más felices con alguna clase de engendro de relleno espumoso, pero prácticamente ningún adulto juega con peluches si no hay alguna clase de sexo asociado al hecho…

Sin embargo cada día entiendo menos lo de disfrutar como un niño. La vida es un cambio constante, mientras no se siente ningún apego con gran cantidad de cosas en la vida y se descartan, parece que el cine debe sufrir un inmenso síndrome de Diógenes y hay que apegarse cual mejillón a la roca a las cosas que uno vio de niño o a ese tipo de cine que le retrotrae a uno a un feto con cerebro del tamaño de una nuez. Tampoco entiendo lo de “no quiero analizar porque disfrutaré menos del cine” (también llamado “ni sé de cine ni me interesa porque entonces dejaré de ser feliz”). Podría hacer un ejercicio con alguien de estos y seguro que por cada película que disfrute y yo no soy capaz de encontrar una película que yo disfrute y él no. No hablamos para nada de dejar de disfrutar sino de cambiar el objeto con el que se disfruta, un intercambio de cromos que todo el mundo ejecuta en su vida con otras cosas, incluyendo amores.

Yo soy una persona que tiene miedo al cambio, socialmente me traumatiza que mi alrededor se mueva demasiado rápido, el nombre clínico para ello es metathesiofobia, sin embargo encuentro el mundo del cine el medio ideal para enfrentarme a ello, no me da miedo reconocer que he perdido muchas horas de mi vida viendo mierda o que me he gastado mucho dinero en dvds y blu-rays que ahora no usaría ni de posavasos, no me da miedo admitir que en un periodo de unos años he cambiado mis gustos y que ahora disfruto de otro tipo de cine, no más ni menos, otro tipo, y veo la misma cantidad de películas que hace unos años. Quizá esta posición me hace ser más intransigente con los que se apegan a lo de no analizar cuando probablemente la realidad es que no lo han probado.

No entiendo ese miedo a levantarse un día y pensar “mierda, ya no me gustan los Goonies, ahora me gusta Haneke” o “mierda, ya no podré ver Sucker Punch y sentirme cerebralmente como una ameba”.

Todo el mundo siempre piensa en dar saltos, en arriesgarse en la vida, en ir a mejor, en venderlo todo, abandonar su país, sus amigos, a su mujer y a su hijo y montar un chiringuito en Copacabana… Eso sí, llevando el DVD de Juegos de Guerra siempre en la maleta…

Pedro Pérez (aka Findor)